viernes, 16 de abril de 2010

¡Atención, obispos del mundo!


De más está decir, después de tanto tiempo lanzando ataques a diestra y siniestra, que adolezco de una náusea profunda y terrible ante el cristianismo en general y ante Benedicto XVI en particular. ¿Ante todo el cristianismo? Bueno, en lo que respecta al dios que adoran, sí; en lo que respecta a los seres humanos que llevan sobre su pecho esa etiqueta, no. Y más de uno sabe muy bien que cuento entre mis amigos, y aún entre mis grandes amigos, no sólo a cristianos, sino aún a un sacerdote y teólogo. No es lo mismo el traje que el hombre, eso lo sé muy bien; y que hay cristianos que tienen ideas bastante claras y críticas sobre su propia posición como cristianos, el humanismo y las consecuencias de sus creencias, también.
Pero una cosa es eso, y otra muy distinta lo que respecta a otros ciertos cristianos (católicos, apostólicos y todo el cuento que quieran) de cuyos nombres no quiero acordarme. Si, si: Herr Ratzinger a la cabeza de toda la comitiva. ¿Por qué tanto ataque, se preguntarán algunos, por parte de un hombre como yo que dice no defender ideología alguna y que, por tanto, no tiene regla con la que corregir nada? Pues porque, con regla o sin ella, hay que mantenerse siempre de pie, con los ojos muy abiertos y la mente despierta, con toda la lucidez del mundo para poder realizar las críticas pertinentes. Y lo digo desde ahora: puedo tolerar cualquier creencia, con o sin ataques, pero siempre con el respeto que toda creencia merece, así se aleje de las mías; pero no respeto ni en lo más mínimo la hipocresía, que es uno de los mandamientos del Papa y de la mayor parte de su gente.
Y ahora repito el título de esta nota: "¡Atención, obispos del mundo!" Pero el que tiene algo que decirles no soy yo, en este momento, sino Hans Küng, sacerdote y teólogo suizo, que acaba de publicar en los diarios de todo el mundo una Carta Abierta a los obispos de alrededor del globo, con un llamado muy interesante: plantear ellos mismos una crítica y las posibilidades de una reforma fundamentándose, sobre todo, en las conclusiones del Concilio Vaticano II, donde se dejaron en claro muchos puntos respecto al cristianismo y a la profesión del sacerdocio que Ratzinger parece haber olvidado del todo, a pesar de haber participado en ese Concilio junto con el mismo Küng. Empezando por algo más que básico: la lealtad se la deben, ante todo, a su dios, no al Papa, sea cual sea su nombre. Y dado que el susodicho es un ser humano, ¿pueden actuar los obispos y sacerdotes del mundo como si su palabra equivaliese a la de alguna divinidad? Da mucho que pensar, ¿no?
De más está decir que posturas de este tipo, que no por ser cristianas dejan de ser críticas y lúcidas, me parecen admirables. Así es, lectores míos: esta vez, la copa la levanto por un sacerdote y teólogo cristiano, y hasta propongo un brindis bien clavado en la garganta. Salud, Küng, y ojalá imperara sobre el catolicismo una visión más cercana a la tuya, no por ideologíao dogma, sino en cuanto a lo critico de la misma.
La Carta Abierta la pueden leer accediendo a la página de cualquier periódico (o, en todo caso, de casi cualquiera). De más está decir que recomiendo su lectura. ¡Y a ver si algo sucede de una vez por todas, en algún rincón del mundo o en el patio del Vaticano! Entretanto, esperaremos. Y seguiremos con los cinco sentidos bien atentos, que siempre hay moscas, y hay que estar listos para hacer notar el trozo de leña que tienen metido algunos en el ojo.

El de la foto, damas y caballeros, es el hombre del momento, Hans Küng.

1 comentario:

Santiago Bullard dijo...

Gracias; de más está decir que ya me registré. ¡Así que ya lo saben, lectores! "Café de Desencuentro" ahora en Publizida.es

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