Un día como el de ayer, un año atrás, recibí una de las noticias más duras de las que guardo memoria. Estando yo en Buenos Aires, me enteré por un amigo que me avisó desde Lima de la muerte de uno de los hombres a los que más he admirado y, de esa forma misteriosa que tiene la lejana admiración, querido: me refiero a Richard Wright, uno de los tecladistas más influyentes del siglo pasado y que participó activamente en la evolución y la renovación del rock progresivo al introducir cadencias y contrapuntos típicos del jazz al sonido de los sintetizadores y órganos hammond, a la vez que daba todo un nuevo sentido al uso de este tipo de instrumentos.
Hoy, la gente lo recuerda, indudablemente, como el que fuese tecladista y cofundador de la legendaria banda Pink Floyd; como miembro activo de la misma, participó en la composición de algunos de sus temas más memorables, sin olvidar que hizo por su cuenta algunos otros (The great gig in the sky es el ejemplo más notorio) de incomparable calidad de composición. Y, sin embargo, pocos somos los que, también, sabemos que hubo algo más, una carrera solista que, aunque breve, estuvo lleno de grandes y secretos tesoros. Una copa en alto, pues, señores, aunque el brindis llegue con un día de retraso: lo importante es, al fin y al cabo, ceder a la memoria de un hombre que, nadie puede dudarlo, fue grande. Salud, pues, por Rick Wright.
Incluyo, claro está, una canción de Richard Wright (Breakthrough), interpretada por él mismo junto a David Gilmour y su banda durante el Meltdown Festival organizado por éste. Espero lo disfruten.
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