Como miembro de mi siglo, no puedo evitar sentir cierta lástima por los biógrafos del futuro (si es que todavía podemos creer en un futuro, claro está). Es decir, imaginemos al buen y pobre tipo que, de aquí a setenta o cien años, decide que es hora de escribir la biografía de algún sujeto de mi generación o de las de sus alrededores y que, cuando decide ponerse manos en la masa, se da cuenta de que tiene muy poca masa, y casi nada de material biográfico con qué trabajar.
Es decir: estamos en la era del "consume y desecha" a la que nos obligan el virtualismo y sus consecuencias. Ya nadie escribe y guarda sus cartas: hoy, escribimos mails que borramos, si no en seguida, al menos si pasado algún tiempo (¿días, semanas, meses?); yo no uso el facebook, pero ese también es un medio de socialización repleto de material biográfico que, con el paso del tiempo, pasa a ser borrado. Hoy, la información es virtual, no tiene una categoría física que lo respalde, y como tal pasa a ser erradicado en muy pocos segundos y con absoluta comodidad. De alguna forma, vivimos muy anclados en el presente, borrando de a pocos, y sin darnos cuenta siquiera, de lo que será nuestro pasado. Habría que preguntarnos cuál es nuestro historicismo.
¿Si soy un crítico asqueado, un reaccionario absoluto y enemigo de los nuevos medios como, digamos, un Ray Bradbury? Claro que no: si lo fuera, no tendría correo electrónico, ni administraría un blog. Pero si mantengo una postura crítica respecto a ciertas consecuencias de lo que será en un futuro nuestra situación actual. ¿Un llamado a preservar nuestro pasado personal? No, no... a mí no me interesan los manifiestos ni los llamados colectivos. Sólo me siento a reflexionar un poco. Pero a quien tenga ganas de oír mi opinión, creo que vale la pena preservar ciertas cosas, no desecharlo todo. Y no todo lo que digo lo digo en un sentido hegeliano del historicismo, sino también desde mi realidad individual. Es decir: de cuando en cuando, me gusta sentarme a leer los correos electrónicos que tengo guardados de meses o años anteriores (porque nunca borro los correos, a excepción de los que me llegan de programaciones de lugares, msn o cosas así), y me dan un par de horas de dulce nostalgia. Como decía Ernesto Sábato, "vivir es construir futuros recuerdos", y... ¿por qué no poder volvernos hacia ese pasado que estamos construyendo y disfrutar de su ausencia por unos instantes?
Tiempo, realidad, pasado... palabras muy grandes que, en el fondo, hablan de cosas muy chicas, íntimas. Pero si nos la pasamos echando al tacho todas "aquellas pequeñas cosas", como dice Serrat, ¿no nos desligamos un poco de nosotros mismos? Y, de paso, alguno habrá que, a algún futuro biógrafo, le estará dando un motivo de alivio.
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