Algunas palabras que encontré por ahí de Franco Viccari, ese casi anónimo autor italiano al que nunca se si admirar o rechazar por excederse en su tradición pseudo-romántica. En fin, que se las comparto, por si a alguien le resultan significativas:
"La creación literaria satisface, de alguna forma, nuestra demanda de misterio en este siglo XXI, hiperglobalizado, hiperracional e hipermercatorial, en el que, por si fuera poco, la esperanza ha demostrado ser una mala inversión. Pero los hombres necesitamos el misterio, necesitamos algo inexplicable para saldar las deudas con nuestra limitación: la magia, el ocultismo, las artes. Cierta dosis de fe autodestructiva pero, al final, necesaria. Y nosotros, los creadores, somos en cierto modo el sacrificio humano que el rito demanda: como intermediarios o chamanes entre la sociedad y los universos ocultos, sabemos que debemos estar dispuestos de antemano a perderlo todo, aún la vida, para llevar a nuestra creatura, la obra de arte, a la vida. Los creadores no podemos dejarnos conocer la tranquilidad. Además, hay demasiado trabajo pendiente como para hacerlo. Pienso en mi propia experiencia como creador, en las horas de desesperación, en la angustia, en los demonios que se me aparecen en sueños (tornándolos en pesadillas de las que yo sé que no debo despertar)... y sin embargo no me arrepiento del camino que he tomado. Pero, eso sí, lo advierto: el del artista es un camino peligroso, que puede llevarlo a uno, de un segundo a otro, a la locura o a la muerte. ¿También a la gloria? Quizá a los ojos de los demás, sí: yo no creo que un creador pueda creer realmente en la gloria; a sus ojos, todas las figuras del mundo que lo rodean se tornan en infierno. Y no porque tengamos, en nuestra calidad de creadores, un rango superior a los demás, no: se trata, sencillamente, de que hemos aceptado abrir los ojos a nuestra condición existencial de seres humanos, a reconocerla y, con dolorosa resignación, a abrazarla. Necesitamos la sensibilidad de un Van Gogh y la lucidez de un Heidegger: esa mezcla, sin embargo, es peligrosísima para uno, pero guarda una oscura satisfacción."
"La creación literaria satisface, de alguna forma, nuestra demanda de misterio en este siglo XXI, hiperglobalizado, hiperracional e hipermercatorial, en el que, por si fuera poco, la esperanza ha demostrado ser una mala inversión. Pero los hombres necesitamos el misterio, necesitamos algo inexplicable para saldar las deudas con nuestra limitación: la magia, el ocultismo, las artes. Cierta dosis de fe autodestructiva pero, al final, necesaria. Y nosotros, los creadores, somos en cierto modo el sacrificio humano que el rito demanda: como intermediarios o chamanes entre la sociedad y los universos ocultos, sabemos que debemos estar dispuestos de antemano a perderlo todo, aún la vida, para llevar a nuestra creatura, la obra de arte, a la vida. Los creadores no podemos dejarnos conocer la tranquilidad. Además, hay demasiado trabajo pendiente como para hacerlo. Pienso en mi propia experiencia como creador, en las horas de desesperación, en la angustia, en los demonios que se me aparecen en sueños (tornándolos en pesadillas de las que yo sé que no debo despertar)... y sin embargo no me arrepiento del camino que he tomado. Pero, eso sí, lo advierto: el del artista es un camino peligroso, que puede llevarlo a uno, de un segundo a otro, a la locura o a la muerte. ¿También a la gloria? Quizá a los ojos de los demás, sí: yo no creo que un creador pueda creer realmente en la gloria; a sus ojos, todas las figuras del mundo que lo rodean se tornan en infierno. Y no porque tengamos, en nuestra calidad de creadores, un rango superior a los demás, no: se trata, sencillamente, de que hemos aceptado abrir los ojos a nuestra condición existencial de seres humanos, a reconocerla y, con dolorosa resignación, a abrazarla. Necesitamos la sensibilidad de un Van Gogh y la lucidez de un Heidegger: esa mezcla, sin embargo, es peligrosísima para uno, pero guarda una oscura satisfacción."
1 comentario:
ayer conocí en Roma a amigos de Franco Viccari, recientemente desaparecido. La huella que ha dejado en ellos me reveló sin duda alguna que se trataba de un hombre excepcional, un rara avis que veía la verdad y la belleza a través de la filosofía, la matemática, la lógica, la música y la poesía. Buscando por internet más referencias de él, llegué a este blog
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