martes, 4 de mayo de 2010

Una velada con Burroughs: "El almuerzo desnudo"


Sucio, grotesco, rebelde, magnífico, mordaz, amargo... en una sola palabra, "inquietante". Creo que es una forma digna de empezar a hablar de un libro como El almuerzo desnudo, el que muchos consideran la opera magna de William Burroughs (personaje que, dicho sea de paso, fue bastante fiel a su retrato literario, y que supo muy bien, y hasta acaso demasiado todo éso sobre lo que escribía).
Ahora bien: yo creo que todos los revisionistas de la literatura del siglo XX tienen un quebradero de cabezas pendientes con la obra de Burroughs, en vista de que las palabras se les van quedando algo cortas. Y el día de hoy, yo todavía insistiré en cuestionar acerca de si es podemos llamar al Almuerzo desnudo una novela, como es usanza común entre las gentes. ¿De qué trata el libro? Según Burroughs, son sus reflexiones y apuntes, el maremoto de percepciones y alucinaciones que, como un demonio sonriente y ebrio, sobrevivieron a los quince años en que el autor se entregó, sin remordimiento alguno, a meterse todo lo que un ser humano podía meterse, desde las clásicas como la marihuana o el hash, pasando por las fuertes calibre "cocaine" o heroína, hasta las de nombres extraños aún para los más entendidos con la materia, variantes de opiáceos y demás, sin excluir la nuez moscada. Y creo que no estará de más señalarlo: la lectura de este libro es lo más parecido al efecto de las drogas que he encontrado a lo largo de mi vida.
Pero eso no es todo: El almuerzo desnudo es un viaje atrevido y sin miramientos de ninguna clase (la moral y el buen gusto hay que dejarlos a la entrada, por favor) por todo ese lado grotesco, irracional, inhumanamente humano y demencial que corre por entre las venas del hombre y de la sociedad por igual. La putrefacción, la violencia, la perversión, el horror y la sexualidad sin fronteras bajo una mirada que no teme dejar los prejuicios de lado. Caos y belleza, en pocas palabras, y muchas náuseas y carcajadas.
Eso sí: léase con cuidado. Burroughs no debe su inmortalidad sólo a la amplia gama de temas políticamente incorrectos que levantó sobre pilares de mármol, declarándolos un fenómeno estético. No: Burroughs fue un escritor duro y crudo, pero muy fino, con un fuerte sentido de la estructura y la limadura y, por si fuera poco, muy cuidadoso. El mismo Bukowski, de hecho, que compartió esta misma clase de genialidad contra toda apariencia y que, en general, despreció a los escritores de su generación en general y a los relacionados al movimiento beatnik en particular, nunca supo dar una palabra en contra de Burroughs, que yo recuerde. Sólo viene a mi memoria, de la vasta obra de Bukowski (que, hay que advertirlo, no he leído por completo aún), un capítulo de su novela Mujeres, le dicen a Chinaski (el álter-ego de Bukowski) que Burroughs está hospedado en el mismo hotel, y le preguntan si quiere conocerlo. Chinaski se niega, y nadie dice nada; pero después, mientras se dirige hacia su habitación, cruza frente a la puerta abierta de otra: dentro, mirando por la ventana, está Burroughs, que se vuelve hacia Chinaski. Ambos escritores cruzan sus miradas en silencio, y luego cada cual vuelve a lo suyo, sin haberse dicho nada. Pues eso: un silencio respetuoso. Ni flores ni escupitajos, pero respeto de por medio.
La maquinaria narrativa de Burroughs es complejísima. Por poner un ejemplo, una lectura atenta permite notar que el libro vuelve una y otra vez hacia ciertas imágenes, ideas y palabras, que van construyendo una serie de posibles cadenas de significado y Leitmotivs, probablemente bajo la influencia de nada más ni nada menos que el Ulysses de Joyce. Esto es significativo, sobre todo, por el recurso del lenguaje, que se las ingenia para ordenar el caos con tanta precisión: una estructura muy fina para un edificio grotesco, como un cuadro de Francis Bacon. Otra influencia que creo percibir en el libro es la de Dante: El almuerzo desnudo huele, ciertamente, a Infierno, pero tiene miles de detalles estructurales y temáticos que hacen pensar, definitivamente, en una obra total y envolvente, al estilo de la Commedia, donde no quede un tema que sacar a relucir, así sea mediante juegos de palabras. En este sentido, ¿quién es Dante, quién es Virgilio, quién es Beatriz? Bueno, se puede jugar con las posibilidades, pero me gusta pensar que Dante somos nosotros, los lectores, guiados por Virgilio Burroughs a conocer el Infierno sin paraísos donde reinan la droga y los excesos (Beatriz o Dios), y donde hablar de la "dignidad humana" no tiene ni el más mínimo de los sentidos.
¿Una lectura recomendable? Puede ser, pero para cierta clase de lectores. Yo, en particular, la tengo en un lugar privilegiado, pero requiere de un tipo de sensibilidad muy especial, no sólo para entenderla y soportarla, sino también para disfrutarla. Yo no sé lo que pensará la mayoría, pero no temo equivocarme al afirmar que William Burroughs es, definitivamente, uno de los grandes genios literarios del siglo pasado, además de uno de los pocos capaces de dar una vuelta de tuerca más, y aún dotada de originalidad, a lo que Henry Miller y el existencialismo habían dejado sobre la mesa de juego. Ya lo dije antes: léase con cuidado.

5 comentarios:

dvd dijo...

Y aunque sé que la culpa no es sino mía, no entronco con Burroughs... Quizá cuando tenga setenta años o me diagnostiquen algo grave; a lo mejor dejo de verlo como a un cangrejo sin humor...
Sí, recuerdo el pasaje de "Mujeres", pero aún me gusta más un cuento corto de Bukowski en el que va a visitar a Henry Miller y éste acaba por robarle la cartera mientras su criado le retuerce un brazo al pobre Hank... Simplemente genial...

Santiago Bullard dijo...

¡No conozco ese cuento! ¿Cuál es? Pásame el título, TENGO que leerlo.

dvd dijo...

Si no recuerdo mal estaba en "Escritos de un viejo indecente", pero lo buscaré con tranquilidad y te lo digo...

dvd dijo...

¡Ajá!... Está donde te dije. Si me das una dirección de correo o algo parecido te lo envío completito...

Santiago Bullard dijo...

Mi correo es santiagobull@gmail.com
Si me lo puedes enviar, te lo agradeceré eternamente, compadre. Gracias, y un abrazo.

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