No sé cómo no se le ocurrió a Roald Dahl que esta hubiera sido la continuación perfecta de su libro. A ver: Charlie es un pobre niño que no liga ni con su perro, y que lleva ya unos cuantos años sin ver más acción que la que puede arrancarle a su mano. Un día, escucha una noticia increíble: que un legendario y veterano follador, amo de uno de los más grandes imperios del porno, ha escondido diez billetes dorados en las revistas que publica regularmente, y que abrirán a los afortunados la mansión donde ocurre toda la magia. ¿El título? Qué se yo: Charlie y la fábrica de fantasías es una idea; otra, Charlie y la mansión del sexo. La película, obviamente, la tendría que rodar Playboy.
Pero dejémonos de desvaríos, y pasemos a comentar la maravillosa realidad (pocas cosas me fascinan más que estas cuando a la realidad le entra por imitar a la literatura). Recién me entero (vía la siempre precisa "Orgasmatrix", of course) de que Hugh Hefner, "el abuelo más envidiado del planeta", según Orgasmatrix, ha llevado a la realidad la fantasía de Dahl, sólo que no exactamente para regalar chocolates (o, en todo caso, no los mismos chocolates): diez billetes dorados ocultos, cada uno en una de los 200.000 ejemplares de la última publicación de la revista "Playboy", serán ahora el sueño de millones de aspirantes a Charlie: los afortunados harán un tour privado por la legendaria Mansión Playboy, podrán conocer tanto a Hugh como a sus "conejitas" y, de paso, tendrán "la noche de sus vidas", según rezan los billetitos, donde se anuncia una tal "Midsummer night's dream party" de la que, lo tengo por seguro, todos querríamos participar. (Menudo nombre para la fiesta, dicho sea de paso. ¿Cómo sería si Shakespeare escribiera para Playboy? Hefner es un genio, por eso y muchas cosas más, como dice el villancico).
Claro que, para todos nosotros, sólo queda imaginar este mágico recorrido por el Paraíso, mientras envidiamos con anticipación a los que ganarán el derecho a cruzar sus puertas. Tendré que insistir con la pregunta: ¿quién demonios necesita a Willy Wonka? ¡Si lo que hace falta son más Hefners! Obviamente, esta iniciativa va a ser un éxito: de sobra saben Hefner y su cuadrilla de marketing que todos los hombres del mundo sueñan con ser como el legendario Hugh. Y nada más que decir. ¿O sí?
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