jueves, 10 de diciembre de 2009

Antonio dal Masetto: "Oscuramente fuerte es la vida"


Este es un texto que escribí a mediados del año pasado, en Buenos Aires, poco después de haber terminado de leer esta maravilla de novela. No es un texto perfecto, pero ya que acabo de dar con él (porque lo había olvidado), quisiera compartirlo, por si anima a alguien a leer a dal Masetto.

Hacia 1986, Borges escribió que, algún día, se escribirá la historia del título como género literario: él pensaba, al formular esta opinión, en Un experimento con el tiempo, de Dunne; yo, por mi lado, pienso en otros títulos memorables: pienso en Al sur de la frontera, al oeste del sol, de Murakami; pienso en La casa de las bellas durmientes, de Kawabata; pienso, con especial ternura, en Buenos días, tristeza, de Sagan. Pienso, también, en un título que llegó a mi por casualidad, mientras daba vueltas por una librería: Oscuramente fuerte es la vida, de Antonio dal Masetto; me bastaron estas palabras crudas, sólidas y poéticas para saber que debía leer la novela.

Sobre el autor habría que decir un par de cosas: que nació en Italia en la década del cuarenta; que, terminada la Segunda Guerra Mundial, se mudó, como tantos otros italianos, a Buenos Aires con su familia, donde vive desde entonces; que no lo abandonaron nunca la nostalgia ni el ligero dejo de sabor a la tierra de su patria, piezas inseparables de la condición del inmigrante que aún se sabe hijo de una tradición ajena. No es de extrañar que dal Masetto haya sido llamado, precisamente, un portavoz del silencioso suspiro de los inmigrantes, una suerte de abanderado cultural, y en un país como Argentina, que es hijo de la inmigración antes que del mestizaje (un rápido examen de la guía telefónica basta para certificar esto).

La voz que nos habla a través de las páginas es un profundo y lúcido portal hacia el pasado: el testimonio de una señora que, a los ochenta años, nos invita a recorrer, con ella, su historia y la de su pueblo, con un fideísmo histórico y estético que nada tiene que envidiar a la técnica de Carlos Fuentes, pero en un tono mucho más íntimo*, cercano al punto de sentir, en carne propia, los años de aprendizaje, de escasez, de dificultades, de lágrimas y, también, de alegrías: la memoria que nos abre sus puertas es, sí, la de una mujer mayor, pero que, en un recodo de su ser, no ha dejado de ser la niña que soñaba con tener una muñeca, mientras a su alrededor van surgiendo los avatares de la violencia, o a medida que se teje, en el cielo, la sombra de la guerra, poblada de amenazantes aviones bombarderos.

No se trata, pues, de una personaje unilateral, que sólo sabe reír o llorar: descendiente de la tradición neorrealista (que, al fin y al cabo, surgió en Italia), Antonio dal Masatto nos presenta en Ágata a una mujer viva, que se ilumina de alegría, que se llena de curiosidad ante sus primeras lecturas, que tanto puede odiar como querer o amar a quienes la rodean, que se ahoga en la desolación y en el miedo frente a la terrible realidad que se le impone, sin que eso le impida hallar la manera de sobrevivir, ya por astucia, precaución, buen humor o una mezcla de las tres.

Muchos escritores pueden ser acusados de pintar con demasiado celo los retratos de sus personajes: Flaubert, Hugo y Stendhal, a pesar de sus muchísimos méritos (porque no seré yo quien niegue que eran unos genios), no se salvan de este juicio. Antonio dal Masetto, en Oscuramente fuerte es la vida (como Cela en La colmena; como Gabriel Alonso en La perdida) no sólo se salva de él, sino que replantea, con nuevos caracteres, un recurso para la construcción de personajes literarios dentro del canon realista, que pueden ser complejos en su diaria simplicidad.

Muchos autores han alzado los ojos para cantar la felicidad o las desdicha; Antonio dal Masatto, fijando la vista en lo cotidiano, narra tranquilamente una y otra, en un fluir incesante que, alejándose de la realidad tanto como lo permite la memoria, termina por reencontrarla, renovando los viejos matices con calma, vitalidad y nostalgia.


*No niego que Los años con Laura Díaz, por poner uno de los ejemplos paradigmáticos de la obra de Fuentes, no sea una gran novela histórico-literaria, digna del proyecto narrativo del autor; pero tampoco puedo negar, sin embargo, que asistimos a la vida de Laura Díaz como terceros, como un público que no pone el pié en el escenario, mientras que la narradora de Oscuramente fuerte es la vida, en cambio, nos invita a vivir su vida y sus pasiones a su lado, con ella y en ella, a través de otros recursos narrativos (la primera persona, por nombrar el más obvio).


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