De arranque, voy a confesar algo: sólo conozco a Carson McCullers por una de sus novelas, que leí hace ya unos años, pero que se ganó enseguida un puesto prioritario en mi memoria de lector. La novela en cuestión posee, dicho sea de paso, uno de los títulos más maravillosos de cuantos puedo recordar: El corazón es un cazador solitario. (Hace cosa de dos años conocí en Buenos Aires a una escritora norteamericana que me dijo que no había leído ese libro sólo porque Oprah lo había recomendado; yo le recomendé que hiciera oídos y la leyera, y a la mierda con lo que algunos -póngase aquí el apelativo pertinente- puedan hacernos creer).
Lo cierto es que McCullers supo tomar la pluma para hacer de lo terrible algo hermosamente terrible: sus temas fueron, de alguna forma, desgarradores en la forma más sutil que quepa imaginar, y de ahí que no nos sorprenda la clase de personajes en los que se centraba: discapacitados, homosexuales, confundidos... en general, marginados. Pero lo suyo no fue una crítica social, sino más bien un trabajo psicológico, un tratamiento analítico y sin embargo vivo acerca de cómo la marginación (o el sentimiento de ser marginado) se convierte en automarginación; novelas acerca de cómo los hombres estamos irremediablemente solos.
Por eso mismo, creo que la mejor forma de hablar de McCullers es citando los versos que Bukowski escribió sobre ella, esos que dicen "all her books of / terrified loneliness //all her books of / the cruelty / of loveless love" ("todos sus libros sobre // la aterrorizada soledad // todos sus libros sobre / la crueldad / del amor sin amor", o algo así). Y luego esa cadencia final del poema, cuando el capitán ordena al marinero que se la lleve de donde está sentada, ya muerta, envuelta en una manta, luego de que ha sido descubierto su cuerpo: "and she was quickly dispatched / to somewhere else / on the ship // as everything / continued just / as / she had written it" ("y fue rápidamente despachada / a algún otro lugar / del barco // mientras todo / continuaba tal / y como / ella lo había escrito").
De esa clase es el universo que vive en las páginas de Carson McCullers: triste, pero lleno de vida; desesperado, pero lleno de una vana y constante esperanza. Todo ello escrito, de paso, con belleza y precisión, sirviéndose de un estilo que debe mucho a Faulkner, pero que lleva impreso una marca decididamente personal y única, y que sólo puedo describir torpemente como una suerte de "nostalgia del presente posible".
"Celeste nunca hablaba con ella y ella nunca hablaba con Celeste. Sin embargo, eso era lo que ella más deseaba en el mundo. Por la noche yacía despierta, pensando en Celeste. Se imaginaba que eran las mejores amigas y pensaba en el momento en que Celeste vendría a su casa con ella a cenar y pasar la noche. Pero eso nunca ocurrió. Sus sentimientos por Celeste le impedían hacer otras amistades, como haría otra persona cualquiera. Al cabo de un año Celeste se mudó a otro barrio de la ciudad y fue a otra escuela".
Este es un párrafo de El corazón es un cazador solitario; y, si no sirve para demostrar lo que dije antes, pues que me cuelguen bocabajo del techo y me agarren a golpes con un tubo de metal. Además, ¿no es increíble cómo logra decir tanto en un sólo párrafo? Y con qué sentido de la precisión, con cuánta insospechada y desgarradora naturalidad. Ese sólo párrafo basta para escribir una novela, y sin embargo es apenas un trozo de otra, que escribió McCullers.
Levanto, pues, mi copa por Carson McCullers esta noche, y dejo a todos los interesados la tarea de darle una ojeada a sus libros. Ya lo saben: cada párrafo puede ocultar un tesoro como este.
Lo cierto es que McCullers supo tomar la pluma para hacer de lo terrible algo hermosamente terrible: sus temas fueron, de alguna forma, desgarradores en la forma más sutil que quepa imaginar, y de ahí que no nos sorprenda la clase de personajes en los que se centraba: discapacitados, homosexuales, confundidos... en general, marginados. Pero lo suyo no fue una crítica social, sino más bien un trabajo psicológico, un tratamiento analítico y sin embargo vivo acerca de cómo la marginación (o el sentimiento de ser marginado) se convierte en automarginación; novelas acerca de cómo los hombres estamos irremediablemente solos.
Por eso mismo, creo que la mejor forma de hablar de McCullers es citando los versos que Bukowski escribió sobre ella, esos que dicen "all her books of / terrified loneliness //all her books of / the cruelty / of loveless love" ("todos sus libros sobre // la aterrorizada soledad // todos sus libros sobre / la crueldad / del amor sin amor", o algo así). Y luego esa cadencia final del poema, cuando el capitán ordena al marinero que se la lleve de donde está sentada, ya muerta, envuelta en una manta, luego de que ha sido descubierto su cuerpo: "and she was quickly dispatched / to somewhere else / on the ship // as everything / continued just / as / she had written it" ("y fue rápidamente despachada / a algún otro lugar / del barco // mientras todo / continuaba tal / y como / ella lo había escrito").
De esa clase es el universo que vive en las páginas de Carson McCullers: triste, pero lleno de vida; desesperado, pero lleno de una vana y constante esperanza. Todo ello escrito, de paso, con belleza y precisión, sirviéndose de un estilo que debe mucho a Faulkner, pero que lleva impreso una marca decididamente personal y única, y que sólo puedo describir torpemente como una suerte de "nostalgia del presente posible".
"Celeste nunca hablaba con ella y ella nunca hablaba con Celeste. Sin embargo, eso era lo que ella más deseaba en el mundo. Por la noche yacía despierta, pensando en Celeste. Se imaginaba que eran las mejores amigas y pensaba en el momento en que Celeste vendría a su casa con ella a cenar y pasar la noche. Pero eso nunca ocurrió. Sus sentimientos por Celeste le impedían hacer otras amistades, como haría otra persona cualquiera. Al cabo de un año Celeste se mudó a otro barrio de la ciudad y fue a otra escuela".
Este es un párrafo de El corazón es un cazador solitario; y, si no sirve para demostrar lo que dije antes, pues que me cuelguen bocabajo del techo y me agarren a golpes con un tubo de metal. Además, ¿no es increíble cómo logra decir tanto en un sólo párrafo? Y con qué sentido de la precisión, con cuánta insospechada y desgarradora naturalidad. Ese sólo párrafo basta para escribir una novela, y sin embargo es apenas un trozo de otra, que escribió McCullers.
Levanto, pues, mi copa por Carson McCullers esta noche, y dejo a todos los interesados la tarea de darle una ojeada a sus libros. Ya lo saben: cada párrafo puede ocultar un tesoro como este.
3 comentarios:
Gracias por la recomendación. Sugerente artículo.
R.
Realmente vale la pena darle más de una lectura. Me dicen por ahí que "La balada del café triste" también es muy buena. Saludos.
Sin dudas una de las más grandes narradoras de todos los tiempos. Un seymour glass hecho niña...
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