Hay que decirlo: la memoria tiene un rol que cumplir entre nosotros. Y no, no podemos negarlo: un Museo de la Memoria se hace no sólo importante, sino hasta necesario; un recordatiorio constante y físico que, reflejándonos, nos llame siempre a la vieja reflexión sobre la violencia que entre nosotros, peruanos, se mantiene tan vigente como entre cualquier otro grupo, pero con sus particulares: la memoria, en este caso, no es solo de las atrocidades del pasado, sino también de la injusticia y de la existencia de todos esos "otros" que, hasta la aparición de la CVR, parecían no existir para la legalidad ni para la consciencia masiva, política (como detesto tener que usar esta palabra) y social. Ante todo, pues, creo que sí, que un Museo de la Memoria es importante.
Que contrae riesgos, quién lo duda: tampoco se trata de vivir atados al rencor como, me parece a mí, sucede en muchos sectores en Argentina, donde el recuerdo del terror durante el gobierno militar sigue vigente como una llaga en carne viva. Pero el peligro no es una excusa, y siempre es necesario reflexionar sobre la violencia; no tanto porque tenga que ver con el progreso moral o social (de los que descreo ontológicamente), sino porque se trata de algo profundamente ligado a nuestra propia condición como seres humanos, y la memoria colectiva sigue siendo parte de nosotros.
Lo que sí me tiene muy pensativo es la postura de Mario Vargas Llosa al respecto. Él, hay que anunciarlo de antemano, es miembro del directivo que quiere fundar dicho museo, pero su visión se me hace un tanto... ambigua, al menos de acuerdo con la entrevista al escritor publicada el día de hoy en "El Comercio". No me extenderé demasiado al respecto, pero lo cierto es que no me gustan algunas de sus afirmaciones, en particular en lo referente a una "Verdad Absoluta" que hay que buscar (siempre desconfío de los defensores de Verdades Absolutas), porque una verdad absoluta, en este caso, no es otra cosa que el reflejo de la otra Verdad, la del Terror, vuelta al revés por el espejo, e igualmente temible. Y, en segundo lugar, ¿a qué tanta apología de las FFAA? Porque hay qe decirlo: sí que jugaron un rol terrible y violento, bajo órdenes o no, y así no se haya tratado de el grupo entero de militares. Hay que reconocer las cosas tal y como suceden o sucedieron, tratando de capturar la mayor cantidad de perspectivas posibles, o hablar de la memoria no tiene el menor sentido.
Dejo, pues, este breve comentario, y pongo mi voto a favor de este Museo de la Memoria. En cuanto al siempre admirable escritor y dudoso opinador Vargas Llosa, sólo le deseo lo mejor para llevar a cabo sus proyectos, pero le aconsejo también repasar sus convicciones.
Que contrae riesgos, quién lo duda: tampoco se trata de vivir atados al rencor como, me parece a mí, sucede en muchos sectores en Argentina, donde el recuerdo del terror durante el gobierno militar sigue vigente como una llaga en carne viva. Pero el peligro no es una excusa, y siempre es necesario reflexionar sobre la violencia; no tanto porque tenga que ver con el progreso moral o social (de los que descreo ontológicamente), sino porque se trata de algo profundamente ligado a nuestra propia condición como seres humanos, y la memoria colectiva sigue siendo parte de nosotros.
Lo que sí me tiene muy pensativo es la postura de Mario Vargas Llosa al respecto. Él, hay que anunciarlo de antemano, es miembro del directivo que quiere fundar dicho museo, pero su visión se me hace un tanto... ambigua, al menos de acuerdo con la entrevista al escritor publicada el día de hoy en "El Comercio". No me extenderé demasiado al respecto, pero lo cierto es que no me gustan algunas de sus afirmaciones, en particular en lo referente a una "Verdad Absoluta" que hay que buscar (siempre desconfío de los defensores de Verdades Absolutas), porque una verdad absoluta, en este caso, no es otra cosa que el reflejo de la otra Verdad, la del Terror, vuelta al revés por el espejo, e igualmente temible. Y, en segundo lugar, ¿a qué tanta apología de las FFAA? Porque hay qe decirlo: sí que jugaron un rol terrible y violento, bajo órdenes o no, y así no se haya tratado de el grupo entero de militares. Hay que reconocer las cosas tal y como suceden o sucedieron, tratando de capturar la mayor cantidad de perspectivas posibles, o hablar de la memoria no tiene el menor sentido.
Dejo, pues, este breve comentario, y pongo mi voto a favor de este Museo de la Memoria. En cuanto al siempre admirable escritor y dudoso opinador Vargas Llosa, sólo le deseo lo mejor para llevar a cabo sus proyectos, pero le aconsejo también repasar sus convicciones.
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