Bueno, y la pura verdad es que... ¿en qué otro momento? Pues nada: al filo de la madrugada, y como lo dice él mismo, "en el último trago". Porque lo cierto es que pocas cosas han habido en este ancho mundo que se parezcan a José Alfredo Jiménez, que sean capaces de desgarrar así una guitarra ebria y echar al aire unos versos tan malditos y cargados de la más amarga (y dulce) nostalgia.
¿Cuántos años han pasado desde la primera vez que escuché alguna de sus canciones? Imposible saberlo: esas voz querida y lijosa está clavada muy profundo, y sólo sé que he crecido escuchándola en casa de mis abuelos, o repatriada en la guitarra y el canto de mi propio abuelo, en tantas noches de familia, de amigos o de copas.
Que la gente diga lo que quiera: a mí, nadie me quita de su pedestal a Jose Alfredo Jiménez, ese poeta de cantinas y de plazas que ha hecho a la canción mexicana lo que es el día de hoy, y que nunca ha sido superado por hombre alguno (que, entre las mujeres, está la Vargas, y ahí ya no digo nadita nadita). ¿Quieren una tajada o, mejor dicho, un sorbo de esta copa? Pues hágase lo que les digo a continuación: el que quiera, que lea estos versos primero, así sin más, y luego que le ponga "play" al video que está más abajo. Como para ver a la poesía a los ojos y, cómo no, estremecerse.
En el último trago
Jose Alfredo Jiménez
Tómate esta botella conmigo
y en el último trago nos vamos.
Quiero ver a qué sabe tu olvido
sin poner en mis ojos tus manos.
Esta noche no voy a rogarte,
esta noche te vas de deveras.
Qué difícil tener que dejarte
sin que sienta que ya no me quieras.
Nada me han enseñado los años,
siempre caigo en los mismos errores.
Otra vez a brindar con extraños
y a llorar por los mismos errores
Tómate esta botella conmigo
y en el último trago me besas.
Esperemos que no haya testigos
por si acaso te diera vergüenza.
Si algún día sin querer tropezamos
no te agaches ni me hables de frente.
Simplemente la mano nos damos
y después que murmure la gente.
Nada me han enseñado los años,
siempre caigo en los mismos errores.
Otra vez a brindar con extraños
y a llorar por los mismos errores.
Tómate esta botella conmigo
y en el último trago nos vamos.
¿Cuántos años han pasado desde la primera vez que escuché alguna de sus canciones? Imposible saberlo: esas voz querida y lijosa está clavada muy profundo, y sólo sé que he crecido escuchándola en casa de mis abuelos, o repatriada en la guitarra y el canto de mi propio abuelo, en tantas noches de familia, de amigos o de copas.
Que la gente diga lo que quiera: a mí, nadie me quita de su pedestal a Jose Alfredo Jiménez, ese poeta de cantinas y de plazas que ha hecho a la canción mexicana lo que es el día de hoy, y que nunca ha sido superado por hombre alguno (que, entre las mujeres, está la Vargas, y ahí ya no digo nadita nadita). ¿Quieren una tajada o, mejor dicho, un sorbo de esta copa? Pues hágase lo que les digo a continuación: el que quiera, que lea estos versos primero, así sin más, y luego que le ponga "play" al video que está más abajo. Como para ver a la poesía a los ojos y, cómo no, estremecerse.
En el último trago
Jose Alfredo Jiménez
Tómate esta botella conmigo
y en el último trago nos vamos.
Quiero ver a qué sabe tu olvido
sin poner en mis ojos tus manos.
Esta noche no voy a rogarte,
esta noche te vas de deveras.
Qué difícil tener que dejarte
sin que sienta que ya no me quieras.
Nada me han enseñado los años,
siempre caigo en los mismos errores.
Otra vez a brindar con extraños
y a llorar por los mismos errores
Tómate esta botella conmigo
y en el último trago me besas.
Esperemos que no haya testigos
por si acaso te diera vergüenza.
Si algún día sin querer tropezamos
no te agaches ni me hables de frente.
Simplemente la mano nos damos
y después que murmure la gente.
Nada me han enseñado los años,
siempre caigo en los mismos errores.
Otra vez a brindar con extraños
y a llorar por los mismos errores.
Tómate esta botella conmigo
y en el último trago nos vamos.
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