Ya hablábamos hace un tiempo de Dámaso Alonso, ese poeta con el corazón escarchado de óxido al que tantas horas de agradecida lectura le debo. Ahora, se me ocurrió que no estaría nada mal invocar aquí a su propia voz para que nos recite algo de lo suyo: Insomnio. Este es, de hecho, el primer poema que leí de Alonso, y de más está ya decirles cuán profundamente se me coló en la cabeza y en la vida. Porque se trata de algo que rebosa sus propias palabras, su desesperanza o aún la de su España enferma de la primera posguerra; este es uno de esos poemas que nunca, jamás, terminarán de ser leídos (ya decía Nooteboom que un poema no terminará de ser leído o escuchado hasta que haya muerto el último de sus lectores). Se los dejo, pues.
Problemas del primer mundo
Hace 6 horas
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