Nunca terminaré de estar seguro de si la mala costumbre que tiene la gente de etiquetarlo todo, como si el mundo entrase en un pequeño montón de frascos, juega a favor o en contra de una personalidad como la de Rod Stewart. Hay quienes lo tachan enseguida, porque lo ven como una figura eminente del pop-rock (una combinación que no pueden dejar de considerar como una contradicción en sí misma); otros, lo tienen fichado como un cursi más del montón, uno de esos ingleses guapos que se visten de saco para cantar las baladas más tiernas y vomitivas del planeta... ¿y qué hace él? Con la mayor naturalidad del mundo, riéndose con ganas, planta los pies dando la cara a los reflectores y no duda en darles la razón a todos, de modo que los que no se sientan satisfechos queden en un shock lo bastante efectivo como para que no puedan cerrar la boca, y mucho menos seguir criticando.
Pero la verdad está muy lejos de ese montón de etiquetas, y vuela a años luz de lo que cualquiera de sus detractores pudiera tratar de decir en su contra. De pop-rock ni hablemos, porque en ese género (que tiene unas cimas extraordinarias, dicho sea de paso) él es el rey, como bien lo demuestran temas como Some guys have all the luck, Baby Jane o uno tan magistral como Young Turks; y no sólo eso, porque dejarlo en ese terreno es olvider sus canciones más rockeras, de calibre duro, pródigas en sexo y correrías nocturnas (el arsenal clásico), ¿o es que ya nadie recuerda Hot Legs, o Forever young? Y, en lo que respecta a las baladas, las que canta él se cuentan entre algunas de las más maravillosas y bellas canciones que ese género ha dado a luz alguna vez (de éstas, mi favorita personal es Handbags and gladrags, una verdadera joya).
En fin, que sobra tela que cortar en la carrera de uno de los músicos más versátiles del siglo pasado y de lo que viene siendo éste en el que vivimos, alguien que es capaz de apropiarse de las canciones de una manera tal que a menudo sus versiones originales (porque casi todas ellas son tomadas de otros) quedan olvidadas, o minimizadas frente a la voz de lija de Rod Stewart. En los últimos años, hasta se ha atrevido a entrar en aguas más difíciles, y sus American Songbooks, en los que recorre el repertorio clásico del jazz que cantaban maestros del tamaño de Sinatra y compañía, son una pieza maestra.
Pero no todo queda en la voz y la interpretación. Como Freddy Mercury, Roger Daltrey o Javier Gurruchaga (si hay que nombrar a alguno de lengua hispana tenía que ser él), Rod Stewart pertenece a la extraña y estrambótica especie de los showmans: gente para la cual las bandas de rock no son sólo una excusa para la buena música, sino también para el entretenimiento, la exhibición y la sátira. No es una labor sencilla conseguir esa empatía con públicos tan grandes, pero basta ver uno solo de sus conciertos para notar enseguida que Rod Stewart pertenece a los primeros puestos de la lista de los showmans más talentosos.
Mezcla de payaso, estrella de rock y galán de cine clásico, hombre y caricatura a la vez, plural y hasta infinito: así es Rod Stewart, un cantante cuya carrera musical no parece tener notas menores, sino acordes que, aún en sus momentos más disonantes, consiguen la anhelada armonía, la gloria que sólo tiene una patria en la buena música. Recién me entero de que pronto llegará a hacer de las suyas en Lima, en un concierto que promete ser extraordinario (como todos los suyos). Yo ya me lo perdí una vez en Buenos Aires, y ahora hago cálculos frenéticos para ver si esta vez la historia no se repite; pero, para todos los que lo tengan a mano, se los aseguro: es una oportunidad que no hay que dejar pasar. Un concierto de Rod Stewart tiene la efectividad de un disparo en el bulbo raquídeo. Lo dicho: implacable.
5 comentarios:
Pues yo creo que no lo he oído nunca...puede ser?
1besico!
Es un tipo al que desprecio profundamente. Creo que es un cretino y su música no me dice nada. En cualquier caso, que usted lo disfrute, cómo no.
Fiona: Bueno, pues ahí he dejado un par de canciones y unas cuantas recomendaciones, para corregir eso, jajaja. Igual, a lo mejor terminas compartiendo la opinión de Lombreeze, y el tiro sale por la culata.
Lombri: Es que de gustos y sabores, ya se sabe. Igual yo lo disfruto, claro que sí. Un abrazo!
Mira, conozco ésta por ésta...
Es verdad, la segunda me la hizo escuchar un amigo español cuando yo le hice escuchar la primera... lo había olvidado.
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