miércoles, 3 de marzo de 2010

Ese casi noble oficio de escribir


Hace un tiempo, no recuerdo si en una reunión (entre copas) o en Cafetal (entre cafés) un sujeto, amigo o conocido de algún amigo o conocido -ya se puede notar lo poco fiable que es mi memoria- que estaba al tanto de que tenía una novela inédita guardada por ahí, y que trabajaba en otra nueva, me comentó que él también quería escribir, y luego me soltó esa clásica pregunta: ¿es fácil escribir una novela? Pero bueno, ¿y qué carajo se supone que va uno a contestar ante semejante interrogación?
Para empezar, yo no sé qué demonios hace que alguien quiera dedicar su tiempo a una labor tan sacrificada y patética como escribir. Visto desde cierta perspectiva, no es más que una gran pérdida de tiempo y de energías: a menudo se necesitan muchas horas sólo para llenar dos páginas que vas a borrar al cabo de unos días, cuando se te ocurra releerlas; o te pasas años enteros trabajando en una novela que, cuando te parece que está terminada, resulta estar tan plagada de errores que no puedes hacer nada mejor que deprimirte, tomar un whiskey y empezar a releerlo todo con una esquirla en el pecho, sintiéndote defraudado de tí mismo por haber llevado al papel cosas tan ridículas o, en todo caso, tan mal escritas. Además, hay algo que dijo Camilo José Cela que, definitivamente, es cierto: el escritor no tiene ni siquiera la opción de tomarse un descanso. Su mente, su sensibilidad y su imaginación deben trabajar constantemente, aún cuando duerme (no sea que en un sueño del montón se encuentre alguna buena semilla literaria). Mierda, es la pura verdad. Cela lo dijo mucho mejor: "De todos los oficios conocidos, el del escritor es el más duro, el más obsesionante, el más esclavizador. Si el ser loco fuera un oficio, ese oficio sería sin duda el que más próximamente podría compararse al del escritor. Lástima que en la lista de oficios conocidos aún no figura el de loco y sí, en cambio, el de escritor." Luego, añade otra serie de grandes verdades: "En el oficio de escritor la vacación es una palabra que se ha borrado de su diccionario, que no figura en su vocabulario, que no cabe en su léxico. A veces, cuesta trabajo hacer creer a las gentes que uno trabaja cuando toma café, cuando se rasca la cabeza, cuando juega con su hijo pequeño, o cuando contempla una puesta de sol".
Yo me preguntaba un poco más arriba por qué a alguien se le ocurriría tomar semejante oficio (yo, que no soy nadie, lo he hecho, y sigo sin saber nada). Pero pongo mi dinero por las palabras de Cela: "Se escribe no más que por una ley de inexorable fatalidad. Se escribe porque no se puede, ni se sabe, ni tampoco se quiere hacer otra cosa". Y que las cosas queden bien dichas: escribir es entrar a una cámara de torturas con una sonrisa dibujada en el rostro. Todo lo que puedes llegar a saber, ya que nunca por qués ni para qués, es que estás dispuesto a hacerlo, aunque se te vaya la vida en ello, aunque te duela, aunque el mundo esté desplomándose a tu alrededor, aunque temas poder estar al borde de la locura o la muerte.
Pero yo no se hasta qué punto pueda decir nada. Ya lo dije: nunca he publicado una palabra de ficción, y muy pocos han tenido la mala fortuna de leer alguna de mis cosas. Para consejos literarios, es mejor leer a Cela, a Sábato, a Faulkner. Y sólo si es que sus consejos parecen de utilidad. ¿Qué es un escritor? Es un sádico y un masoquista, un morboso, un ridículo, un hombre con la falta de escrúpulos necesaria para no casarse con nadie y tomar el mundo por donde más le convenga para lograr su maldito objetivo: escribir algo que no le parezca del todo un vomitivo. Como bien lo dijo Ernesto Sábato, un escritor es, en esencia, un exagerado. Lo que sí que puedo decir es que escribir no es oficio de vagos: por experiencia sé que nada exige tanto esfuerzo, dedicación, constancia, sufrimiento y terror como sentarse a escribir una novela. Y que me crea el que quiera hacerlo.

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