lunes, 23 de agosto de 2010

"Mutaciones de Venus", de Sonia Cunliffe


El trabajo y los estudios me han mantenido algo alejado de estos lares en la última semana. Pero quería darme unos minutos para darme el salto y comentar, rápidamente, la muestra de la artista plástica Sonia Cunliffe, que lleva por título Mutaciones de Venus (tomado de unos versos del poeta Terralla y Landa), y que se propone como una reflexión y un cuestionamiento sobre ese viejo engima que es la mujer, pero desde una mirada que podría resumirse muy bien en esta cita del escultor Bellmer, como si se tratase de una epígrafe: "The source of my images is scandalous, because for me the world is scandal". La inauguración de la muestra es este miércoles 25, en la galería Vértice de San Isidro. Copio a continuación el texto que escribí para la galería:

Basta con volver la vista unos instantes para ser víctimas del vértigo: nuestros pasos se pierden en la maleza del tiempo, de siglos y siglos en los que todo ha ido cambiando. Como decía Heráclito, uno no puede descender al mismo río dos veces, porque ya las aguas han cambiado, lo mismo que la persona. La metamorfosis, en este sentido, es una condición de la existencia: todo fluye, cambia, muta.

Mutaciones de Venus (que toma su nombre de unos versos del poeta Terralla y Landa, del siglo XVIII) es un atisbo de esta realidad en movimiento, pero que centra su mirada sobre uno de sus protagonistas: la infinita mujer. Que se desnuda, aquí, como una suma de ecos y susurros; como una imagen cuya sombra es, en realidad, una larga memoria de formas de vida que se sobreponen las unas a las otras, complementándose. Y Mutaciones de Venus traduce esto en imágenes: la fotografía como documento vivo de la realidad se encuentra con la mirada de la artista, que la convierte en un velo que guarda detrás un sinfín de imágenes que son, a su vez, la máscara y el rostro, el disfraz y la persona.

Esta muestra, pues, es una reflexión sobre esta metamorfosis, en cada uno de cuyos capítulos la mujer ha tenido que ser consciente de sí misma para gustar, al otro y a sí misma, conocer su propia integridad ante la mirada ajena como ante el espejo. Siluetas, vestidos y adornos no son sino las capas que conforman a ese ser que sigue sabiéndose carne y espíritu, persona y objeto, diosa y súcubo. ¿Cuál es el sentido de preguntar por la verdadera intimidad de la mujer? Quizá, después de encarar las Mutaciones de Venus, notar lo que hay que dejar atrás y atenerse a las formas y a los cuerpos por sí mismos, a ese corazón donde se encuentran juntas la madre, la amante y la niña, cantando a coro.


Ya lo saben. De más está decir que vale la pena darse un salto por allí.

2 comentarios:

Ronald Adolfo Orellana. dijo...

SANTIAGO:
Es una lástima que no pueda ir…

Santiago Bullard dijo...

Lo mismo me pasó con el recital de poesía erótica que comentabas tú. En fin, que la geografía es así de cabrona.

Por cierto, qué bueno que te halla gustado lo de Eielson.

Saludos

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