lunes, 26 de julio de 2010

¿Neurociencias y literatura?


Puedo imaginar el rostro que habrán puesto uno o dos de mis profesores de la universidad al toparse, mientras corregían mis exámenes y trabajos finales, con las referencias que incluí a las neurociencias. Porque claro: ¿quién se imagina que se hable de neuronas-espejo, relaciones sinápticas axionales o del lóbulo frontal en un trabajo sobre literatura? Y no crean que escribo esto para que la gente piense "ah, bueno, este se cree la cagada porque habla de neurociencias", sino para llamar la atención respecto a otro asunto, y es el de los límites que muchos imaginan que tiene la teoría literaria.
En otras palabras, que no veo por qué las neurociencias hayan de ser apartadas del quehacer ensayístico y teórico de los que se dedican a comentar e investigar (vale decir, interpretar) la literatura como un oficio, pasional o no. Al fin y al cabo, creo que se trata, siempre, de buscar una nueva serie de explicaciones que abran cada vez más y más puertas desde las que podamos recorrer y recrear los textos, enriqueciéndolos o, si se quiere, explotándolos al máximo.
Si pensamos en autores como Freud o Heidegger, a los que el análisis literario vuelve una y otra vez para tomar teorías y herramientas, mi tesis encontraría otra confirmación. Después de todo, ¿qué hicieron Freud o Heidegger sino tratar de explicar lo humano, incluído su comportamiento, a través del estudio de sus estados mentales? El Dasein heideggeriano es, visto desde cierto enfoque, el individuo autoconsciente, es decir, capaz de la autocognisción, que es uno de los temas más recurrentes de la filosofía de la mente, que trabaja de la mano con las teorías y las investigaciones desarrolladas por la psicología cognitiva y las neurociencias, y las categorías existenciarias son parte de lo que conforma los estados mentales, en tanto que formas de interpretar la realidad interpretándo-se como parte de la misma (y si no me creen a mí, revisen los libros de Davidson, Carruthers o Nagel). El caso de Freud ni siquiere necesita ser explicado, pues su mayor interés fue la mente humana, así como las funciones cerebrales, de las que en su tiempo era imposible saber gran cosa. En todo caso, ¿por qué no hacer notar la vigencia de algunas teorías de Freud, una vez revisadas bajo la luz de los nuevos aportes teóricos y científicos? Los comportamientos y sentimientos "ambivalentes", por ejemplo, hoy cobran un nuevo matiz gracias a los estudios sobre las neuronas-espejo. ¿Y eso no es llamativo? ¿Acaso la teoría literaria debe quedarse satisfecha con lo hecho y visto?
En pleno siglo XXI, sin embargo, el panorama ha cambiado, y contamos con una larga serie de teorías y herramientas nuevecitas, recién sacadas del horno de los laboratorios, que permiten una nueva forma de aproximación al estudio de las diversas materias, entre las que cabe incluir a la literatura. ¿La utilidad de esta aplicación tan, aparentemente, tirada de los pelos? Abrir nuevas lecturas, claro está, que pueden ser sumamente reveladoras e interesantes, y que permiten leer los textos desde un nuevo enfoque.
Claro que, con todo esto, no trato de decir que las neurociencias y las teorías de la mente sean LA teoría obligatoria, fatal y necesaria. Eso lo podría decir el materialismo eliminativista, con Paul Churchland a la cabeza. Yo no creo que exista LA teoría, ni LA explicación. Creo que existen muchas teorías, cada una de las cuales es más o menos explicativa en vistas a un contexto determinado (digamos, el texto analizado, o los objetivos propuestos en base a ese objeto). Las neurociencias y las teorías de la mente, en este sentido, son una de tantas herramientas que nos permitirán abrir la lectura de textos literarios, jugando a la par (y de la mano) con las otras ya conocidas o en proceso de desarrollo. ¿Por qué no?
Queda mucho que decir y argumentar, claro está, pero no es éste el lugar indicado para ello. Dejo mi reflexión abierta, eso sí, y a ver por dónde vamos marchando. Al fin y al cabo, si nos preguntamos por el objetivo y la utilidad de todo esto, habría que preguntarse por lo mismo acerca de lo otro, y nadie sabe nada en el fondo. Lo que sí defiendo es que la interpretación no tiene por qué ir a chocar contra la barrera del prejuicio.

2 comentarios:

ZorroX. dijo...

ah, bueno, este se cree la cagada porque habla de neurociencias

Santiago Bullard dijo...

Tú lo has dicho, jajaja.

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