martes, 5 de abril de 2011

Pornotopías


Dijo alguna vez Bertrand Russell que si una obra te la ponía dura, entonces era pornográfica. Sinceramente, no tengo idea de en qué contexto dijo o escribió estas palabras el buen viejo filósofo, pero también es verdad que me cuesta imaginarlo repartiendo moralinas respecto a asuntos de esta calaña (porque vamos... ¿al hombre que, después de no sé cuántos divorcios, escribió un libro titulado Matrimonio y moral? ¿Al autor de ese extraordinario libro de ensayos que se llama Elogio de la ociosidad? ¿En serio?). En todo caso, habría que preguntarse qué tiempos corrían, porque hay que reconocer que, hoy por hoy, las cosas han cambiado muchísimo: no sólo es que en estos tiempos que corren haya gente que considere (y exija al resto) que la pornografía sea considerada como un género del barrio de las artes, sino que la actitud general frente al fenómeno erótico-pornográfico ha dado un giro radical, sobre todo en los últimos cincuenta años, y mucho más aún desde que apareció y fue complejizándose el Internet. Sin ir más lejos, hace cosa de apenas una hora leí un artículo en una página española (ahora no recuerdo cuál... pero podría buscarla) en la que comentaban cómo la industria del porno se había convertido en una verdadera oportunidad laboral, con muy buenos ingresos, y sobre todo en estos tiempos difíciles. 
Al viejo problema de los géneros (que cuál es el consabido límite que separa a la pornografía del erotismo y demás) no voy a referirme ahora, porque ya lo he hecho muchas otras veces, y hasta he colgado por aquí la reproducción de una conferencia que di sobre la materia en la Universidad Católica (el título es "Entre Eros y Porné: el neblinoso límite de los géneros"). En cambio, lo que me interesa es volver la vista, por unos momentos, al estado de la cuestión, reflexionar un rato, recordar algunas obras y, finalmente, dejar el lugar para dejarlos a ustedes masticando todos estos asuntos. ¿Les parece? Bien: vayamos a ello. 
Hasta el día de hoy, no termino de decidir mi actitud respecto a todos los detalles de la actualidad. Es decir: ¿realmente empezamos a librarnos del bulto del prejuicio y el tabú, ese par de palabras infladas e inútiles, que no son más que la estupidez puesta al nivel de sobremesa? A primera vista, parece que sí. A segunda... pues también. En cuanto a la tercera, que cada cual lo decida: ¿puede esta liberación de las fronteras entre género y otro, esta redefinición de "lo aceptable" y, aún, de "lo bello", no ser otra cosa que una oveja disfrazada de lobo? ¿Es que acaso el mundo esconde su pudor echando un grito -y la ropa interior- al cielo? Eso no lo sé, y como no cuento con más datos que los que mi intuición y unas pocas observaciones de campo me ponen a mano, pues tampoco puedo consolidarla. De hecho, hay un tema que tengo pendiente aquí hace mucho, aunque he publicado un artículo al respecto en una revista local, sobre el deseo de generar un espacio compartido y algo a lo que se pueda llamar "intimidad" en el consumo de pornografía y la sexualidad virtual. Pero como digo, esa es materia que dejo para otro momento. 
En todo caso, las dos primeras revisiones del estado de la cuestión son algo más que esperanzadoras: con cada día que pasa, aparecen miles de nuevas páginas dedicadas al porno en Internet, y muchas de ellas ya echan mano de las tecnologías del estilo Youtube y todo. También están los maravillosos blogs que dedican su actividad a tan santo oficio, y de entre ellos creo que merece una mención especial Orgasmatrix, que encima tiene la delicadeza de darle un toque personal a los videos y noticias que van colgando diligentemente día tras día. En otras esferas, ya existe una revista como X-Art, que plantea, muy explícitamente y con maravillosas fotografías, que la pornografía cuenta con una estética propia, sensual y maravillosa, que puede ser disfrutada con tanta justicia, calidad y goce como cualquier otro clásico de entre las artes, más allá del erotismo como tal. O, si lo prefieren, que hacerse unas pajillas tiene tanta dignidad como leer Ana Karenina, Los miserables o cualquiera de las obras de Shakespeare. 
Como les decía, las dudas me agarran del cuello cuando paso al nivel de la sobremesa, y sobre todo cuando trato de pensar en casos distintos al mío (porque tengo la suerte de tener una familia con muy buen sentido del humor, mentalidad abierta y pocas ganas de joder). ¿Cuántos de los que hoy defienden la pornografía con tanto fervor, atacando los viejos prejuicios y las morales envejecidas con furia y vinagre, se quedarán tan tranquilos el día que se encuentren con sus hijos/-as viendose una porno y machacándose el ganso? Ese es el problema de los prejuicios: que son una enfermedad contagiosa de la que no nos enteramos hasta el día en que Judas viene a bailar calato frente a nuestras propias narices. Y me disculparán, pero de nuevo insistiré en dejar este punto para otra ocasión. 
Porque lo importante, supongo, es que de un modo u otro empieza a verse ese cambio de actitud, ese giro de 180 grados hacia una noción mucho más abierta y, creo yo, sana de la sexualidad humana y el consumo por el más primitivo y suculento de los placeres. ¿Eso significa que creo en una utopía pornógrafa? ¡Pues tampoco! Siempre es mejor tener dos voces en el debate. Pero la "dignificación del porno" (como le llaman algunos) me sigue pareciendo algo loable, que merece una copa bien en alto. ¿Será que de a pocos vamos aprendiendo un poco lo que significa ya no sólo la palabra "tolerancia", sino también lo que significa ser humanos? De nuevo, ni idea. Que cada cual piense lo que quiera. 
Pero dejémonos de tanta palabrería, y pasemos mejor a los hechos. Abran bien los ojos y echen un vistazo a estas dos fotografías: 
                                                                                       

Bien: imagino que muchos de ustedes (no digo todos, porque conozco de sobra el carácter de algunos de mis queridísimos lectores, y ya saben lo que digo sobre los gustos y sabores) estarán pensando que esta comparación no tiene ni pies ni cabeza: la primera foto, me dirán, es más "clásica", "elegante" y "sofisticada". Habrá alguno que lo dirá sólo porque está en blanco y negro, pero la pura verdad es que sí es cierto que es una obra maestra, pero no por el blanco y negro, sino por los juegos de luces y sombras, la captación de texturas y, sobre todo, por la forma en que se ha capturado la sensualidad en la imagen (dicho sea de paso, el autor no es otro que Helmut Newton, uno de los pesos más pesados de la fotografía de desnudos del siglo pasado, y uno de mis favoritos). La segunda la he tomado de Sapphic Erotica, que algunos imagino que conocerán -de sobra-, que bien vista no es mejor que muchas otras páginas de la industria del porno. Pero eso no es lo que viene a cuento: no se trata de decidir qué foto es mejor, ni qué fotógrafo hizo un mejor trabajo. Eso no importa, porque es una comparación vacía, que ni siquiera tiene sentido. Mejor vuelvan a verlas y díganme: ¿acaso no hay belleza tanto en una como en otra? Bellezas muy diferentes, de acuerdo, pero belleza al fin y al cabo. También sensualidad, y ese obscuro sentimiento de satisfacción estética y erótica que nos agarra por algún lugar de los riñones y nos permite hacer una sutil pero perfecta catarsis. 
Los pornógrafos del mundo (los verdaderos, los tipos duros) saben mejor que nadie que este tipo de cosas están dichas de más, porque todo esto se entiende desde antes de empezar a pensar, y todo lo que importa, en el maravilloso universo del placer, es eso: el placer, y nadie tiene por qué hacer preguntas. Pero hay quienes no resistimos las ganas de explayarse un poco, y también están los que necesitan que se les de una explicación, otro par de lecciones, y un estatequieto. Y todo porque algunos pensamos que hay territorios como el del porno, que son sagrados porque son maravillosamente impuros. Una mano sujetando la copa bien alto, señores, y la otra debajo de la mesa, rascando tripa. 

La canción que viene a continuación es, en realidad, una mierda. Pero los que, como yo, pertenecen a la "Generación Cueros", y recuerdan con nostalgia la programación de las doce de la noche en el hoy desaparecido canal Uranio 15, le guardamos un cariño especial. Así que... ¿cómo dejar de colgarla por aquí, dada la ocasión?
 

4 comentarios:

Ronald Adolfo Orellana. dijo...

SANTIAGO:

Hace un tiempo leí tu conferencia titulada: “Entre "Eros" y "Porné": el neblinoso límite de los géneros” donde planteas que la dicotomía entre lo pornográfico y lo erótico es un claroscuro. Tus planteamientos son bastante interesantes, son excelentes, hasta hiciste que bajara la película Calígula para seguir tu conferencia con el ejemplo que utilizas (quiero confesarte que antes de leer tu articulo no había visto Calígula, está muy buena la película, desde tu sugerencia la he visto varias veces) y ahora me sorprendes con tu nuevo post relacionado con el tema. Eso me hace pensar que tienes suficiente material para hacer algo más grande: te felicito y te envidio por tu acuciosidad.

Siempre te leo, aprendo mucho de tu blog, aunque últimamente no te comente, porque en los últimos meses he andado corriendo, con poco tiempo, ya sabes, el trabajo y algunos proyectos sociales que desarrollo. Por eso son pocas mis incursiones por internet.

Te quiero hacer un regalo (es algo simbólico) te lo enviaré por correo.

Una cosa: “ESTÁN GUAPAS LAS EDECANES….!!!!! CON TU PERMISO: ME QUEDO CON LAS CUATRO…!!!!! JEJEJEJEJE ”

SALUDOS FRATERNOS COMPAÑERO DE MIL BATALLAS.

Santiago Bullard dijo...

Siempre eres bienvenido por estos lares, Ronald. Dile a las chicas que te lleven un trago (y cualquier otra cosa que se te apetezca) a la mesa: esas están a disposición de los amigos.

Y si: el tema "sexualidad" me interesa mucho en todos sus matices. Trato de reunir material, ver lo que pasa por ahí, estar al día... y meterle duro al rollo. No sólo es fascinante, sino también divertido.

"Calígula" es un peliculón. Una joya de Tinto Brass, y queda lo bastante del guión original de Gore Vidal como para que brille de sobra. Qué bueno que te haya gustado. Saludos, compadre. Todavía quedan batallas... ¡Por suerte, carajo!

Ronald Adolfo Orellana. dijo...

SANTIAGO:
Gracias por tus palabras, con respecto al tema de la sexualidad, te sugiero el libro: “Eros y Civilización” de Herbert Marcuse, yo sé que ya los conoces, aquí el viejo Marcuse sigue la veta freudiana, que creo puede servirte para un estudio ecléctico, es uno de mis libros de cabecera, si te has fijado: lo cito casi siempre que tengo la oportunidad.

Durante el tiempo que duró mi formación académica algunos de mis profesores criticaban mi eclecticismo, y me alegra saber que hay alguien que es tan ecléctico como yo, aunque la palabra ecléctico suene a ofensa jejejeje…!!! Pero bueno, me decían el “Ecléctico Prepotente” jejejeje…!!! Esta muy bueno el sobrenombre… suena algo así como el “Curioso Impertinente”.

Me quedo con las chicas, te mandan besitos y dicen que te extrañan…!!!

UN ABRAZO EN LA DISTANCIA Y SALUDOS FRATERNOS…

Santiago Bullard dijo...

Las muy zorras... ya les voy a enseñar yo quién es el jefe. Tal vez me consiga otras cuatro, para variar el menú. Si no, van a decirme a mí el ecléctico impotente, y eso suena a mala fama, jeje.

"Eros y civilización" lo tengo leído y releído de adelanta hacia atrás y viceversa. Es una de las obras más sólidas que nos ha quedado de la Escuela de Frankfurt, y aunque tenga cosas muy desfasadas, también tiene otro montón de cosas que enseñarnos. Sobre todo en tiempos como los que nos ha tocado vivir, creo que su vigencia es muy particular (he escrito algo al respecto por aquí... sólo que no recuerdo cuándo).

Ahora me voy a tener que llevar mi resaca a cumplir con sus "obligaciones" civiles, que para mí es tan simple como ir a viciar mis votos para que se enteren de lo que pienso de la responsabilidad cívica que me atribuyen los de la ONPE. Que viva el voto optativo, carajo, así nos dejan dormir nuestras resacas en paz y como satán manda. Un abrazo. Ya habrán noticias mías.

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