Fuerza y lucidez: esas podrían ser la bandera de Szyszlo. Una obra llena de vueltas y órdenes secretos que logra, siempre, generar una poderosa primera impresión es el resultado de treinta y cinco años de ardua labor creativa, que ahora se celebran en la galería Forum (Larco 1150, en el sótano, lugar preferido de muchas artes), y que han significado un recorrido por el amplio panorama histórico e intelectual no sólo del mundo, sino también del Perú.
Un giro mitológico que recoge los elementos de las más remotas simbologías ("arquetipos", diría Jung) es lo que nos aguarda siempre del otro lado de los lienzos; y, por si fuera poco, una presencia radical y absoluta, muy personal, de un artista que sabe ordenar sus elementos como en un rompecabezas que hay que mirar muy fijamente. Si no está de más decirlo, confieso que Fernando de Szyszlo es uno de los peruanos a los que más me gustaría entrevistar alguna vez. Me serviría, entre otras cosas, para entrar en contacto con una de las mayores mentes del arte de nuestros tiempos, un intelectual absoluto y de intereses universales al nada parece bastarle. Muchos lo han acusado de repetirse; pero basta con un vistazo más atento de sus cuadros y esculturas para notar dónde radican las pequeñas grandes diferencias, el esqueleto secreto de su propia maduración como artista. Y, cabe agregar, su extraña y precisa definición de la pintura me sigue pareciendo de las más geniales de las que se guarda registro: "el homicidio de un sueño".
No hace falta decirlo: hablamos de un Artista con A mayúscula. Esta misma noche me he dado el placer de caminar por entre sus lienzos, rodeado de soles negros y siluetas tachadas por la ausencia de colores: la retrospectiva de Szyszlo realmente merece un largo y atento vistazo, y el que se encuentre en el corazón de Miraflores no es sino poner la invitación en el bolsillo de todo el mundo. Realmente merece la pena el paseo (a ver si, de paso, poblamos un poco más nuestras galerías, que parecen quedar abandonadas una vez que ha pasado el día de la inauguración), y, si les puedo prometer algo, es que van a salir sintiendo que han aprendido algo nuevo, no sé muy bien qué cosa, pero algo.
Un giro mitológico que recoge los elementos de las más remotas simbologías ("arquetipos", diría Jung) es lo que nos aguarda siempre del otro lado de los lienzos; y, por si fuera poco, una presencia radical y absoluta, muy personal, de un artista que sabe ordenar sus elementos como en un rompecabezas que hay que mirar muy fijamente. Si no está de más decirlo, confieso que Fernando de Szyszlo es uno de los peruanos a los que más me gustaría entrevistar alguna vez. Me serviría, entre otras cosas, para entrar en contacto con una de las mayores mentes del arte de nuestros tiempos, un intelectual absoluto y de intereses universales al nada parece bastarle. Muchos lo han acusado de repetirse; pero basta con un vistazo más atento de sus cuadros y esculturas para notar dónde radican las pequeñas grandes diferencias, el esqueleto secreto de su propia maduración como artista. Y, cabe agregar, su extraña y precisa definición de la pintura me sigue pareciendo de las más geniales de las que se guarda registro: "el homicidio de un sueño".
No hace falta decirlo: hablamos de un Artista con A mayúscula. Esta misma noche me he dado el placer de caminar por entre sus lienzos, rodeado de soles negros y siluetas tachadas por la ausencia de colores: la retrospectiva de Szyszlo realmente merece un largo y atento vistazo, y el que se encuentre en el corazón de Miraflores no es sino poner la invitación en el bolsillo de todo el mundo. Realmente merece la pena el paseo (a ver si, de paso, poblamos un poco más nuestras galerías, que parecen quedar abandonadas una vez que ha pasado el día de la inauguración), y, si les puedo prometer algo, es que van a salir sintiendo que han aprendido algo nuevo, no sé muy bien qué cosa, pero algo.
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