Acabo de reparar en el hecho de que, hoy, se cumple un año más de la memoria de Luis Cernuda, uno de los más grandes poetas de los que han pisado la tierra. O, si se quiere, el polvo, que es de lo que parece hecha la poesía de Cernuda: polvo de momentos, de recuerdos, de sensaciones, de esperanzas... Yo lo recuerdo, junto a Vicente Aleixandre, como lo más alto que ha dado el mundo la llamada "Generación del 27", y a sus versos debo algunos de los instantes de lectura más íntimos. Porque la suya es eso: una poesía intimista, profunda, descarnada y que, sin embargo, se mantiene siempre a la expectativa de algo más, pese a no poder librarse del pasado en ningún momento, pese a saberse condenado por él.
Sevillano de nacimiento, español en su nostalgia, muerto en el exilio mexicano: su vida, de alguna forma, se parece a una larga melancolía, o a un breve poema. Ya lo se: frases como estas son incómodas; en este caso, al menos, me son ineludibles y, en todo caso, no pecan de falsas. Y es que, ¿de qué otra forma hablar de un poeta al que se ha sentido con tanta fuerza y que es, a la vez, lo bastante ambiguo como para ser preciso? En el arte del buen verso, Cernuda se guarda un sitio en la cumbre. No importa que los muchos dediquen más atención a, digamos, García Lorca: los pocos que sabemos quién es Cernuda, nos sabemos dueños de un tesoro inestimable. Los poemas que se suman en Donde habite el olvido, por ejemplo, y a los que Sabina debe la inspiración de alguna letra, dejan como una sombra en el lector que nunca terminará de pasar. Y aquellas palabras con las que empieza el libro, son sencillamente preciosas:
"Como los erizos, ya sabeís, los hombres un día sintieron su frío. Y quisieron compartirlo. Entonces inventaron el amor. El resultado fue, ya sabéis, como en los erizos.
¿Qué queda de las alegrías y penas del amor cuando éste desaparece? Nada, o peor que nada; queda el recuerdo de un olvido. Y menos mal cuando no lo punza la sombra de aquellas espinas; de aquellas espinas, ya sabéis.
Las siguientes páginas son el recuerdo de un olvido."
Una copa en alto, pues, por Luis Cernuda. Y, ya que estamos en la fecha, no dejar de repasar alguno de sus magníficos poemas (ya que la ocasión y los medios lo ameritan, les dejo uno bastante breve, pero que basta para hacerse una idea del genio, tan particular, de este poeta). Salud, pues.
Alegría de la soledad
A solas, a solas,
camino de la aurora,
bajo las nubes cantan,
blancas, solas, las aguas;
y entre las hojas sueña,
verde y sola, la tierra.
Rubia, sola también, tu alma
allá en el pecho ama,
mientras las rosas abren,
mientras pasan los ángeles,
solos en la victoria
serena de la gloria.
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