lunes, 27 de diciembre de 2010

Medio "Mea culpa" de Ratzinger


Supongo que lo que corresponde, para empezar esta nota, es echarle una flor (no más) a Ratzinger, un sujeto del que todos hemos oído hablar, y con quien tengan por seguro que no me tomo ni una cerveza. Pero hay que reconocerlo: yo estoy de acuerdo en algo, y es que estuvo muy bien que llamara la atención, en su discurso de fin de año, sobre uno de los mayores problemas que parece remover las venas de la Iglesia, y que los periodistas de todo el mundo ya han explotado hasta hartarse. Hablo, por supuesto, de los innumerables casos de maltrato de niños, que todos sabemos muy bien han llegado hasta la masturbación y la sodomía. Haciendo de portavoz de su institución, Herr Ratzinger (o, como prefiere mi amigo César Gutiérrez, "Rat Singer") ha aprovechado su discurso para efectuar una especie de Mea culpa general, que creo que no sólo era necesario, sino que además era de las pocas cosas que le quedaban por hacer, dada la situación (que los medios de comunicación han tornado en crítica). 
Pero lo que más me sorprende es su siguiente paso, algo que casi parece un milagro a estas alturas de la historia y, sobre todo, de la biografía de Herr Ratzinger: hacer un llamado a la reflexión y, al parecer, también a la renovación de la Iglesia. Ahora, que tampoco hay que pegarse un tiro, porque no está hablando de una renovación del tipo revolucionario que propuso, algunos lo recordarán, Hans Küng en su famosa carta abierta a los obispos del mundo. No: lo que Ratzinger se pregunta es qué pudo estar mal en el mensaje de la iglesia para que las cosas lleguen a lo que han llegado. 
Bien, bien... ya lo digo, me parece muy bien que el cabrón (porque, pese a todo, eso es lo que es) baje la vista por unos segundos y acepte lo que ha estado pasando, y que luego vuelva a alzarla para tomar cartas en el asunto y tratar de superar el problema. Pero si bien le aplaudo la intención, no puedo hacer menos que fruncir el ceño y esbozar una sonrisa llena de sorna cuando leo sobre las dudas del papa. Es decir, ¿cómo va a preguntarse qué es lo que estuvo mal en el mensaje de la iglesia y en su "manera general de vivir la vida cristiana" un sujeto que defiende las ideas que él defiende? 
Vamos a ver: todos sabemos que la iglesia cristiana (y, dentro de su seno, la católica-apostólica-y todo ese rollo) avanza a paso de cangrejo, con más displicencia que temor en la mirada ante lo que traen los nuevos siglos, y sin muchas ganas de olvidar la gloria de los siglos precedentes al Renacimiento. Vale, bien: eso lo aceptamos como un caracter general. Pero no podemos dejar de reconocer, también, que Herr Papa es un caso particular dentro de este grupo. Al fin y al cabo, los problemas que ha enfrentado la iglesia bien pueden ser entendidos como una consecuencia directa de una forma de pensar que implica la intolerancia, el fervor patológico y el fetiche casi morboso por las fórmulas del pasado. Cuestiones que, de sobra está recordarlo, son parte del ideal de Herr Ratzinger, tal y como lo ha demostrado no sólo en sus escritos (que tanto significan para el pensar común o para el inconsciente colectivo, si quieren, de la iglesia) sino también en sus acciones (misas en latín, reapertura del infierno, etc.). 
Si a estas alturas ya no aplaudo más, pues a la hora de leer las conclusiones de Benedicto XVI ya no puedo hacer otra cosa que cortarme las manos. Aunque hay que reconocer que no me sorprendieron en lo más mínimo, ya que, al fin y al cabo, van con el carácter del regente del Vaticano. Hago una cita ilustrativa: "La destrucción psicológica de los niños, cuando los seres humanos son reducidos a un artículo a la venta en un mercado, es un signo aterrador de los tiempos". En otras palabras, que Herr Ratzinger no deja de reconocer dos cosas: en primer lugar, que los obispos y sacerdotes del mundo, como la propia comunidad cristiana en su integridad, cargan con un fardo de culpa; pero, de paso, que ese fardo lo comparten con los tiempos que corren, tan hechos por y para hijos de puta. ¿Solución desesperada? Supongo que el Mea culpa se convierte en medio Mea culpa, porque hay una cruz para el siglo XXI también. Porque claro: no está mal reconocer el factor temporalidad a la hora de enfrentar un problema, pero tampoco hay que aprovechar la situación para quitarse unas cuantas piedras de los bolsillos. 
¿Mis conclusiones? Pues la verdad es que ni idea: yo sigo riendo solapadamente y pensando, como un Hamlet cualquiera, que algo se pudre, pero en el Vaticano. Por supuesto que los dos aplausos que le he dedicado a Darth Sitheus los mantengo, y no se los quito, porque sigo de acuerdo en que eso estuvo bien planteado y bien hecho. Pero también creo que pudo estar mejor pensado, con un poco más de consciencia autocrítica, y sin tantas preocupaciones por lo que pudiera pasarle a su escalafón escolástico. ¿Llegará el día en que este sujeto y el calendario arreglen sus diferencias? Vaya uno a saberlo; yo, la verdad, lo dudo.

No hay comentarios:

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...