Que no los engañe el título: aquí nadie está frunciendo el ceño, ni mucho menos poniendo moralinas sobre la mesa. Esta celebración va muy en serio, y la recibo con un vaso bien en alto. Chavela Vargas, la grande, la única, la voz que más sentimientos arrastra del repertorio de voces femeninas ya no sólo de México, sino de toda la lengua hispana, no se deja detener por la edad (¿qué son, después de todo, 91 años?) ni por dios, ni por nadie, y ha lanzado, a estas alturas del camino, todavía un disco más: Mi culpa.
Un título tremendo, dicho sea de paso, y que es casi un acto religioso, sólo que dedicado a deidades paganas. Mi culpa es algo más que otro disco de Chavela: es una firma sobre la carne todavía caliente, sobre la que se derrama unos chorros de tequila. Se trata de un canto a viva voz, y muy propio, ya que el disco ha sido dirigido por su autora, que ha sacado adelante todo el proyecto, incluída la selección de las canciones, de los músicos y de las voces que le hacen el dueto.
Y sobre estos tres puntos todavía cabe decir algo más, ya que, según me entero, este disco contiene una selección de las canciones preferidas de la Vargas, que se ha acompañado de las voces de algunos de sus inseparables compañeros de años de parranda, música y botellas para terminar de hacer de Mi culpa una verdadera fiesta. Entre los invitados están las mexicanas Eugenia León y Lila Downs, además del infaltable Joaquín Sabina (con el que ya la hemos escuchado entonar algunos temas, desde Noche de bodas hasta las que compartieron en el escenario cuando el tributo a José Alfredo Jiménez).
Como les decía, toda una ocasión para sacar las botellas de los armarios y de debajo de la cama, servir los vasos y las copas a rebosar, empuñar las guitarras y dejar a su libre albedrío a las gargantas y los corazones. Mi culpa es una verdadera excusa para celebrar, mientras el escenario le sigue tiñendo las canas a esta verdadera Maestra, a esta mujer que es, realmente, única en su especie (y todos nosotros lo sabemos muy bien). Olé, Chavela, ¡olé!
Y, porque no hay fiesta en la que deba faltar la música (y porque hay ocasiones que sólo se pueden acompañar con rancheras), dejo esta canción por la Vargas, que nunca es malo el momento para oírla. (Fuente de la noticia: 20minutos.es)
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