miércoles, 27 de enero de 2010

La experiencia Frágil


¿Cuál no sería mi sorpresa cuando, hace ya muchos años, me topé con el nombre de una banda peruana en una lista de las mejores bandas de rock progresivo de todos los tiempos que encontré en una página de internet, no recuerdo si norteamericana o inglesa? Lo que no significa, claro está, qur todo el mundo sepa quiénes son; pero, los que lo saben, saben que no son poca cosa, sino eso: de lo más grande que hay. Y esa banda no es otra, ni podía serlo, que Frágil.
Si repasamos la historia del rock progresivo en el Perú, nos encontraremos con que fue un capítulo muy breve, que pareció empezar y terminar en un jirón de polvo y, luego, a los puntos suspensivos. Pero ese capítulo, contra lo que muchos puedan pensar, no se ha cerrado, sino que sigue en pie, y dándole con ganas al buen viejo estilo rock-jazz-beethoven-con-algo-de-psicodelia. Alguna vez hubo una banda llamada Traffic Sound, que brilló como un sol enfermo y que fue realmente genial, pero que no sobrevivió. Hubo muy poco más, por esos caminos. Pero estuvo Frágil, y continúa habitando entre nosotros, apareciendo de cuando en cuando (y a veces de improviso) para romper la noche en algún local. Yo he tenido la oportunidad de verlos unas buenas cuantas veces (incluyendo un concierto con la orquesta sinfónica de Lima y otro con Jean-Pierre Magnet y la Gran Banda), y puedo afirmar sin temores que se trata de una de las experiencias musicales más impresionantes que puedan vivirse.
Pero vayamos a los datos. Andrés Dulude (voz y guitarra acústica), Tavo Castillo (teclados, sintetizador, guitarra steel, flauta, bajo), Jorge Durand (batería y percusión), Lucho Valderrama (guitarras) y César Bustamante (bajo y teclados) empezaron su acto sobre los escenarios tocando lo de la vieja escuela: Genesis, Yes y algo de Pink Floyd. Hasta que, una noche, decidieron destapar lo suyo y empezaron a echar al ruedo lo que habían construído sobre la base de esos maestros: temas como Avenida Larco (hoy un himno), Pastas, pepas y otros postres, Mundo raro, Animales o El caimán (que habla sobre la desolación que trajo consigo el terrorismo, como quien va escribiendo un epígrafe para inspirar a la CVR) son pruebas del tipo de música que puede escribirse y tocarse en un rincón como lo es el Perú: algo grande, que quizá nadie se imaginaría. Además, están los temas instrumentales (Obertura, Lizy y demás) que hablan de una forma de sensibilidad distinta a la que dominó, en términos generales, el panorama del rock peruano (con su clásico rock ligero, algo de buen metal y mucho, pero muchísimo punk).
Hablamos, pues, de una experiencia musical distinta, pero muy seria. Un rock que, sin salir de las calles, es capaz de alzar la vista hacia un panorama distinto, buscando algo nuevo que experimentar y una nueva forma de concebir la música. Pero, para que me crean, les dejo aquí un temita, Caras (versión en vivo con Jean Pierre Magnet y la Gran Banda), como para que se vayan haciendo una idea. ¡Salud!


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