Es bueno saber que, más allá de lo que Susana Villarán entienda por "democracia", la gente reacciona a las medidas estúpidas (lo siento, pero no hay otra palabra) que algunos que tienen algo parecido al poder creen que nos pueden meter como y por donde quieran. Sí, señores: hablo de la Ley Zanahoria, esa pachotada de aires fascistas (alguien ya lo dijo antes que yo) que, vaya a saber dios o quien se le parezca por qué, algunos creen es la mejor solución, cuando ni siquiera llega a ser eso. Y, mucho menos aún, un "triunfo para la democracia", como dice Susana Vilarán, aparentemente sin entender qué demonios es la democracia. En fin, que las palabras de hoy no serán las mías (aunque ya me tocará el turno otra vez; lo juro), sino de mi tío, el abogado Alfredo Bullard, que entiende estas cosas desde un ámbito mucho más cercano. Lo que transcribo aquí es un texto que publicó él en su blog, Semana Económica (pueden ver la entrada original si entran en esta dirección: http://blogs.semanaeconomica.com/blogs/prohibido-prohibir/posts/el-efecto-zanahoria), y que lleva por título El efecto Zanahoria. (También se pudo haber titulado La zanahoria mecánica, creo yo). En fin, que les dejo el texto, para que lo mastiquen, y a ver si de una vez por todas los que tienen el poder para hacer este tipo de cosas empiezan a dedicarse a hacer cosas trascendentes o, siquiera, útiles.
El efecto Zanahoria
por Alfredo Bullard
¿Sabía usted que al año fallecen en el Perú entre 3,000 y 4,000 personas en accidentes de tránsito? Y que un número mayor de personas quedan heridas, muchas con daños irreversible. Y eso es sin contar los millonarios daños patrimoniales de este tipo de accidentes. Dado que son los automóviles los que causan estos daños sugiero sacar una norma que prohíba los automóviles. Finalmente, “Muerto el perro se acabó la rabia”.
Y hablando de perros, cada cierto tiempo vemos noticias sobre ataques de perros a ciudadanos. Varios de esos ataques han resultado en lesiones serias a personas, incluidos niños. Sugiero prohibir la tenencia de perros para evitar que esos hechos se repitan.
No dejo de asombrarme con el número de salvavidas que uno ve en las playas. El número de personas que sufren incidentes en el mar no es deleznable. Y todos los años tenemos un saldo lamentable de personas que se ahogan. Sería, por tanto, bueno prohibir que la gente se bañe en todas las playas para evitar estas desgracias.
Muchas personas saltan de los puentes y edificios para suicidarse. Su altura causa la muerte de quienes saltan. Deberíamos, entonces, limitar la construcción de cualquier estructura arquitectónica para que no supere una altura de la que una caída causaría la muerte (me imagino que sería un piso).
La experiencia demuestra que una buena cantidad de los policías que patrullan las calles son corruptos (me atrevería a decir que la mayoría). Deberíamos, por consiguiente, cerrar la Policía para evitar actos de corrupción.
Podría seguir con una serie interminable de remedios a varios de los problemas que nos agobian. Las soluciones que propongo parecen ridículas. Una buena cantidad de viajes de automóvil (la inmensa mayoría, casi la totalidad) se realizan sin que ocurran accidentes. Y la mayoría de los que ocurren no son graves. Si prohibimos el automóvil castigamos a todos por eventos que afectan a un número relativamente reducido de personas.
Y lo mismo se puede decir de tener perros, nadar en el mar o construir un puente o un edificio. Y tampoco parece lógico solucionar la corrupción policial eliminando a la Policía.
Un Estado que toma alguna de las medidas sugeridas mostraría su incapacidad para enfrentar problemas. Renuncia a lo que le toca hacer, muestra falta de coraje (yo diría que muestra cobardía) y de capacidad para cumplir su rol, enfrentar los retos que le tocan. Un Estado que actúa así tira la toalla y soluciona el problema de la manera más fácil y brutal imaginable: privándonos a todos de nuestra libertad por la acción irresponsable, negligente o criminal de algunos pocos.
Todos los males de cualquier actividad humana se pueden evitar prohibiendo la actividad. El problema es que si la actividad puede (y suele) tener fines lícitos y legítimos, para evitar los males causado por unos se restringe la libertad de todos a alcanzar esos fines.
Susana Villarán cae en la misma simple y brutal tentación de negarnos nuestra libertad (lo cual no es de extrañar en una socialista). Como algunos actos de violencia y de criminalidad están vinculados al alcohol, mejor prohibimos el alcohol a partir de ciertas horas. Fin del argumento. Así, en lugar de enfrentar la violencia y el crimen (un rol que claramente le compete al Estado) nos privan de libertad a todos. Plan Zanahoria que le llaman.
Y ello sin tomar en cuenta que los violentos y los criminales seguirán bebiendo obteniendo trago clandestinamente. Es de esperar que tengan una demanda inelástica por el alcohol si la comparamos con la demanda del común de ciudadanos. Por tanto, están más dispuestos a asumir los costos de la prohibición.
Con mucha gracia la señora Villarán nos dice en los medios que uno puede divertirse sin beber. Ese no es su problema. Por supuesto que se puede. Pero también puedo divertirme bebiendo responsablemente. Cómo decide divertirse la gente es un acto que le compete a la gente, no a las autoridades. Cuando quiera su opinión de cómo puedo divertirme se lo pregunto. Pero nadie autoriza a un alcalde a decidir cómo debemos divertirnos o pasar el tiempo los ciudadanos. El único límite que pueden imponernos es que al hacerlo no dañemos a otros.
La razón por la que les hemos entregado a las autoridades la función de controlar el crimen y la violencia es para proteger nuestra libertad y nuestra integridad. Nada de lo que el Estado hace en ese tema tiene sentido si el resultado es privarnos precisamente de esa libertad.
Si hay personas que generan violencia o crímenes bajo la influencia del alcohol, le corresponde al Estado controlar sus actos y sancionar a esas personas y no prohibir a todos que consumamos una cerveza o un buen pisco. Como la mayoría de los peruanos, consumo alcohol, y como también la mayoría de los peruanos, no he matado, ni asaltado, ni dañado la propiedad privada de nadie. Creo que ejerzo mi libertad responsablemente. No entiendo por qué Susana Villarán quiere evitar que siga siendo responsable, cuando la libertad, ejercida con responsabilidad es la clave de una sociedad en la que nos podemos llamar verdaderos ciudadanos. Sin libertad y responsabilidad no hay auténtica dignidad.
Curiosa muestra de incompetencia aquella en que el fracaso de la política pública se pretende curar negando los derechos a los ciudadanos. Es como pretender combatir la polio amputándole las piernas a quienes podrían contraer la enfermedad.
Pero si se quiere ir a los extremos le sugiero a Susana Villarán algunas medidas más efectivas para lograr su fin: un toque de queda (si no hay nadie en la calle, el crimen y la violencia desaparecen). Que prohíba también que las personas se acerquen a menos de 5 metros de otros. Es difícil atacar o asaltar a alguien a esa distancia. O que prohíba que la gente converse en la calle. La mayoría de peleas se originan en un intercambio de palabras. Y prohíba que la gente tenga pareja o enamorada. Una buena parte de las peleas se originan porque alguien les dijo algo inapropiado.
La verdad es que hay una manera muy práctica de evitar que los alcaldes hagan tonterías: prohibiendo que haya alcaldes. Me tienta la idea, pero pensándolo bien, mi desconfianza del Estado no puede llegar a tanto. Esperemos que las autoridades a cargo de controlar los excesos de los alcaldes (Indecopi y el Poder Judicial) “no nos dejen caer en la tentación” de derogar a los alcaldes y sus funciones.
Y hablando de perros, cada cierto tiempo vemos noticias sobre ataques de perros a ciudadanos. Varios de esos ataques han resultado en lesiones serias a personas, incluidos niños. Sugiero prohibir la tenencia de perros para evitar que esos hechos se repitan.
No dejo de asombrarme con el número de salvavidas que uno ve en las playas. El número de personas que sufren incidentes en el mar no es deleznable. Y todos los años tenemos un saldo lamentable de personas que se ahogan. Sería, por tanto, bueno prohibir que la gente se bañe en todas las playas para evitar estas desgracias.
Muchas personas saltan de los puentes y edificios para suicidarse. Su altura causa la muerte de quienes saltan. Deberíamos, entonces, limitar la construcción de cualquier estructura arquitectónica para que no supere una altura de la que una caída causaría la muerte (me imagino que sería un piso).
La experiencia demuestra que una buena cantidad de los policías que patrullan las calles son corruptos (me atrevería a decir que la mayoría). Deberíamos, por consiguiente, cerrar la Policía para evitar actos de corrupción.
Podría seguir con una serie interminable de remedios a varios de los problemas que nos agobian. Las soluciones que propongo parecen ridículas. Una buena cantidad de viajes de automóvil (la inmensa mayoría, casi la totalidad) se realizan sin que ocurran accidentes. Y la mayoría de los que ocurren no son graves. Si prohibimos el automóvil castigamos a todos por eventos que afectan a un número relativamente reducido de personas.
Y lo mismo se puede decir de tener perros, nadar en el mar o construir un puente o un edificio. Y tampoco parece lógico solucionar la corrupción policial eliminando a la Policía.
Un Estado que toma alguna de las medidas sugeridas mostraría su incapacidad para enfrentar problemas. Renuncia a lo que le toca hacer, muestra falta de coraje (yo diría que muestra cobardía) y de capacidad para cumplir su rol, enfrentar los retos que le tocan. Un Estado que actúa así tira la toalla y soluciona el problema de la manera más fácil y brutal imaginable: privándonos a todos de nuestra libertad por la acción irresponsable, negligente o criminal de algunos pocos.
Todos los males de cualquier actividad humana se pueden evitar prohibiendo la actividad. El problema es que si la actividad puede (y suele) tener fines lícitos y legítimos, para evitar los males causado por unos se restringe la libertad de todos a alcanzar esos fines.
Susana Villarán cae en la misma simple y brutal tentación de negarnos nuestra libertad (lo cual no es de extrañar en una socialista). Como algunos actos de violencia y de criminalidad están vinculados al alcohol, mejor prohibimos el alcohol a partir de ciertas horas. Fin del argumento. Así, en lugar de enfrentar la violencia y el crimen (un rol que claramente le compete al Estado) nos privan de libertad a todos. Plan Zanahoria que le llaman.
Y ello sin tomar en cuenta que los violentos y los criminales seguirán bebiendo obteniendo trago clandestinamente. Es de esperar que tengan una demanda inelástica por el alcohol si la comparamos con la demanda del común de ciudadanos. Por tanto, están más dispuestos a asumir los costos de la prohibición.
Con mucha gracia la señora Villarán nos dice en los medios que uno puede divertirse sin beber. Ese no es su problema. Por supuesto que se puede. Pero también puedo divertirme bebiendo responsablemente. Cómo decide divertirse la gente es un acto que le compete a la gente, no a las autoridades. Cuando quiera su opinión de cómo puedo divertirme se lo pregunto. Pero nadie autoriza a un alcalde a decidir cómo debemos divertirnos o pasar el tiempo los ciudadanos. El único límite que pueden imponernos es que al hacerlo no dañemos a otros.
La razón por la que les hemos entregado a las autoridades la función de controlar el crimen y la violencia es para proteger nuestra libertad y nuestra integridad. Nada de lo que el Estado hace en ese tema tiene sentido si el resultado es privarnos precisamente de esa libertad.
Si hay personas que generan violencia o crímenes bajo la influencia del alcohol, le corresponde al Estado controlar sus actos y sancionar a esas personas y no prohibir a todos que consumamos una cerveza o un buen pisco. Como la mayoría de los peruanos, consumo alcohol, y como también la mayoría de los peruanos, no he matado, ni asaltado, ni dañado la propiedad privada de nadie. Creo que ejerzo mi libertad responsablemente. No entiendo por qué Susana Villarán quiere evitar que siga siendo responsable, cuando la libertad, ejercida con responsabilidad es la clave de una sociedad en la que nos podemos llamar verdaderos ciudadanos. Sin libertad y responsabilidad no hay auténtica dignidad.
Curiosa muestra de incompetencia aquella en que el fracaso de la política pública se pretende curar negando los derechos a los ciudadanos. Es como pretender combatir la polio amputándole las piernas a quienes podrían contraer la enfermedad.
Pero si se quiere ir a los extremos le sugiero a Susana Villarán algunas medidas más efectivas para lograr su fin: un toque de queda (si no hay nadie en la calle, el crimen y la violencia desaparecen). Que prohíba también que las personas se acerquen a menos de 5 metros de otros. Es difícil atacar o asaltar a alguien a esa distancia. O que prohíba que la gente converse en la calle. La mayoría de peleas se originan en un intercambio de palabras. Y prohíba que la gente tenga pareja o enamorada. Una buena parte de las peleas se originan porque alguien les dijo algo inapropiado.
La verdad es que hay una manera muy práctica de evitar que los alcaldes hagan tonterías: prohibiendo que haya alcaldes. Me tienta la idea, pero pensándolo bien, mi desconfianza del Estado no puede llegar a tanto. Esperemos que las autoridades a cargo de controlar los excesos de los alcaldes (Indecopi y el Poder Judicial) “no nos dejen caer en la tentación” de derogar a los alcaldes y sus funciones.
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