Los responsables de la red "Religión en Libertad" andan preocupados: temen que la creciente ola de páginas pornográficas que se van asentando en la internet tengan efectos nocivos sobre la gente, tal y como nos lo hace saber Jorge E. Mújica en su artículo Los dañinos efectos de la pornografía (para leer el artículo, puedes entrar a http://www.religionenlibertad.com/articulo.asp?idarticulo=5581). Ante todo, sin embargo, creo que habría que felicitar a los de la agrupación que dirige la red y a Mújica: es la primera vez que leo un artículo publicado por religiosos que no se lanza enseguida a in-argumentos tales como "la dignidad del hombre ante los ojos de Dios" o semejantes. Dejado esto en claro, paso a comentar.
Lo que escandaliza a este grupo, de arranque, es que "Un estudio de Optenet refiere que el 35% de las páginas web existentes, al menos hasta diciembre de 2008, son pornográficas. Un artículo publicado en la versión digital de Diario Uno, Argentina, reportaba 95,6 millones de páginas web dedicadas a la pornografía (cf. Cibersexo en 95,6 millones de páginas web, 01.09.2009)". Algunos nos sentiríamos un poco orgullosos de la humanidad... pero bueno, ese es otro asunto. Vuelvo a citar, mejor, para ir aclarando cuales son sus preocupaciones finales: "La facilidad para acceder a portales con esos contenidos supera la mera consideración teórica de cuestiones éticas; al constatar las consecuencias emocionales, psicológicas, físicas y relacionales de quienes caen en las redes de la pornografía, no se puede permanecer indiferente. Esto se acentúa todavía más en el caso concreto del ambiente familiar, y todo lo que ese ambiente supone y representa". Pero todo esto está muy bien, me dirá más de uno... excepto por un pequeño detalle: la presupuesta fatalidad con que escriben todo esto.
No voy a negarlo: he dedicado muchos de mis años a estudiar la pornografía, leyendo artículos y debates o entrando directamente a las fuentes, para saber qué peces son los que se agitan en la laguna; y sí, es cierto que la pornografía puede llegar a causar adicción, puede afectar los comportamientos relacionales y puede tener efectos emocionales o psicológicos sobre la gente... pero precisamente allí se encuentra el quid de la cuestión: en ese ínfimo pero muy claro "puede". Los efectos de este tipo son siempre una posibilidad, no una condición inesquivable. Así, todas las conclusiones de Manning y de J. Flynn que citan en su artículo requieren un segundo vistazo, bajo otras luces. ¿La pornografía puede afectar sobre el comportamiento para con las mujeres, distorsionar la visión sobre sexualidad y emociones, dificultar las relaciones interpersonales y sobre todo de pareja o disminuir el deseo de la gente por casarse y formar familia? No sé si la pornografía baste por sí misma para tanto... La gente necesita responder a cierto llamado íntimo por el placer; la sociedad, entretanto, se opone a ello: es la lucha de intereses individuales y colectivos (instinto erótico vs. realidad represiva) de la que hablaba Marcuse, siguiendo la línea de Freud. Pero todos estos "aumentos de riesgo" de los que hablan Flynn y Manning, ¿son un efecto directo del mero consumo de pornografía, o lo son del concepto valorativo que ha construído la sociedad de este consumo? Como bien lo decía Marcuse (y ejemplificaba Pasolini en más de una de sus películas), "la efectiva subyugación de los instintos a los controles represivos es impuesta no por la naturaleza, sino por el hombre."
Pasando de este punto, y volviendo a preguntarnos acerca del verdadero elemento de "riesgo" de todo este asunto del consumo de pornografía, creo que habría que señalar una cuestión: Jorge E. Mújica no hace más que señalar la importancia de que las páginas web o los gobiernos de lso estados ejerzan un mayor control para regular o anular el consumo de pornografía, pero... ¿es realmente a ellos a los que les toca este papel? La cura no está en hacer desaparecer todas las páginas pornográficas de internet: tienen un rol que cumplir allí, y además hay muchas que están muy bien. No: la responsabilidad acerca de en qué tan "riesgoso" pueda convertirse algo tan inocente como pasearse por la web echando una ojeada sobre cuerpos desnudos y escenas sexuales de cualquier género recae, principalmente, sobre la formación directa, en manos de la familia. El niño, de todos modos, va a salir en un momento determinado a la calle, donde le esperan muchas otras cosas que no son pornografía: puede consumir o no consumir (es lo de menos); lo importante es que de cómo sea esta formación va a depender el cómo canalice este consumo. No será lo único, pero es lo primero (no en vano es la primera relación interpersonal que realizan las personas); luego, todo es un ir construyendo y deconstruyendo. La pornografía, en este sentido, no carga culpas.
Además, y disculpen que recaiga sobre la idea, no puedo imaginar nada más terrible que un mundo del que se haya barrido la pornografía por la fuerza de los motivos morales. La moral poco entiende sobre la vida. Lo mejor que se puede hacer, mis queridos padres de familia consternados y preocupados, es dar una buena formación a los muchachines; así, cuando se sienten a recorrer los barrios rojos de la internet, no tendrán por qué sufrir ninguno de estos efectos que nuestra usanza social ha convenido en llamar "males". Siguiendo esta línea, ¿no es mucho más "dañina" la intolerancia de Ratzinger por los ateos, más generadora de "riesgos" la violencia familiar, mucho más "pornográficas" las campañas antitabaquistas que llenan los paquetes de cigarrillos de fotos de tumores y que convierten los techos de las salas de fumadores en tumbas abiertas desde el otro lado de las cuales un sacerdote da la extremaunción (esto no es exageración: la imágen en cuestión se encuentra en el techo de la sala para fumadores del aeropuerto de Berlín)? Habría que pensarse las cosas un par de veces, creo yo.
Lo que escandaliza a este grupo, de arranque, es que "Un estudio de Optenet refiere que el 35% de las páginas web existentes, al menos hasta diciembre de 2008, son pornográficas. Un artículo publicado en la versión digital de Diario Uno, Argentina, reportaba 95,6 millones de páginas web dedicadas a la pornografía (cf. Cibersexo en 95,6 millones de páginas web, 01.09.2009)". Algunos nos sentiríamos un poco orgullosos de la humanidad... pero bueno, ese es otro asunto. Vuelvo a citar, mejor, para ir aclarando cuales son sus preocupaciones finales: "La facilidad para acceder a portales con esos contenidos supera la mera consideración teórica de cuestiones éticas; al constatar las consecuencias emocionales, psicológicas, físicas y relacionales de quienes caen en las redes de la pornografía, no se puede permanecer indiferente. Esto se acentúa todavía más en el caso concreto del ambiente familiar, y todo lo que ese ambiente supone y representa". Pero todo esto está muy bien, me dirá más de uno... excepto por un pequeño detalle: la presupuesta fatalidad con que escriben todo esto.
No voy a negarlo: he dedicado muchos de mis años a estudiar la pornografía, leyendo artículos y debates o entrando directamente a las fuentes, para saber qué peces son los que se agitan en la laguna; y sí, es cierto que la pornografía puede llegar a causar adicción, puede afectar los comportamientos relacionales y puede tener efectos emocionales o psicológicos sobre la gente... pero precisamente allí se encuentra el quid de la cuestión: en ese ínfimo pero muy claro "puede". Los efectos de este tipo son siempre una posibilidad, no una condición inesquivable. Así, todas las conclusiones de Manning y de J. Flynn que citan en su artículo requieren un segundo vistazo, bajo otras luces. ¿La pornografía puede afectar sobre el comportamiento para con las mujeres, distorsionar la visión sobre sexualidad y emociones, dificultar las relaciones interpersonales y sobre todo de pareja o disminuir el deseo de la gente por casarse y formar familia? No sé si la pornografía baste por sí misma para tanto... La gente necesita responder a cierto llamado íntimo por el placer; la sociedad, entretanto, se opone a ello: es la lucha de intereses individuales y colectivos (instinto erótico vs. realidad represiva) de la que hablaba Marcuse, siguiendo la línea de Freud. Pero todos estos "aumentos de riesgo" de los que hablan Flynn y Manning, ¿son un efecto directo del mero consumo de pornografía, o lo son del concepto valorativo que ha construído la sociedad de este consumo? Como bien lo decía Marcuse (y ejemplificaba Pasolini en más de una de sus películas), "la efectiva subyugación de los instintos a los controles represivos es impuesta no por la naturaleza, sino por el hombre."
Pasando de este punto, y volviendo a preguntarnos acerca del verdadero elemento de "riesgo" de todo este asunto del consumo de pornografía, creo que habría que señalar una cuestión: Jorge E. Mújica no hace más que señalar la importancia de que las páginas web o los gobiernos de lso estados ejerzan un mayor control para regular o anular el consumo de pornografía, pero... ¿es realmente a ellos a los que les toca este papel? La cura no está en hacer desaparecer todas las páginas pornográficas de internet: tienen un rol que cumplir allí, y además hay muchas que están muy bien. No: la responsabilidad acerca de en qué tan "riesgoso" pueda convertirse algo tan inocente como pasearse por la web echando una ojeada sobre cuerpos desnudos y escenas sexuales de cualquier género recae, principalmente, sobre la formación directa, en manos de la familia. El niño, de todos modos, va a salir en un momento determinado a la calle, donde le esperan muchas otras cosas que no son pornografía: puede consumir o no consumir (es lo de menos); lo importante es que de cómo sea esta formación va a depender el cómo canalice este consumo. No será lo único, pero es lo primero (no en vano es la primera relación interpersonal que realizan las personas); luego, todo es un ir construyendo y deconstruyendo. La pornografía, en este sentido, no carga culpas.
Además, y disculpen que recaiga sobre la idea, no puedo imaginar nada más terrible que un mundo del que se haya barrido la pornografía por la fuerza de los motivos morales. La moral poco entiende sobre la vida. Lo mejor que se puede hacer, mis queridos padres de familia consternados y preocupados, es dar una buena formación a los muchachines; así, cuando se sienten a recorrer los barrios rojos de la internet, no tendrán por qué sufrir ninguno de estos efectos que nuestra usanza social ha convenido en llamar "males". Siguiendo esta línea, ¿no es mucho más "dañina" la intolerancia de Ratzinger por los ateos, más generadora de "riesgos" la violencia familiar, mucho más "pornográficas" las campañas antitabaquistas que llenan los paquetes de cigarrillos de fotos de tumores y que convierten los techos de las salas de fumadores en tumbas abiertas desde el otro lado de las cuales un sacerdote da la extremaunción (esto no es exageración: la imágen en cuestión se encuentra en el techo de la sala para fumadores del aeropuerto de Berlín)? Habría que pensarse las cosas un par de veces, creo yo.
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