Tal y como están las cosas por estos días, casi no tengo opción de ir al cine a ver una comedia. O, mejor dicho, lo hago cuando los italianos, españoles (olé, Alex de la Iglesia) o los ingleses nos dan placer de hacernos llegar alguna, porque son unos genios del humor; pero... ¿qué pasó con los norteamericanos? Porque todas las comedias familiares y las películas de parodia que se han hecho en los últimos años son... bueno, sencillamente aburridísimas, o se las ven negras y tienen que apelar a lo grotesco, a lo sucio y a lo incómodo para provocar un par de risotadas vacías. Pero hubo un tiempo en que esto no fue así, y los Estados Unidos tenían una pequeña escuela de genios del humor satírico y de la parodia para hacer que nos revolquemos, literalmente, de la risa.
Creo que podríamos llamarla la escuela de Mel Brooks: un humor sencillo pero lleno de detalles inteligentes, muy bien pensado y, sobre todo, lleno de sorpresas que no tenían más objetivo que el de hacer que el público se destornillara de la risa. ¿Una breve lista? Veamos: las dos películas de Airplane (en español, ¿Dónde está el piloto?), Space Balls, Spy Hard y demás, sumando todas las secuelas del tipo Locademia de policías, Locademia de pilotos o The naked gun (¿Dónde está el policía?). Es decir, ese género cinematográfico que generó un culto tan especial y que, ahora, los realizadores parecen haber olvidado (aunque es cierto que series como Family guy no lo hacen, y un brindis por ellas).
La gran pregunta es, ¿por qué degeneró tanto la comedia norteamericana? Que, lo repito, no digo que no haya hecho buenas películas en los últimos tiempos (Roadtrip, por ejemplo); pero es que como las de entonces no han vuelto a hacerse, y no comprendo los motivos. Es decir: son buenísimas y tienen mucho público; pero parece que la gente prefiere ver basura del estilo American Pie (que ni siquiera me ha regalado una sonrisa), o comedias familiares del estilo Más barato por docena o todas esas en las que uno o dos chiquillos bastante estúpidos salvan al mundo (y digo "todas" porque hay infinidad de películas que repiten este argumento), que gozan de la curiosa característica de no poseer ni el más mínimo grado de humorismo.
Yo, por mi lado, prefiero hacer una búsqueda exhaustiva y encerrarme a ver esas comedias de antaño, que sin importar cuántas veces las veas no dejan de hacerte reír, y entre las que Leslie Nielsen figura como uno de los dioses proncipales. Un brindis por ellas, y a seguir buscando (algunas son realmente difíciles de encontrar en estos días). Por lo demás, a los que no entiendan de qué estoy hablando, hagan caso a lo que les digo y búsquen alguna de las que he mencionado antes: no se van a arrepentir.
Creo que podríamos llamarla la escuela de Mel Brooks: un humor sencillo pero lleno de detalles inteligentes, muy bien pensado y, sobre todo, lleno de sorpresas que no tenían más objetivo que el de hacer que el público se destornillara de la risa. ¿Una breve lista? Veamos: las dos películas de Airplane (en español, ¿Dónde está el piloto?), Space Balls, Spy Hard y demás, sumando todas las secuelas del tipo Locademia de policías, Locademia de pilotos o The naked gun (¿Dónde está el policía?). Es decir, ese género cinematográfico que generó un culto tan especial y que, ahora, los realizadores parecen haber olvidado (aunque es cierto que series como Family guy no lo hacen, y un brindis por ellas).
La gran pregunta es, ¿por qué degeneró tanto la comedia norteamericana? Que, lo repito, no digo que no haya hecho buenas películas en los últimos tiempos (Roadtrip, por ejemplo); pero es que como las de entonces no han vuelto a hacerse, y no comprendo los motivos. Es decir: son buenísimas y tienen mucho público; pero parece que la gente prefiere ver basura del estilo American Pie (que ni siquiera me ha regalado una sonrisa), o comedias familiares del estilo Más barato por docena o todas esas en las que uno o dos chiquillos bastante estúpidos salvan al mundo (y digo "todas" porque hay infinidad de películas que repiten este argumento), que gozan de la curiosa característica de no poseer ni el más mínimo grado de humorismo.
Yo, por mi lado, prefiero hacer una búsqueda exhaustiva y encerrarme a ver esas comedias de antaño, que sin importar cuántas veces las veas no dejan de hacerte reír, y entre las que Leslie Nielsen figura como uno de los dioses proncipales. Un brindis por ellas, y a seguir buscando (algunas son realmente difíciles de encontrar en estos días). Por lo demás, a los que no entiendan de qué estoy hablando, hagan caso a lo que les digo y búsquen alguna de las que he mencionado antes: no se van a arrepentir.
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