De todo lo que significan los Premios Óscar de la Academoa (lo bueno y lo malo, se entiende), siempre he prestado una atención especial a dos de sus categorías, que a mi parecer no suelen resbalar, como tantas otras, en todos los cánones y prejuicios idiotas de lo "políticamente correcto" y demás basuras extra-cinematográficas (si no, Tarantino se habría llevado otro par de premios, incluyendo el de mejor película, y ni qué decir del de mejor guión original). Me refiero, claro está, al siempre justo y emotivo Óscar Honorario y a ese otro, que le dio a tantos peruanos el tiro por la culata esta noche, que es el premio a la mejor película de habla no inglesa.
Bien. No hay que confundirse: yo no voy a lamentar que Claudia Llosa no se haya llevado el premio. Ni siquiera voy a comentar su película (que aún no he visto), ni lo patética que me parece la idea de apoyar la obra de alguien sólo porque da la casualidad de que ese alguien nació en el mismo país que uno. A la mierda con todo eso. De lo que sí voy a lamentarme es de la ceguera absoluta que ha adolecido este año el jurado de la Academia al no darle este premio a La cinta blanca del austríaco Michael Haneke. Y que me llame germanófilo el que quiera hacerlo, pero la pura verdad es que el Mejor cine de estos tiempos se filma, en general, en tierras germanas (La caída, La vida de los otros o la suizo-alemana Vitus son buenos ejemplos de lo que digo). La gran pregunta es, ¿por qué la merecería más que El secreto de sus ojos? Miren: yo aún no he visto esa película, así que ahí tengo un punto menos a mi favor. Pero eso sí: creo que cuando alguien ve una película que realmente no merece otro adjetivo que el de "perfecta", al punto que si alguien me dijera que la dirigió el mismísimo Bergman no dudaría en tragarme el cuento, no es en vano.
Un argumento que se desarrolla con semejante cuidado, con tantas variantes narrativas y psicológicas, más un esteticismo que casi parece de cristal, con una calidad de fotografía a la que no muchos directores aspiran siquiera y un formibable trabajo de actores, editores y demás: todo esto, y más, está en La cinta blanca. (Y está ese diálogo en que una niñera debe explicarle a un niño lo que es la muerte, que es de los más fascinantes y secretamente crudos momentos de la película). Lo digo aquí sin dudarlo un segundo: esta película es una verdadera joya del cine, una obra maestra. Supongo que habría que preguntarse si el público está preparado para aceptar un filme semejante, lento pero desgarrador, todo un desafío para el temple de muchos espectadores. Pero eso ya es harina de otro costal.
Eso, pues, es lo que voy a lamentar yo esta noche. El resto del Perú, que haga, diga y piense lo que quiera: yo levantaré mi vaso por quien más se lo tiene merecido. Y dejo, de paso, la promesa de dar un muy honesto comentario de La teta asustada ni bien la haya visto. Dicho lo que había de decirse, les dejo el trailer de La cinta blanca, y me siento a esperar a ver qué hace el tiempo (no siempre justo) de obras como ésta.
Bien. No hay que confundirse: yo no voy a lamentar que Claudia Llosa no se haya llevado el premio. Ni siquiera voy a comentar su película (que aún no he visto), ni lo patética que me parece la idea de apoyar la obra de alguien sólo porque da la casualidad de que ese alguien nació en el mismo país que uno. A la mierda con todo eso. De lo que sí voy a lamentarme es de la ceguera absoluta que ha adolecido este año el jurado de la Academia al no darle este premio a La cinta blanca del austríaco Michael Haneke. Y que me llame germanófilo el que quiera hacerlo, pero la pura verdad es que el Mejor cine de estos tiempos se filma, en general, en tierras germanas (La caída, La vida de los otros o la suizo-alemana Vitus son buenos ejemplos de lo que digo). La gran pregunta es, ¿por qué la merecería más que El secreto de sus ojos? Miren: yo aún no he visto esa película, así que ahí tengo un punto menos a mi favor. Pero eso sí: creo que cuando alguien ve una película que realmente no merece otro adjetivo que el de "perfecta", al punto que si alguien me dijera que la dirigió el mismísimo Bergman no dudaría en tragarme el cuento, no es en vano.
Un argumento que se desarrolla con semejante cuidado, con tantas variantes narrativas y psicológicas, más un esteticismo que casi parece de cristal, con una calidad de fotografía a la que no muchos directores aspiran siquiera y un formibable trabajo de actores, editores y demás: todo esto, y más, está en La cinta blanca. (Y está ese diálogo en que una niñera debe explicarle a un niño lo que es la muerte, que es de los más fascinantes y secretamente crudos momentos de la película). Lo digo aquí sin dudarlo un segundo: esta película es una verdadera joya del cine, una obra maestra. Supongo que habría que preguntarse si el público está preparado para aceptar un filme semejante, lento pero desgarrador, todo un desafío para el temple de muchos espectadores. Pero eso ya es harina de otro costal.
Eso, pues, es lo que voy a lamentar yo esta noche. El resto del Perú, que haga, diga y piense lo que quiera: yo levantaré mi vaso por quien más se lo tiene merecido. Y dejo, de paso, la promesa de dar un muy honesto comentario de La teta asustada ni bien la haya visto. Dicho lo que había de decirse, les dejo el trailer de La cinta blanca, y me siento a esperar a ver qué hace el tiempo (no siempre justo) de obras como ésta.
1 comentario:
Estoy de acuerdísimo contigo. Es un peliculón. Una fotografía maravillosa, y la has definido muy bien en eso de "es tan perfecta que parece que se va a romper".
Un saludo.
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