jueves, 24 de diciembre de 2009

Reflexión Navideña


Como todos bien lo sabemos, esta noche de Navidad celebramos el nacimiento de Jesús, una ocasión de paz, amor, solidaridad y familia... ¿o podría no ser así? ¿Es que acaso cabe la posibilidad de que corra oscura la sangre por alguna de las venas de esta fecha favorita de los niños y las señoras, y tan temida por los pavos?
Esta es una idea que se me vino a la mente unos meses atrás, mientras conversaba con algunos amigos sobre temas y motivos bíblicos. En el transcurso de esa charla, reparé en los pasajes del Evangelio de san Mateo en los que se nos narra la matanza de los recién nacidos por la orden de Herodes, y la fantástica imágen que tradujo de ellos Pier Paolo Pasolini para su película sobre ese mismo Evangelio. Y qué les puedo decir: hay motivos que podrían ser un poco más oscuros, tan retorcidos como sólo podría serlo la mente de Dios.
El Jesucristo de la novela de Saramago sufría de terribles pesadillas en las que recreaba la noche en que fueron asesinados todos aquellos bebés en su nombre: la culpa lo atormentaba. Pero, recordémoslo, existe un argumento teológico según el cual todo lo que ocurre tiene un fundamento en el Plan Divino. Así, la matanza de los recién nacidos habría sido algo más que un simple hecho contingente: más bien, sería una suerte de acto ritual, necesario para llevar a cabo la encarnación del Dios en la Carne.
Bien visto el asunto, nada de esto sería una novedad: los sacrificios están en todas las religiones primitivas, y cumplen un rol muy importante. ¿Qué tendría de extraño el que, para poder nacer el hijo de Dios, fuese necesario derramar la sangre de los inocentes, de los más lejanos al pecado, de los todavía puros? Nada, pues, y gracias a aquel ritual se haría posible la venida de Jesús (que hasta los ateos tenemos que reconocer que sucedió, y aún Tácito nos lo confirma). Pero bajo qué condiciones lo hizo, es materia de otra discusión, que esbozo aquí.
Pero eso no significa, claro está, que no me voy a pasar una buena noche de panetón, chocolate caliente y pavo, que es de las mejores del año. Y, concluyendo con esta reflexión, el Café del Desencuentro le desea a todos sus lectores una feliz y menos sanguinaria Navidad, de paso que un resacoso año nuevo.

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