lunes, 16 de noviembre de 2009

¿Tesoros censurados? - La literatura y lo "políticamente correcto"


El año pasado conocí el placer de leer a uno de los mayores autores argentinos (y latinoamericanos) de nuestros tiempos: Juan José Saer. La novela en cuestión lleva por título Lo imborrable, y sugiere una larga serie de reflexiones en torno a la literatura: el proceso creativo, el porqué de cierto cánon establecido, la primacía de ciertos autores sobre otros... y, además, una bastante llamativa (y que, lamentablemente, sigue en boga): el caso de la literatura "comprometida". El compromiso político o social de una obra determinada, en lo personal, no me interesa: es mi muy humilde opinonión que, de hecho, convertir novelas como Cien años de soledad o Rebelión en la granja en meros folletines de apoyo a un determinado partido arruina el goce de la lectura. Y, por lo demás, y en vistas de que la política me importa un pepino, nunca me siento obligado a hacerlo (como mucho, la política me parece una buena herramienta para la literatura, no al revés). Pero esa es sólo mi opinión, y, si bien no digo que todo el mundo deba compartirla, creo que sí hay algunas consecuencias lamentables de atar al autor o a su obra a sus opiniones y/o tendencias políticas.
Creo que Nietzsche (y, después, Foucault, Gramsci y Pasolini) no erró del todo en sus teorías sobre las relaciones entre ética, sociedad y poder. Si la Verdad no tiene un valor ontológico real, sino apenas un valor relativo (hoy diríamos "plural"), ésta sólo puede quedar atada a lo que un grupo de élite, cuya opinión se convierta en autoridad, determine como lo válido. Desde esta perspectiva, el discurso de lo "políticamente correcto" quedaría en manos de lo que el correr de la Historia nos ha dejado; y ésto también se aplica a la literatura.
Pero dejémonos de abstracciones y tomemos un ejemplo: derrotado el fascismo en Italia, los valores de la crítica literaria se giraron hacia sus detractores: el neorrealismo, por ejemplo. Pero significó, también, la caída al olvido de algunos autores de talento indiscutible; es decir, ¿cómo es posible que hoy nadie recuerde el nombre de Guelfo Civinini, quien probablemente fue el mejor cuentista italiano del siglo XX? Es que claro: era un facho. Otros autores que, a la larga, tuvieron más suerte también se las vieron en algunos aprietos frente a la crítica de su momento, dadas sus tendencias políticas: Cèline, o Heidegger, por ejemplo. Y, finalmente, ¿por qué no recordar el ya tan nombrado caso de Borges? Porque hubo un tiempo en que Borges, el genial Borges, se convirtió en un escritor mal visto en España, y ni hablemos del Premio Nóbel que jamás recibió.
El punto es que, al final, los únicos que salen perdiendo con todo esto son los lectores. Ahora mismo, no puedo recordar haber leído alguna vez a un poeta español de la posguerra que no fuese republicano, y la sombra de la Generación del 27 parece alargarse casi hasta los últimos años de Franco. Y, entre los escritores alemanes que simpatizaron con el nazismo en su momento, ¿no hubo ni siquiera uno que fuese bueno? Porque han sido barridos de la memoria. Alguien tendría que tomarse el trabajo de buscar este tipo de obras, las tachadas por el discurso de lo "políticamente correcto" y de las victorias militares.
Si tomamos en cuenta que esto funciona también al revés, que autores como Gramsci o Sartre fueron censurados en su momento, o que a obras como la de Baudelaire les costó tanto ver la luz, ¿no tendríamos que reconocer que quizá hay un tesoro de riquezas literarias que no nos han dejado descubrir todavía? Es una buena pregunta, y, creo, no del todo injustificada.

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