Sí, señores: es hora de volver a la carga con la moción, y anunciar, finalmente, que todo está dispuesto para celebrar, de una vez por todas, el Día de San Baco. Hace algún tiempo, hice notar que los ritos, pese a haber cambiado, no han muerto, y siguen palpitando en el corazón de la gente cada noche de copas, le guste a quien le guste; y, sin embargo, quiero llevar las cosas un paso más hacia adelante, y me he propuesto celebrar, el año que viene, el primer Día de San Baco: una ocasión para rendir homenaje, a la vez, a los versos y a la borrachera (una causa más que justa, como podrán notar), de dejar que se sacuda un poco al pagano que todos llevamos dentro y, sobre todo, de pasar un buen rato con los amigos.
La gran pregunta, ahora, es cuándo: siguiendo la buena usanza de los romanos, y después de haber investigado un poco la cuestión, he dado con la fecha perfecta. En los tiempos de la Roma Imperial, los bacanales eran reuniones secretas en las que, originalmente, sólo participaban las mujeres, practicadas en un principio en la arboleda de Simila, en las cercanías del monte Aventino, los días 16 y 17 de marzo; con el paso de los años, estas fiestas fueron cambiando, y pronto no sólo eran mixtas, sino que además se celebraban cinco veces al mes. Una serie de motivos (más políticos que morales) llevaron al senado a prohibir los bacanales en los tiempos de la República, pero ello no bastó, claro está, para darles fin; ésto, sobre todo, porque las mujeres supieron aprovechar los vacíos del sistema penal de la época: al no ser consideradas como ciudadanas, quien pagaba sus faltas eran los maridos, padres o hermanos (en términos legales, sus "apoderados"), lo que les daba a ellas el campo de libertad que necesitaban para entregarse sin temor a los placeres de sus rituales.
Ahora bien, y para contestar la pregunta de una vez por todas: propongo que, en honor a los primeros bacanales, el Día de San Baco se celebre entre la noche del 16 de marzo y la madrugada del 17. De alcoholes, cualquiera está bien (todos son hijos de Baco, al fin y al cabo), pero no puede faltar el vino. Con el paso de los años, espero poder imponer la moda de las togas, las sandalias y las coronas de laurel, pero vayamos de a pocos. En cuanto a las orgías... bueno, al que pueda, le aplaudo (y, si quiere, le paso mi dirección de correo electrónico). Supongo que, de momento, eso es todo. Restaría investigar un poco más para determinar qué platos habría que servir, pero eso lo dejo para más adelante.
Dejo, pues, esta puerta abierta al que le interese; yo, por mi lado, haré todo lo posible porque el primer Día de San Baco se convierta en una realidad digna de recordarse (o de olvidarse, dependiendo de la calidad de la borrachera). Y, entretanto, que sea hasta el 16 de marzo, a todos mis hermanos en el paganismo. Que nunca falte el vino en sus copas.
Imágen: La juventud de Baco, de William Adolphe Bouguereau
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