viernes, 10 de junio de 2011

Tocayaje: Santi Guillén y Yabo Torbo


Hoy quiero hablarles de uno de mis hermanos. No es la primera vez que lo hago, porque aquí en el Café nos hemos tomado muy a pecho lo que hace, registrando paso por paso el desarrollo de su proyecto musical, pero hoy quiero sacar un poco más las vísceras a relucir, y no sé si será culpa de la resaca o qué, pero lo cierto es que hoy me siento autobiográfico. 
España (máter severa, pero que no usa ropa interior) ha querido metérseme en la vida para alegrarla un poco. Su música y sus toros me han acompañado desde que tengo memoria, y con el paso de los años empecé a interesarme por su historia y su cultura, a contagiarme de su negro sentido del humor y a emborracharme con sus vinos, en crudo o en versión tinto de verano (ya se podrán imaginar que mis amigos me joden por la hispanofilia... qué se le va a hacer). Y, sobre todo, España me ha deparado hermandades de hierro, amigos de esos que queman biblias por uno y que están allí, como dice el cliché, en las buenas, en las malas y en las juergas. 
Hoy, pues, quiero hablar de mi hermano, mi tocayo murciano, el gran Santi Guillén. Músico, ingeniero de sonido, compositor, letrista, y toca la guitarra... que te cagas de pie. Nos conocimos en Buenos Aires, allá por el 2008, vía una amiga común, María Villegas, una española con la que compartía departamento en Borgeslandia. Ni bien nos conocimos hicimos buenas migas, y a la primera borrachera ya éramos hermanos de sangre. Jamás olvidaré esas tardes eternas en las que, armados de guitarras y cigarros, tentábamos a los vigilantes nocturnos de las puertas del Infierno. Que si él me enseñaba los acordes de alguna canción de los Beatles, que si yo le enseñaba a tocar rancheras y tangos... a la noche llegábamos con el humor templado para jugar al mus entre las cervezas y los vinos, y a la madrugada la mandábamos a dormir sin beso de buenas noches. Después, en Lima, hemos compartido más de un blues bajo el sol enfermo de mi maravilloso Barranco. 
Pasan dos, tres años. Él, ahora, estudia música en Madrid, aunque tenga las venas a la orilla del Mediterráneo y el corazón (y el hígado) entre Lima y Montevideo. Yo, cómo no, encerrado entre las cuatro paredes de mi vida, siguiendo la misma ruta que va de mi casa a la universidad y de ahí al bar de la esquina, tomándome el tiempo que pueda para hacer de periodista. Voy recibiendo noticias suyas: que algo se está armando, que el huevo que empollaba empieza a abrirse, que un documental por ahí... hasta que de pronto llega a mi casa un cartero (¿todavía quedan carteros?) y me entrega un paquete: el primer disco de Yabo Torbo, el dúo dinámico y musical del que forma parte mi compadre Guillén (que no sólo el apellido lo tiene de poeta, eh). Le he dado mil vueltas, he escrito alguna crítica por aquí, y sueño con el día en que nos pongamos de pie sobre el mismo escenario para cantar a viva voz y botella en mano esa que se llama Me dispongo a morir
Urbano y sin embargo etéreo, Santi Guillén es de ese tipo de personas que pueden imaginar el Paraíso aunque tengan los pies metidos en una cloaca. "Mirando las estrellas", como decía Oscar Wilde. Bien parado sobre la tierra, dando a la cara a la vida, todavía se puede dar el lujo de soñar y, lo que es aún más importante, de luchar por algo en lo que cree. Yo, que soy un escéptico nato, siempre lo he admirado por eso, por la fuerza con la que puede seguir un ideal, eso para lo que yo soy un negado. Y, encima, el muy cabrón se da el tiempo de vivir, de gastarse noches y días y de ser uno de los tipos más divertidos y más de puta madre que he conocido.
Memorial de las noches sin memoria... veamos lo que puedo rescatar de las lagunas que la vida me va dejando... 
Estamos en el departamento de Buenos Aires yo, mi tocayo el Santi, y el soperuano Jorge Chávez, leyenda viva de los arrabales más macabros. Sobre la mesa, botellas vacías de cerveza, tal vez una de pisco, y otra a medio vaciar. Surge, después de varias horas de charla, el tema de la masturbación. Risas, ejemplos, alguna anécdota, más risas y de pronto sale Santi con la metáfora perfecta: "Puñalada de carne en barra". Poco después (o antes... ya no lo recuerdo) nos aleccionaba con dos sentencias de gran sabiduría y la más poética belleza (haz memoria, Tripi): "Si hay pelito, no hay delito" y "Si pesa más que un pollo, me la follo". Carcajada general, otro brindis, y ya no recuerdo lo que sigue. 
Esta copa, pues, la levanto por Santi Guillén, mi hermano y sin embargo amigo, mi tocayo del otro lado del charco, mi cófrade en esta cantina de la poesía del fracaso. Breve y necesario homenaje, de paso que luz verde a la memoria. Es que a mí las resacas me ponen sentimental. Venga, dejémonos de mariconadas: otra botella, y un poco de música. Con ustedes, Santi Guillén. 


4 comentarios:

fiona dijo...

Si es que los murcianicos tenemos arte coño! jajajaj. Hoy levanto yo mi copa! ;)

1besico

Tripi dijo...

Oye, Santi, qué bonito post, ostiaaaaa¡¡¡

Tu colega, si lo ha leído, debe de estar corriéndose de gusto.

Y sí, si hay pelito, no hay delito.

Vuelvo en un rato, que hoy es lunes y voy a arreones...bufff.

Esa copa, Santi, bien alta, coño¡¡¡

Santiago Bullard dijo...

Fiona: Pero claro que lo tienen! Con qué gusto brindo contigo hoy (y siempre), guapa!

Santiago Bullard dijo...

Tripi: Pues eso espero, jaja. Aún no se ha manifestado, la verdad, aunque me escribió hace unos días. En cuanto a las sentencias, van para misa, jaja.
Esa copa!

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