miércoles, 4 de noviembre de 2009

Saramago vuelve a las andanzas


Inagotable: como escritor, como crítico y como "detective" de ciertas realidades del espíritu, José Saramago es, sencillamente inagotable. En cada una de sus novelas (las que he leído, claro está) he tenido siempre la oportunidad de lanzarme a una suerte de aventura extraña, donde la acción se toma en un universo ambiguo que, más que nada, parece reflejar al nuestro desde un perfil de 45 grados, mostrándonos otra perspectiva de la misma realidad. Y, como todos muy bien lo sabemos, a Saramago le gusta explorar el universo de lo religioso: no en vano recuerdo El evangelio según Jesucristo como una de las novelas más fascinantes de cuantas he tenido la suerte de leer, y definitivamente de lo mejor de la summa narrativa del escritor portugués. La polémica es sólo una consecuencia necesaria que, por cierto, Saramago parece disfrutar enormemente (no sólo en materia religiosa, sino también política, ¿o ya olvidamos la rencilla con Berlusconi?); pero vamos, ¿quién no disfruta de una buena polémica, de cuando en cuando? Además, como las enfrenta con una sonrisa llena de ironía, sus opositores no tienen mucho que decir. Recuerdo, de hecho, haber tenido una polémica yo mismo con un sacerdote, amigo y profesor mío, en Buenos Aires en torno a esta novela. Teníamos que escribir un ensayo sobre el personaje de Jesús en alguna obra literaria... y yo, claro está, elegí la de Saramago. El resultado fue genial: un muy bein templado debate con el profesor (sin resentimientos y con el mejor actitud del mundo por ambas partes) y, después, la acusasión de ser una suerte de "anticristo" y, de todos modos, un hereje por parte de los más beatos de la Universidad Católica de Argentina. Como decía, ¿quién no disfruta de algo así?
En fin, que ahora Saramago vuelve a la carga, como todo el mundo lo sabe, con una novela titulada Caín. Ya llueven los ataques, y Saramago no hace más que sonreír, victorioso. Recién leí que, entre otras cosas, lo acusan de hacer lecturas muy superficiales de la Biblia, e ignorando la exégesis aceptada por las Autoridades... como si eso importara. Si Saramago ha dicho que la Biblia es un tratado de malas costumbres, ¿acaso se equivoca? ¡Claro que no! Todo el mundo con dos dedos de frente puede reconocer que la Biblia, y sobre todo el Antiguo Testamento, está llena de malas costumbres. (Desde cierta interpretación, la propuesta ética del Nuevo Testamento también es inmoral, por ser patética, una moral para "débiles" y "enfermos". Hablo, claro está, de Nietzsche, al que no le falta razón en muchos de sus puntos). Pero el gran problema del cristianismo medievalista sigue repitiéndose: no pueden dejar la ceguera de su dogma, ni mirar más allá de lo que les han dicho que les está permitido hacerlo, sin que ellos pregunten siquiera.
Regresando al bueno de Saramago y a su última novela, de más está decir que no puedo esperar para tenerla entre mis manos y leerla. Además, el que retome los temas bíblicos (que ya sabemos que maneja con una maestría única), toma una de las mejores partes, que es la de Caín, de la que han nacido tantas cosas (ciertas teorías gnósticas, algunos tópicos literarios de lo más llamativos, un drama de Byron que José María Valverde ha considerado su máxima composición, etc). Dicho todo esto, solo me resta resignarme a la espera hasta que el libro llegue a mí. Y, claro está, brindar por José Saramago, siempre tan genial. ¡Olé!

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