Lo sé, lo sé... veo lo muy (lo demasiado) poco que he escrito este último mes y... ¡qué les digo! Me agarra una sensación como de hielo a la altura del páncreas. Muy desagradable. Pero, qué les digo, si es que este mes ha sido uno muy, pero lo que se dice muy jodidamente, arduo. Trabajo, estudios y, por si fuera poco, una novela entre manos son mucha cosa para un mortal de cuando en cuando, y si he llegado a tener algún segundo que, por pura casualidad, cayese de un reloj, enseguida me llegaba hasta aquí y descubría que las energías sencillamente no me alcanzaban pero ni para decir "Esta boca es mía", y ni para llegar a la "E". Prometo volver mañana con algo (bueno, malo, regularón, tibio o pasado por agua, eso depende del criterio y el morbo de mis queridos lectores). La cosa es que mañana habrá algo nuevo que leer, y no serán estas débiles y malditas disculpas (cómo, ¿o es que no andamos hasta la nuca con tanta apología?).
Un fuerte abrazo, my dear readers.
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