Aparentemente, los augurios son bastante buenos, y ya son muchos los que corren la voz de que la más reciente ganadora del Premio Nóbel de Literatura, Herta Müller, es una novelista no sólo buena, sino extraordinaria. Recibo las noticias my sonriente, pero me guardo los comentarios para después de leer alguno de sus libros (en cuanto lo haga, comentaré); así que, ante todo, habrá que esperar que sus libros caigan por este lado del mundo a poblar las librerías (y, claro está, la plata a poblar la desnutrida billetera) para hacerme con algo, y luego ya veremos. Entretanto, sigo saludando muy contento las buenas nuevas que llegan desde los que sí se han dado el gusto de leerlos. Esperemos, pues.
Dicho sea de paso, a lo mejor y habría que recordar el caso de Elfriede Jelinek, que recibió el mismo premio hace unos años, en el 2004: una escritora casi del todo desconocida, que resultó ser una de las cosas más fascinantes que le han sucedido a la literatura de nuestros tiempos (porque su trabajo, digan lo que digan sus detractores, es el de una genio, y eso es algo que creo que nadie podría negar).
Dicho sea de paso, a lo mejor y habría que recordar el caso de Elfriede Jelinek, que recibió el mismo premio hace unos años, en el 2004: una escritora casi del todo desconocida, que resultó ser una de las cosas más fascinantes que le han sucedido a la literatura de nuestros tiempos (porque su trabajo, digan lo que digan sus detractores, es el de una genio, y eso es algo que creo que nadie podría negar).
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