El de los géneros y etiquetas es un debate viejo como el sol y, sin embargo, tan bizantino y patético que, en el fondo, no merece todas las consecuencias que ha logrado. Obviamente, hablo de prejuicios, de gente que pone el grito en el cielo y los insultos tras el dedo alzado antes de haber visto, leído u oído nada, como si su sola convicción bastase para juzgar a las obras y a los hombres. Pero ya lo digo: pocas cosas son más peligrosas que un prejuicio. Fue un prejuicio (y el temor que alimentó) el que envió a la hoguera miles de libros (junto con sus autores, de paso) en los años de la Edad Media; fue el prejuicio el que envió a la guillotina, a las cámaras de gas o a los paredones de fusilamiento a miles de personas desde que el hombre es capaz de poner una palabra entre comillas. Y todo por una cuestión de géneros y etiquetas, como si el valor de una obra pudiese juzgarse sólo por su título.
El camino del género erótico ha sido, en este sentido, de los más inciertos. Partiendo del desnudo griego hasta nuestros días, parece que le hubiera sucedido de todo. Y todo parece haberse complicado desde que apareció en la mente de los hombres esa otra palabrita, "pornografía", más todos sus derivados.
Pero hagamos un breve repaso histórico. La palabra "pornografía" apareció como un resultado de la masificación, no en el marco de los mass-media, sino más bien en el de la imprenta, la revolución industrial y los orígenes de la fotografía. De hecho, el significado etimológico de "pornografía" es "dibujo (grafos) de prostitutas (porné)", y fue utilizado por primera vez, según mis cálculos, a fines del siglo XVIII por el mafistral escritor y pensador libertino Nicolás Restif de la Bretonne, en la Francia pre-revolucionaria (este último dato, insisto, no lo he podido confirmar). Pero la historia del término es lo de menos: lo que importa de verdad es la del prejuicio que lleva detrás, que es muy viejo... como la censura, para ser precisos, y sobre todo la censura cristiana que nació cuando el emperador Constantino de Roma se convirtió al cristianismo, con lo que empezó una nueva persecución: la de idolatrías paganas, de un lado, y la de cosas que insultan a dios, del otro. Desde entonces, las cosas se tornaron un poco más complicadas para el erotismo.
¿Alguna vez ha notado alguien que casi no hay arte hoy considerado "erótico" (es decir, fino, válido, erudito, clásico y estéticamente válido) que no haya sido tachado en sus tiempos por "pornográfico" (bajo, de mal gusto, vulgar, sucio, asqueroso)? Las pinturas de Carracci, el Decamerón de Boccaccio, Pietro Aretino, Sade, muchas de las películas que surgieron entre los años 60 y 70, los primeros desnudos fotográficos, Robert Mapplethiorpe, Nobuyoshu Araki... en fin, que la lista es inacabable. Así que, ¿dónde radica el juicio? ¿Quién lleva la razón? Hace unos meses leí en un blog un post en el que se planteaba la cuestión acerca de si un rostro femenino lleno de semen podía considerarse una obra de arte, y la discusión en los comentarios era larguísima. Porque claro: así como los parisinos del siglo XVIII no se podían imaginar que las asquerosidades del Marqués de Sade serían consideradas algún día como un clásico de la literatura universal, ni que se escribirían bibliotecas enteras sobre ellas y sobre su autor, nosotros tampoco podemos arriesgarnos a asegurar que lo que hoy llamamos pornografía no se convertirá algún día en Arte del bueno, en el más fino erotismo (incluídas las escenas de películas en las que cinco marineros violan a una rubia "inocente", o esas otras en las que el repartidor llega a entregar una pizza con chorizo extra a una casa llena de mujeres en pelotas). Y yo mismo he visto, en más de una ocasión, películas pornográficas que, a mi parecer, merecen un título mucho más ilustre (aunque en mi vocabulario personal "pornográfico" ya lo es).
Otro buen ejemplo serían las primeras fotografías eróticas: vistas desde nuestra perspectiva sigloveintiunera, son de lo más inocentes, y muy estéticas; pero, en sus tiempos, generaron una verdadera polémica, con suspiros del papa y todo. (Si no me creen, vean la foto que encabeza este post y díganme si la considerarían "pornográfica", ya que se trata de una de estas primeras fotografías de la industria porno).
¿Que si trato de hacer apología del porno? ¡Claro que sí! ¡Y creo que no podría ser más obvio! No digo que yo sea un gran pornógrafo (aunque lo he sido), pero me sigue pareciendo uno de los mejores géneros, por no decir de los más interesantes que hay, de todos los que ha creado la humanidad. Y, más estrictamente, lo que quiero lograr con esta reflexión es que la gente medite unos momentos acerca de qué tan lejos llega la justicia de los géneros, tan arbitrarios como pueden llegar a ser si es que nos andamos sin cuidado.
El camino del género erótico ha sido, en este sentido, de los más inciertos. Partiendo del desnudo griego hasta nuestros días, parece que le hubiera sucedido de todo. Y todo parece haberse complicado desde que apareció en la mente de los hombres esa otra palabrita, "pornografía", más todos sus derivados.
Pero hagamos un breve repaso histórico. La palabra "pornografía" apareció como un resultado de la masificación, no en el marco de los mass-media, sino más bien en el de la imprenta, la revolución industrial y los orígenes de la fotografía. De hecho, el significado etimológico de "pornografía" es "dibujo (grafos) de prostitutas (porné)", y fue utilizado por primera vez, según mis cálculos, a fines del siglo XVIII por el mafistral escritor y pensador libertino Nicolás Restif de la Bretonne, en la Francia pre-revolucionaria (este último dato, insisto, no lo he podido confirmar). Pero la historia del término es lo de menos: lo que importa de verdad es la del prejuicio que lleva detrás, que es muy viejo... como la censura, para ser precisos, y sobre todo la censura cristiana que nació cuando el emperador Constantino de Roma se convirtió al cristianismo, con lo que empezó una nueva persecución: la de idolatrías paganas, de un lado, y la de cosas que insultan a dios, del otro. Desde entonces, las cosas se tornaron un poco más complicadas para el erotismo.
¿Alguna vez ha notado alguien que casi no hay arte hoy considerado "erótico" (es decir, fino, válido, erudito, clásico y estéticamente válido) que no haya sido tachado en sus tiempos por "pornográfico" (bajo, de mal gusto, vulgar, sucio, asqueroso)? Las pinturas de Carracci, el Decamerón de Boccaccio, Pietro Aretino, Sade, muchas de las películas que surgieron entre los años 60 y 70, los primeros desnudos fotográficos, Robert Mapplethiorpe, Nobuyoshu Araki... en fin, que la lista es inacabable. Así que, ¿dónde radica el juicio? ¿Quién lleva la razón? Hace unos meses leí en un blog un post en el que se planteaba la cuestión acerca de si un rostro femenino lleno de semen podía considerarse una obra de arte, y la discusión en los comentarios era larguísima. Porque claro: así como los parisinos del siglo XVIII no se podían imaginar que las asquerosidades del Marqués de Sade serían consideradas algún día como un clásico de la literatura universal, ni que se escribirían bibliotecas enteras sobre ellas y sobre su autor, nosotros tampoco podemos arriesgarnos a asegurar que lo que hoy llamamos pornografía no se convertirá algún día en Arte del bueno, en el más fino erotismo (incluídas las escenas de películas en las que cinco marineros violan a una rubia "inocente", o esas otras en las que el repartidor llega a entregar una pizza con chorizo extra a una casa llena de mujeres en pelotas). Y yo mismo he visto, en más de una ocasión, películas pornográficas que, a mi parecer, merecen un título mucho más ilustre (aunque en mi vocabulario personal "pornográfico" ya lo es).
Otro buen ejemplo serían las primeras fotografías eróticas: vistas desde nuestra perspectiva sigloveintiunera, son de lo más inocentes, y muy estéticas; pero, en sus tiempos, generaron una verdadera polémica, con suspiros del papa y todo. (Si no me creen, vean la foto que encabeza este post y díganme si la considerarían "pornográfica", ya que se trata de una de estas primeras fotografías de la industria porno).
¿Que si trato de hacer apología del porno? ¡Claro que sí! ¡Y creo que no podría ser más obvio! No digo que yo sea un gran pornógrafo (aunque lo he sido), pero me sigue pareciendo uno de los mejores géneros, por no decir de los más interesantes que hay, de todos los que ha creado la humanidad. Y, más estrictamente, lo que quiero lograr con esta reflexión es que la gente medite unos momentos acerca de qué tan lejos llega la justicia de los géneros, tan arbitrarios como pueden llegar a ser si es que nos andamos sin cuidado.
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