lunes, 23 de agosto de 2010

"Solange", de L. Durrell.


Cuando uno se pone las gafas del traductor, no puede dejar de reconocer que los escritores son como los toros: unos salen mansos, evitan la lidia, y pasan pronto. Pero otros salen bravos, y no hay banderillero que te pueda echar una mano: cada frase es como una faena, y puedes tener por seguro que cada pocas palabras te va a tocar una embestida de ésas que obligan al torero a hacer un pensar en un lance difícil, y con tan poco tiempo a favor que se hace arriesgado.

En ese sentido, un escritor como Lawrence Durrell es, definitivamente, uno complicado. No digo que yo sea el gran traductor (he hecho muy pocas traducciones), pero por lo menos sé reconocer a un escritor complejo cuando me topo con él. Y hablo, también, de complejidad a nivel del lenguaje: las cadencias, que Durrell maneja tan bien como los súbitos giros estéticos que pueblan su obra (haciendo convivir una palabra que, en su relación con otra, genera un destiempo, o, en otras palabras, desacojonando al lector). De todos modos, aprovecharé esta ocasión para publicar por aquí la primera parte de un largo poema de Durrell titulado Solange, y que apareció publicado por primera vez en el epistolario que editó su amigo Alan G. Thomas, Spirit of place. He de advertir desde el arranque que no espero que mi traducción sea la mejor posible, porque hay que sumar a las dificultades que Durrell ofrece per sé el hecho de que se trata de un poema, lo que vuelve las cosas aún más complicadas. Me sigo preguntando: ¿cómo hizo Aurora Bernárdez para lograr una traducción tan buena del Cuarteto de Alejandría? En fin, que ahí se los dejo, y para sacar a relucir uno de los talentos menos comentados de este genio que fue Durrell, la poesía.


Solange

I
Solange Bequille n. 1915 supuestamente
Lejos de París alrededor de algún momento de abril,
Familiar del familiar distrito XIV
Cuatro pasos arriba
Cuatro pasos abajo
Dos tres cuatro cinco
Donde las cloacas descargan
Por la torreta de un urinal
Seis siete ocho
Ductos de acero orinado
En la sombra y fuera del viento...
Relativamente imposible pese a tanta práctica
Es parodiar con palabras el paso equivalente, pero más fácil
Copiar para el lente un impermeable azúl pálido, boina,
Broche cigarra, ceñida y estrecha cintura de avispa,
Mudos e insolentes zapatos de regimiento, anillos brillantes,
Todo congelado en ámbar a través de veinte inviernos,
Cargado en torno al globo en maletas húmedas,
El fardo de mercancía visionaria de algún buhonero como
Sus anillos de agua vulgar reflejando
Negros testículos de boyas
Arrastrando en el Sena
Amantes en ataúdes plomizos
Arrojando a los muertos con costras
Las prohibiciones de la soledad
Siendo veintidós con una guerra
Colgando sobre ellos, su vientre duro,
Recordando el orgasmo de Hegel
Definiendo toda muerte como "el
Colapso en la inmediatez".
Ah, peligrosas salientes de la juventud,
Amando en un mes crucial.

Hasta ahí lo que llevo traducido del largo poema. No se hagan una mala idea: mi traducción será todo lo criticable del mundo, pero el original en inglés ofrece un deleite inimaginable. Su música es, definitivamente, única. En todo caso, y como decía Henry Miller, "es mejor cometer errores que no hacer nada", así que ahí dejo los versos, y a los lectores la tarea de buscar los libros. Cada palabra de Durrell es un tesoro.

Nota: El poema de Durrell tiene, en realidad, algunos versos con sangría (si quieren que sea más exacto, los versos del 4 al 11 y del 21 al 32), pero el editor de texto los mueve todos y borra las sangrías, así que ni modo.

3 comentarios:

dvd dijo...

Siempre he admirado a los traductores, porque sé que jamás podré ser traductor y porque el traductor es (debe ser) escritor también a su manera.
No conocía este poema; lo buscaré entero...

Santiago Bullard dijo...

A lo mejor y está colgado en Internet, pero ni idea. De todos modos, me gustaría terminar de traducir el poema, pero es jodidamente difícil, y ando sin mucho tiempo.
Sobre el arte de traducir, pues es cierto. Un traductor, a su modo, está participando en la creación (por recreación, digamos). Yo hago lo que puedo, aunque reconozco que no doy para mucho. Lo importante es sacar a brillar a Durrell (quien, por cierto, fue el que dio a conocer a Cavafis al mundo, cuando tradujo sus poemas al inglés). Ojalá tuviera el don de traducción que tuvieron Borges o el maestro José María Valverde. Pero ni modo. Un abrazo.

Ronald Adolfo Orellana. dijo...

SANTIAGO:
Hay mucha razón en lo que dices: yo me he llevado muchos dolores de cabeza en la tarea de traducir, mi primer intento fue con La Tierra Baldía de Eliot, con el Caín de Lord Byron, y ahora estoy intentando traducir unos poemas de Ezra Pound, y aunque se encuentran ediciones en español, uno siempre recurre a leer en el idioma original.

Hacemos nuestras propias traducciones en afán de buscar una versión que se ajuste al gusto propio, pues, muchos textos que nos llegan a nuestra lengua, no siempre son buenas traducciones.

Lawrence Durrell es desequilibrante…!

SALUDOS FRATERNOS.

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