martes, 20 de abril de 2010

La cuestión Arguedas


La semana pasada terminé de leer una de esas novelas que, seguramente, muchos pensarían que ya tendría que haber leído hace muchísimo tiempo. Pero no, señores, hace apenas algo de cuatro días que cerré, triunfante, Los ríos profundos de José María Arguedas, un libro que hace mucho quería leer, sin terminar de animarme (siempre había algún libro en mis estantes guiñándome el ojo que me forzaba a aplazar su lectura), hasta que un curso de la universidad me lo puso en el sílabo.
A Arguedas lo conocía de antes, pero muy poco: había leído dos o tres cuentos, de los cuales uno me aburrió sincera y profundamente (Warma Kullay) y otro me pareció espectacularmente bueno (el del danzante de tijeras, cuyo título no se me viene a la memoria en este momento). Con Los ríos profundos, sin embargo, creo que al fin he llegado a su mesa y, por lo menos, le he dado la mano.
¿Hacia dónde va esta nota? Pues a tratar cierto debate. A Arguedas se lo ha acusado de ser un falso realista del indigenismo, pese a sus negativas de ser incluído en las filas de los indigenistas. Lo otro viene de un debate muy recordado, cuando un grupo de sociólogos y antropólogos lo acusó, en una mesa redonda, de que los indios que pululaban en sus novelas no eran como los indios reales: su representación de la realidad no hacía justicia a la realidad tal cual era. A Arguedas eso lo afectó tanto que, de acuerdo con la opinión de muchos, su suicidio fue en parte el resultado de esas acusaciones.
Claro que la gran pregunta es si se puede exigir a un novelista (¡a un NOVELISTA!) que sus ficciones sean representaciones "justas" de la realidad; en lo que a mí respecta, creo que semejante opinión tiene tanto sentido "como una Kawasaki en un cuadro del Greco" (como dice un verso de Sabina). Lo más a lo que puede aspirar una novela es a reflejar cierta noción de la "realidad", que es la que el autor tiene en la cabeza. Cierto que Arguedas creció entre los indios, hablando en quechua y contagiándose del ideario propio del mundo del sur de los Andes peruanos; pero Arguedas fue, también, un intelectual, un hombre que leyó con devoción a los clásicos franceses y alemanes, que estuvo en Europa y que vivió gran parte de su vida en Lima. De hecho, un nombre que no pude quitarme de la cabeza mientras leía la novela era el de Goethe: la identificación entre espíritu y naturaleza, el énfasis en lo tradicional (tan característico del primer romanticismo), el aire a Bildungsroman, el hincapié en el desarrollo "espiritual", el sentimentalismo bastante patético... en fin, que lo que logró Arguedas fue una novela muy occidental, que encontró en el romanticismo una forma de expresión que se adecuaba bastante bien al tipo de realidad que trataba de construir a través de la ficción.
Creo que es importante recordar cuestiones como ésta. A menudo se exige a los escritores que hagan lo que Stendhal y postulen su literatura como una suerte de "espejo" narrativo de la realidad, cosa que ni el propio Stendhal logró, cuando en realidad lo que hace un escritor es, de un modo u otro, presentarnos una versión de la realidad, la que ellos intuyen, conocen y adolecen, que nosotros tendremos que re-interpretar a la hora de la lectura. Y creo que ningún escritor (salvo algunos tan poco memorables como Dan Brown) pretendería decir que su obra, así esté compuesta por novelas históricas, es un reflejo fiel de la realidad como tal. ¡Si hasta el día de hoy los filósofos no han dado con la respuesta al problema de qué y cómo es la realidad realmente! De hecho, la mayor parte de filósofos del mundo ya dejaron de preocuparse por eso, para pasar a temas un poco más relevantes.
¿Mi parecer sobre la novela? Me pareció, a su manera, excelente. Claro que yo nunca escribiría algo semejante, ni seguiría su canon, pero de todos modos es un libro que recomendaría. Tiene metáforas muy interesantes, una propuesta muy original y una sensibilidad especial, diferente, a un grado que muy pocos autores peruanos han alcanzado. ¿Qué les digo? A lo mejor y caerán otros libros suyos, y pronto podré decir que he pasado de los apretones de mano a sentarme a compartir unas chelas.

2 comentarios:

Don Chim van Ser dijo...

Cuando estaba en la secundaria, lei "Los rios profundos", en ese tiempo tenia una mente muy conservadora, a niveles apasionados, y muy juiciosa. Juzgue mucho las ideas de Arguedas, pero lo que sin dudar me maravilló fue que logró mostrarme el mundo andino de una manera mucho mas bella y maravillosa, un mundo magico que cualquiera moriria por pertenecer a él, pero esta claro que es tipo de mundos, tal cuales, en este mundo no existen. Aplaudo mucho que se defienda la "ficcionalidad" propia de las novelas, y es que hay gente que tiene otros ojos para ver la misma realidad, y esa gente que la mira con esos ojos deberian estar en veda, para protegerlos, porque ver la realidad de una manera tan real puedo terminar destruyendo al mundo.
¡Que importa que a veces sea fantasia! esta comprobado que el hombre posee una fe por lo irreal alucinantemente poderosa capaz de; besar codos, peñiscar vidrios, morder manzanas, destruir sodoma y resucitar dioses en tres dias. Asi que no frieguen con superrealismos para oficios enfermos de nacimiento de ficcionitis.

Santiago Bullard dijo...

O, mucho más difícil aún, embarazar a una mujer por obra y gracia del Espíritu (es decir, sin coito, que además de sumamente difícil es sumamente aburrido).

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