lunes, 10 de mayo de 2010

Hablando de toros: Mosterín contra Vargas Llosa


Mis buenos lectores sabrán disculpar mi poca presencia en estos últimos tiempos, pero los horarios me tienen muy apartado, en cuerpo y energías, del buen viejo Café. De todos modos, me gustaría traer este debate a brillar por estos lares, por si a alguien le interesa.
Muchos sabrán que los toros son tema del día: sobre todo en España, donde ya empieza a hablarse seriamente de prohibir las corridas en Cataluña. En este mismo blog, comenté una apología de la Fiesta Brava que hizo Fernando Savater; poco después, Mario Vargas Llosa realizó otra, muy interesante y bien argumentada, de paso. Y, hoy, mi madre me ha enviado al correo un artículo publicado por el filósofo español Jesús Mosterín, donde se trata de echar abajo a ambos autores. Copio a continuación su texto:

La compasión es la emoción desagradable que sentimos cuando nos ponemos imaginativamente en el lugar de otro que padece, y padecemos con él, lo compadecemos. Hemos empezado a entender el mecanismo de la compasión gracias a Giacomo Rizzolatti, descubridor de las neuronas espejo, que se disparan en nuestro cerebro tanto cuando hacemos o sentimos ciertas cosas como cuando vemos que otro las hace o siente. Las neuronas espejo de la ínsula se disparan y producen en nosotros una sensación penosa cuando vemos a otro sufriendo. Esta capacidad puede ejercitarse y afinarse o, al contrario, embotarse por falta de uso.

Los pensadores de la Ilustración, desde Adam Smith hasta Jeremy Bentham, pusieron la compasión en el centro de sus preocupaciones. David Hume pensaba que la compasión es la emoción moral fundamental (junto al amor por uno mismo). Charles Darwin consideraba la compasión la más noble de nuestras virtudes. Opuesto a la esclavitud y horrorizado por la crueldad de los fueguinos de la Patagonia con los extraños, introdujo su idea del círculo en expansión de la compasión para explicar el progreso moral de la humanidad. Los hombres más primitivos sólo se compadecían de sus amigos y parientes; luego este sentimiento se iría extendiendo a otros grupos, naciones, razas y especies. Darwin pensaba que el círculo de la compasión seguirá extendiéndose hasta que llegue a su lógica conclusión, es decir, hasta que abarque a todas las criaturas capaces de sufrir.

El pensamiento indio, y en especial el budismo y el jainismo, consideran que la ahimsa (la no-violencia, la no-crueldad, la compasión frente a todas las criaturas sensibles) es el principio central de la ética. En contraste con el silencio de la jerarquía católica, el Dalai Lama ha reclamado públicamente la abolición de las corridas de toros. Al rey Juan Carlos, ya desprestigiado por sus continuas cacerías, no se le ocurre otra cosa que salir ahora en defensa de la tauromaquia. Más le valdría identificarse con su antecesor ilustrado Carlos III, que prohibió las corridas de toros, que con el cutre y absolutista Fernando VII, que las promovió.

El conocimiento facilita la empatía. Como decía Francis Crick (el descubridor de la doble hélice), los únicos autores que dudan del dolor de los perros son los que no tienen perro. Muchos españoles no dudan del dolor de los perros ni de los toros. Cuando un degenerado cortó con una sierra eléctrica las patas de los perros de la perrera de Tarragona y los dejó desangrarse hasta la muerte, más de medio millón de españoles estamparon su firma en una petición al Congreso exigiendo la introducción del maltrato animal en el Código Penal. En Cataluña todas las encuestas indican una gran mayoría a favor de la abolición de la tauromaquia, solicitada al Parlamento catalán por más de 200.000 firmas. Yo conozco a varios firmantes de la petición; todos lo hicieron por compasión, ninguno por nacionalismo.

Los defensores de la tauromaquia siempre repiten los mismos argumentos a favor de la crueldad; si se tomaran en serio, justificarían también la tortura de los seres humanos. Ya sé que los toros no son lo mismo que los hombres, pero la corrección lógica de las argumentaciones depende exclusivamente de su forma, no de su contenido. En eso consiste el carácter formal de la lógica. Si aceptamos un argumento como correcto, tenemos que aceptar como igualmente correcto cualquier otro que tenga la misma forma lógica, aunque ambos traten de cosas muy diferentes. A la inversa, si rechazamos un argumento por incorrecto, también debemos rechazar cualquier otro con la misma forma. Incluso escritores insignes como Fernando Savater y Mario Vargas Llosa, en sus recientes apologías de la tauromaquia publicadas en este diario, no han logrado formular un solo argumento que se tenga en pie, pues aceptan y rechazan a la vez razonamientos con idéntica forma lógica por el mero hecho de que sus conclusiones se refieran en un caso a toros y en otro a seres humanos.

Ambos autores insisten en el argumento inválido de que también hay otros casos de crueldad con los animales, lo que justificaría la tauromaquia. Savater nos ofrece una larga lista de maltratos a los animales, remontándose nada menos que al sufrimiento infligido por Aníbal a sus elefantes cuando los hizo atravesar los Alpes. En efecto, debieron de sufrir mucho, pero no más que los soldados, la mayoría de los cuales no lograron sobrevivir a la aventura italiana del caudillo cartaginés. Si esto fuese una justificación del maltrato animal, también lo sería del maltrato humano y de la agresión militar. Vargas Llosa pone el ejemplo de la langosta arrojada viva al agua hirviente para dar más gusto a ciertos gourmets. Esto justificaría las corridas, pues también las langostas sufren. También es cruel la obtención del foie-gras de ganso torturado, pero por eso mismo el foie-gras ya ha sido prohibido en varios Estados de EE UU y en varios países de la UE. En cualquier caso, sabemos que los toros sienten dolor como nosotros, pues el sistema límbico y las partes del cerebro involucradas en el dolor son muy parecidos en todos los mamíferos. El neurólogo José Rodríguez Delgado hizo sus famosos experimentos para localizar los centros del placer y el dolor en el cerebro de toros y hombres y no encontró diferencias apreciables. Desde luego, el mundo está lleno de salvajadas y crueldades contra los animales humanos y no humanos, pero este hecho lamentable no justifica nada.

Se aduce que la tauromaquia forma parte de la tradición española, como si lo tradicional fuera una justificación ética, lo que obviamente no es. Todas las costumbres abominables, injustas o crueles son tradicionales allí donde se practican. Vargas Llosa siempre ha polemizado contra la corrupción y la dictadura en América Latina, pero ambas son desgraciadamente tradicionales en muchos de esos países. También ha puesto a Chile como ejemplo a seguir por los demás países sudamericanos. Pero Chile prohibió las corridas de toros hace ya dos siglos, el mismo día y por el mismo decreto que abolió la esclavitud.

Antes los caballos salían a la plaza de toros sin protección alguna y durante la suerte de varas casi siempre acababan destripados y con los intestinos por el suelo. Por otro lado, como los toros no querían combatir y huían, les introducían en el cuerpo banderillas de fuego (petardos que estallaban en su interior y desgarraban sus carnes), a ver si así, enloquecidos de dolor, se decidían a embestir. En 1928 al general Primo de Rivera se le ocurrió invitar a una elegante dama parisina, hermana de un ministro francés, a una corrida de toros en Aranjuez. Cuando la dama empezó a ver la sangre brotar a borbotones, los intestinos de los caballos caer a su lado y los petardos estallar dentro de los toros, casi le dio un patatús de tanta repugnancia e indignación como le produjo el espectáculo. El general, avergonzado, ordenó al día siguiente que se cambiase el reglamento taurino, suprimiendo los aspectos que más pudieran escandalizar a los extranjeros, a quienes se suponía una sensibilidad menos embotada que a los aficionados locales.

Los toros pertenecen a la misma especie que las vacas lecheras, aunque no hayan sido tan modificados por selección artificial. Son herbívoros y rumiantes, especialistas en la huida, no en el combate, aunque en la corrida se los obligue a defenderse a cornadas. Los taurinos dicen que la tauromaquia es la única manera de conservar los toros "bravos". Pero hay una solución mejor: transformar las dehesas en que se crían (a veces de gran valor ecológico) en reservas naturales. Algunos añaden que, puesto que no se ha maltratado a los toros con anterioridad, hay que torturarlos atrozmente antes de morir. ¿Aceptarían estos taurinos que a ellos se les aplicase el mismo razonamiento?

Los amigos de la libertad nunca hemos pretendido que no se pueda prohibir nada. Aunque pensamos que nadie debe inmiscuirse en las interacciones voluntarias entre adultos, admitimos y propugnamos la prohibición de cualquier tipo de tortura y de crueldad innecesaria. Si aquí y ahora hablamos de la tauromaquia, no es porque sea la única o la peor forma de crueldad, sino porque su abolición ya está sometida a debate legislativo en Cataluña. Si allí se consigue, el debate se trasladará al resto de España y a los otros países implicados. No sabemos cuándo acabará esta discusión, pero sí cómo acabará. A la larga, la crueldad es indefendible. Todos los buenos argumentos y todos los buenos sentimientos apuntan al triunfo de la compasión.

Ahora me toca a mí. Todos mis lectores habituales sabrán ya a estas alturas que soy un profundo aficionado a la Fiesta Brava, y de hecho tengo el honor de pertenecer a una familia como la mía, que brilla por sus toreros aficionados, empezando por mi abuelo, José Alfredo Bullard, miembro fundador de la Asociación de Toreros Aficionados (ATA), de la que pronto voy a escribir una nota; José Ignacio Bullard, que participó en el cartel de aficionados del festival de Acho del año pasado, y que ha sido premiado en Ecuador por su talento con capote y muleta; o mi tío Rodrigo Bullard y mi padre, que siendo los menos profesionales de la cuadrilla, nunca han tenido que extrañar los aplausos en cada una de sus apariciones en el ruedo. Así que, para mí, toros y vino tinto, por favor, y unas rumbas para caldear el ambiente. Aquí va mi "Respuesta a Mosterín", tal y como la escribí en la respuesta al correo de mi madre:

Bueno, pero Mosterín también cae en algunos vicios argumentativos (de hecho, cualquier argumentación lo hace, de un modo u otro). Claro que él parte de una noción bastante ambigua, que es la del progreso moral universal, tal y como lo defendió Darwin, según el cual todas las sociedades progresan éticamente hacia una moral universal fundamentada en la compasión. Y este argumento sobre el que se basa Mosterín es harto debatible; después de todo, implica que una moral es superior a otra, lo que es decir que una serie de prácticas son mejores que otras, que es decir que unas sociedades son mejores que otras, y de ahí al etnocentrismo (que es una de las malas tendencias que occidente no se cansa de repetir) y a la intolerancia. Yo, por lo menos, creo que invocar universales es siempre un error: mucho más atinado me parece situar las definiciones que hacen la disputa dentro de un enfoque o contexto determinado. Una sociedad, con sus códigos éticos y todo lo demás, no es superior o inferior a otra, sino sólo diferente; el problema es cuando dos sociedades se encuentran, ya que lo que una considera la Verdad no va de la mano con lo que la otra entiende por la misma palabra, y entonces una (la más poderosa, normalmente) va a imponerse sobre la otra. Si buscas casos en la historia, vas a encontrar miles: desde las guerras griegas y las conquistas romanas hasta la aparición de los medios de comunicación masivos, o la de Internet. Siempre hay un discurso que trata de adaptar los discursos "menores" a sus prejuicios, intenciones y creencias. Por eso es tan fuerte el debate entre el respeto a la tradición y las posturas que proponen una ética absoluta y que se oponen a toda práctica que ELLAS consideran "despreciables", "crueles" o "inhumanas" (meras palabras, que se definen DESDE un sistema de creencias que, normalmente, las considera universales). De nuevo: no se trata de que una sociedad, o un discurso, sea mejor que otra, sino que es diferente. Y, luego, entra el gran problema del respeto a los derechos ajenos y la tolerancia, que es materia de otro debate.
En todo caso, creo que es mejor, aún para un toro, morir en el ruedo que en un sórdido y sucio camal, ¿no? De todos modos, el destino del animal va a ser el mismo. Soy el primero en defender que los animales tienen derechos, pero eso no deja de significar que esté justificado el matarlos bajo ciertos parámetros y vedas. Una cosa es la organización institucional de los toros en la fiesta brava, y otra muy distinta legalizar la caza de ballenas durante diez años (que es lo que ha propuesto el CBI, para tomar una resolución en junio): lo primero, ya lo dije, responde a una organización articulada en vistas a una serie de características propias de la fiesta: fechas, tiempo de crianza, etc. Lo segundo requiere tomar en cuenta otros factores: estado de amenaza de las especies, rutas y temporadas migratorias, etc. Todo muy específico. En otras palabras, un contexto radicalmente distinto. Y así en lo que refiere al trato de cada especie.
No sé lo que pienses de mi argumentación. De todos modos, se mueve en las mismas aguas que la de Mosterín. En filosofía, yo soy de los que defienden que no se trata de cuál sea LA verdad, independiente de todos los pormenores, sino que los segundos definen a la primera. Como ya dije, hablar de universales me parece un error; y, en ciertos casos, de un error peligroso.

Después de esto, hay mucho que agregar a mi postura (y seguramente a la contraria también), pero nada que decir por el momento. Bueno, quizá un breve pero bien clavado "Olé". A ver quién brinda conmigo.

23 comentarios:

dvd dijo...

Bueno, esto lo dice un español que ni es aficionado a los toros ni todo lo contrario, que diría otro... Me pregunto qué diablos le importa a un toro el tipo al que cornea... ¿Es una salvajada? Por supuesto ¿y qué no lo es en una vida que no esté artificialmente desnaturalizada? Además, es sospechoso el absoluto, el que no duda, el que todo lo tiene claro y, por supuesto, el que es incapaz de trasladarse mentalmente a sociedades infinitamente más crueles que la actual ¿No mataría usted dos o tres mil toros para salvar a un país de la hambruna?... pues eso, que nacer toro es jodido, pero el rollo de la conciencia y todo eso nos lo llevamos nosotros, que tampoco es moco de pavo... E insisto, si desconfío de algún prototipo de persona es del salvador patológico de la humanidad; es decir: los cobardes patológicos.

Santiago Bullard dijo...

Sabias palabras, amigo mío, sabias palabras...

Anónimo dijo...

"nacer toro es jodido"...muy bueno

Santiago Bullard dijo...

Nacer humano y tener que vérselas con debates como éste (por no mencionar todo lo demás que acarrea el hecho de respirar) también, ¿no?

Xavier dijo...

Al margen de los puntos atendibles de esta discusión, no entiendo a qué te refieres con que puede ser mejor "aún para un toro" morir en el ruedo que en un camal. ¿Con esto estás tratando de decir que los toros tienen plena conciencia de las circunstancias de su muerte, así como de los antecedentes que le llevan a ella? Eso no es así. Al parecer estás tratando de trasladar una suerte de aspecto espiritual al sacrificio de una bestia. El comportamiento de una bestia se basa en el instinto, en este caso el de supervivencia, la teoría del razonamiento animal está bien para las fábulas. En el ruedo tienes un animal que, simplemente, arremete contra alguien que lo provoca y punto, como lo haría cualquier otra bestia de esas dimensiones. ¿Mejor morir asi...en qué sentido?
-Xavier

P.D: La fotografía que aparece hoy en la primera plana de El Comercio sirve para recordar a todos la quintaesencia de lo que son las corridas de toros.

Santiago Bullard dijo...

Xavier, no te preocupes que eso lo sé a la perfección. Los toros no tienen "consciencia-de-ser-ser", en terminos heideggerianos (por lo menos, hasta donde lo sabemos, porque los estudios en neurociencias animales están muy poco avanzados todavía), y por ende no pueden "preferir" la muerte en A que en B o viceversa. Lo que hago al escribir eso es, en realidad, recurrir al mismo tipo de argumento sobre el que se fundamentan los antitaurinos. Piénsalo en esta forma: ese toro va a morir de cualquier modo, para convertirse en alimento, y dada la cuestión que tú mismo señalas, le va a dar lo mismo morir en A que en B (en el ruedo o en el camal). Entonces, ¿qué sentido tiene oponerse a la Fiesta basándose en el sufrimiento del toro? Va a sufrir de todos modos, y normalmente menos en el ruedo que en el camal, donde se suele recurrir a métodos bastante duros (como desangrar vivo al animal, que es lo que pasa en algunos).
Algo que dicen los antitaurinos es que, de todos modos, no es lo mismo, porque en el ruedo la muerte del toro se convierte en un espectáculo; bien, ¿y eso qué? ¿Que atenta contra la "dignidad" del toro? Oye, pero si acabamos de reconocer que los toros no pueden tener consciecia de sí mismos, ni por tanto sentido de la dignidad; eso es como en las fábulas.
Los seres humanos pensamos en términos humanos, y no podemos hacerlo en términos de toro (porque no percibimos el mundo como un toro), luego, es normal que se lleve a cabo debates tan vacíos en el fondo como estos. Si quisieramos ser crudamente objetivos, tendríamos que decir "pues de todos modos se muere, y que sea de cualquiera de ambas formas, ya que le da lo mismo".
En cuanto a la foto de El Comercio, pues no es una novedad. Conozco a muchos toreros, y en mi familia los hay. A mi abuelo tuvieron que operarlo y abrirlo casi por completo para quitarle algunas costillas por la cornada de un toro. Y créeme: ellos saben muy bien cuáles son los gajes de su oficio. Llevan las cornadas (o sus cicatrices) con orgullo. ¿Sabes lo que es salir a un ruedo a enfrentar a un toro? Hay que tenerlos de hierro, ya te lo digo. Y ellos saben que el valor no siempre basta. Esa foto va a servir sólo para horrorizar a los antitaurinos; a los aficionados no puede sorprederlos.
Espero que esto satisfaga tus dudas. Un abrazo.

Anónimo dijo...

Señor Santiago Bullard, me alegra mucho haber leído su respuesta al profesor Jesús Mosterín, pues demuestra que aún hay restos de humanidad debajo del traje que embute al torero español. Me ha satisfecho mucho su respuesta porque ha sido redactada lo más coherentemente posible que cabe esperar de un defensor de la tradición taurina, y eso me indica que no cabe desesperar respecto al futuro. Creo que usted ya sabe por dónde voy a ir tras estas líneas, pero ruego que me dé una oportunidad.
He de juzgar sus primeros argumentos; usted erróneamente está tachando al filósofo Mosterín de etnocentrista, pues por "lógica", usted ha derivado del argumento "todas las sociedades progresan éticamente hacia una moral universal fundamentada en la compasión" esta otra conclusión "una moral es superior a otra". Esto es totalmente incorrecto. Avanzar hacia una moral universal no significa eso.
Mosterín está defendiendo una ética universal basada en el respeto, y tengo que recordarle que la ética no es otra cosa que el "deber ser".
Una ética universal no quiere decir que sea abstracta ni mucho menos. Puede ser inaplicable, como mucho, pero no es mero balbuceo. Una ética universal es lo que se contrapone precisamente a lo que usted está defendiendo: un relativismo moral puro y duro. Relativismo moral es lo que caracteriza a nuestras sociedas post-modernas y es un profundo error considerado así por la mayoría de los éticos actuales. Si no tenemos una ética universal, explíqueme usted de qué nos vale argumentar (argumentar racionalmente es defender una posición objetiva y universalizable, osea, que todos la puedan aceptar). Es decir, si no hay una Verdad, explíqueme de qué nos valen los Derechos Humanos de 1949 (que tienen pretensión de universalidad). Estos Derechos Universales defienden el principio universal de "derecho a la vida", "repudia de la tortura" y otros principios que todo el mundo aceptaría. Explíqueme en qué sociedad (primitiva como superdesarrollada) está bien visto el "matar". Que yo sepa, en ninguna está bien visto. El problema está en la aplicación. Cuando esos principios se aplican, sucede que bajamos un escalón y decimos: bueno, "no matar...salvo en defensa propia", bien, eso es adecuarse a contextos específicos. Y si queremos concretar aún más decimos: "bueno, no matar...salvo en defensa propia y en otros casos como, por ejemplo, la últimísima opción que surge tras la imposibilidad del acuerdo". ¿Vé usted? Eso es concretar, y no tiene nada que ver con su argumento de "etnocentrismo". Una moral universal es el elemento del que partimos para discutir la tradición taurina: dado que el animal sufre, dado que el ser humano sabe que el animal sufre igual que él mismo, y dado que el ser humano tiene una conciencia moral desarrollada (no es un niño o un "monstruo", es decir, monstruo como quien carece de conciencia moral), dados estos elementos, el ser humano es capaz de ponerse en el lugar de ese animal que está sufriendo, y com-padecerle, com-prenderle, sentir con él el dolor, de ahí que nuestra conciencia nos juzgue y nos diga: joder, que es que está sufriendo, y sé que el sufrimiento duele. Es en ese caso cuando el ser humano sufre con el animal, le compadece, suponiendo que no tenga la conciencia moral embotada y no sea capaz ni de sentir nada de eso. Yo al menos sí.
Un saludo caballero, no pretendo convencerle de nada, sólo de hacerle entender correctamente la postura de Mosterín, pues no es otra que esa. Gracias por leerme. (si quiere conversar más vía e-mail, escríbame a javicho_444@hotmail.com).

Santiago Bullard dijo...

Javicho: como tú mismo lo has dicho, da gusto leer buenos argumentos en lugar de mera gritería de fanáticos del pro y del anti. Así que vayamos al grano: tu exposición es limpia y precisa, así que trateré de darte el vuelto en la misma moneda.
Ante todo, no estoy muy seguro de que entiendas a lo que me refiero con "etnocentrismo"; o, en todo caso, partes de un prejuicio que es el mismo del que parte Mosterín, que es el de la universalidad de la moral. ¿Por qué decir que una moral no es, ni debe aspirar a ser, universal? Porque las palabras con que NOSOTROS rellenamos el pavo de la moral ("respeto", "justicia", etc, parten de un paradigma filosófico, social y, también, político que no nos podemos quitar de encima, pero precisamente porque pertenece a NUESTRA cultura. Como decía Gadamer, toda interpretación se dará siempre desde la configuración histórico-cultural del ser que interpreta, de modo que interpretar es, más que comprender al otro, comprender-se en el otro. El filósofo hindú Raimon Panikkar lo pone en otros términos: "de no llevar la escafandra de la propia cultura nos ahogaríamos cuando buceamos en otras aguas". En otras palabras, que pensamos y comprendemos (interpretamos) DESDe nuestra propia configuración mental-cultural, lo que nos lleva a suponer que lo que está bien para nuestra cultura está bien para cualquier otra. Y esto no es así necesariamente. Tú hablabas de la universalidad de los derechos humanos, y el mismísimo Panikkar, por poner un ejemplo, y que es hindú y filósofo, se ríe de esa universalidad: "Pero sin muchos los que se imaginan, por ejemplo, que los derechos humanos, tal como "nosotros" los hemos formulado, son universales; y ahora, con la mejor intención, se quieren ampliar a una "ética global", acaso porque nos creemos que el mundo es redondo -y nosotros su centro". No dejes de notar el sarcasmo, ni la importancia de las comillas en ese "nosotros". Hablabas de la muerte en las sociedades. Bien. Piensa en los espartanos, que hacían matar a los bebés que nacían "deformes", o sin las características que ellos consideraban adecuadas para un bebé saludable para que llegase un día a ser un gran guerrero. Piensa en las culturas (que han sido miles, en el viejo y en el nuevo continente) que han practicado con fervor y devoción el sacrificio humano... piensa en nuestra propia cultura, cuya política siempre ha hallado causas para dar la muerte. No sé de qué país me escribes, pero aquí en el Perú se ha asesinado a los terroristas en nombre de la seguridad del Estado (y también en tiempos en que los terroristas no decían ni mu), a los civiles de Bagua sólo por defender sus tierras del avance de las instalaciones petroleras, a muchos "problemáticos" a través del Servicio de Inteligencia. En todos los demás países lo mismo. La muerte es aceptable siempre que la sociedad o la política determinen que es ética "en determinados casos". ¿Si yo estoy de acuerdo con los sacrificios humanos en otras culturas? Como miembro de mi cultura, pues no, no lo estoy. Pero tampoco creo que debamos, ya que los vemos desde los ojos de nuestra cultura, encima juzgarlos bajo los principios de la misma. Cada cual tiene su cultura, su regla para medir la realidad en términos humanos.

Santiago Bullard dijo...

Bien, hablábamos de toros. Para el hombre que está en el ruedo, como para todos los que entienden la Fiesta Brava, el encuentro entre el hombre y la bestia no es un abuso sanguinario. Es un momento de tensión y pasión, en que el torero enfrenta a la bestia y la bestia enfrenta al torero. Tiene, vista desde este enfoque, reglas propias. La ética antitaurina lo reprueba, ¿pero basándose en qué conceptos? ¿La moral universal? Yo le preguntaría a todos los antitaurinos cuál de ellos no ha aplastado nuna una cucaracha, echado veneno a una rata o lanzado un golpe a una mosca con un papel periódico o un matamoscas. ¿No sufren ellos acaso? El argumento es el mismo. Vargas Llosa argumentaba haciendo una comparación con la cría selectiva y abusiva de cangrejos y langostas, y cómo con los toros sucede lo mismo: que se crían especialmente para morir dando lo mejor de sí. ¿Eso está mal? Yo creo que no. Se trata de entender el fenómeno de las corridas desde dentro, en sus propios términos de afición, pasión y amor a un arte que nos habla mucho de lo que somos nosotros también: seres mortales. No digo que esto las justifique, ojo: digo que es como hay que tratar de entender. Pero lanzar una perorata moral acerca del sufrimiento del toro... pues bueno, ya conoces mi argumento acerca de los camales, que suelen ser bastante peores. En el ruedo, de hecho, se premia el que el torero logre acabar con el toro haciéndole sufrir lo menos posible; sobre todo a la hora de la estocada fatal, mientras más rápida sea la muerte, mejor. Porque hombre y toro (y el público también) comparten una empatía muy estrecha con ese animal. Pero, de nuevo, estos son términos internos de comprensión y valoración, no justificaciones. Pero entender es el primer paso hacia la tolerancia, también.
Yo no sé si te he contestado como lo hubieras esperado. En todo caso, este diálogo sigue abierto, para el que quiera lanzar otra opinión al ruedo. Y levanto esa copa contigo, hombre. Un abrazo.

Anónimo dijo...

Hola de nuevo, Santiago.
Creo que, con todo el respeto, no ha comprendido la esencia de lo que le he comentado antes. Por favor, entienda una diferencia muy clara entre "moral" (mores) y "ética" (ethos). La moral son las costumbres de cada pueblo, e incluso si quiere, de cada persona. La ética es universal, algo que todos los individuos "¡deben!" aceptar. La ética dice: no matar, ¿por qué? Porque es un principio universal: nadie de entre todos los humanos lo acepta (de ahí que todo ser humano busque una justificación para matar, o algo semejante). La moral, sin embargo, no es universal. Y si una moral o costumbre pretende ser universal (pretende ser ética) tendría que ser un principio aceptable para todos. Por eso, no podemos pretender que otros acepten costumbres nuestras como comer pizza, bailar un "reggaeton" o practicar tauromaquia. La moral no es, por tanto, y entiéndalo porque es fundamental, universal. Por eso yo no puedo pretender que otro acepte mis costumbres. En cambio, la ética es un "deber ser", lo que debe ser, por eso debemos pretender que todos acepten sus principios, porque son principios inadmitibles por todo ser humano: no matar, no torturar, no robar...y le vuelvo a decir que la ética está ahí cone sa pretensión de universalidad, por eso tratamos de justificar nuestro acto cuando matamos, robamos, o lapidamos a alguien.
Y bueno, respecto a lo que argumenta al final, me parece que no es digno de discutir, dado que no es en ningún caso justificable lo siguiente: como las langostas sufren para darle sabor a la comida, torturar a los toros también está legitimado. Es absurdo decir que: como todos matamos moscas, no hay nada de malo en torturar toros. Y mucho más absurdo es decir que los toros nacen para ser torturados. Estamos diciendo que un ser nace para que le hagamos sufrir. Es absurdo porque demuestra una falta de respeto a la vida impresionante. Y esto también es un principio ético: el respeto a la vida (de ahí que cuando un dictador, o alguien que mata una mosca, normalmente intenta justificar el motivo). E incluso usted mismo dice: el torero intenta matar al toro lo más rápido posible para que no sufra tanto...usted mismo se está intentando justificar, y a la vez se está contradiciendo. Primero afirma que la tauromaquia (que pertenece al campo de la moral) es correcta y por otro está intentando justificar el respeto por el animal (está tratando de justificar un principio ético: el respeto por la vida) ¿Por qué trata de justificar el respeto por la vida con el argumento de que el toro sufra lo menos posible? Porque usted sabe que aquí se está violando un principio ético, e intenta reducirlo a la mínima expresión (cuanto menos sufra mejor). Dice un refrán de por acá de España que "de buenas intenciones está lleno el infierno".
Un saludo, espero que comprenda la diferencia entre ética y moral.
Gracias

Santiago Bullard dijo...

A ver, lo haré lo mejor que pueda, porque cargo con una resaca que ni cristo... En fin.
Muchacho, no se trata de si entiendo o no la diferencia entre moral o ética, sino de cómo las definimos. De nuevo, insistiré en que no hay nada de universal en la ética, como no sea su pretensión a ser universal, que me sigue pareciendo errónea. ¿Por qué? Porque la ética es el "deber ser" de toda la humanidad, pero ¿quién la formula? He ahí el detalle: este "debe ser" es SEGÚN alguien. Pero, ¿cómo entender que un alguien (individuo, sociedad, cultura) pueda determinar qué es lo universal? A menos que creamos en el sexto sentido que formulaba Aristóteles o en los imperativos de Kant (ambas de ellas teorías en las que no creo) esto es insostenible. Yo no creo que halla nada que pueda formularse ex-humana y ex-culturalmente. Si piensas en el par de ejemplos que te escribí antes sobre las sociedades que consideran que está bien matar, o si piensas en cómo los hindúes o los habitantes de los Andes conciben la vida (como un "salir-de-la-muerte" en lugar de nuestro heideggeriano "ser-en-relación-a-la-muerte" o irse dejando la vida en las esquinas), entenderás a lo que me refiero: una cultura es algo más que una forma de hablar, vestir y hacer: es toda una forma de SER, que puede llegar a ser infinitamente distinta de la nuestra.
En cuanto a lo otro, ¿piensas que esté mal matar animales bajo ciertas condiciones? Me acusas de reconocer que hay animales que viven para ser asesinados, y bueno: no voy a ser tan ciego de negarlo. Porque es así: no sólo los toros de lidia, sino miles de otras razas bovinas nacen específicamente para ser liquidadas en el camal y servidas en el plato, y lo mismo va con todos los otros animales, desde los mamíferos y las aves a los peces, ranas e insectos. ¿Eso está mal? No lo creo. Lo que está mal es no preocuparse por sus condiciones de vida, creo yo.
Y, finalmente, creo que no entendiste mi ejemplo de las moscas. Sólo digo que los antitaurinos hablan mucho del respeto a los animales, pero que no son muy consecuentes, porque sólo piensan en algunos de ellos, que es como lo que decía Orwell en su libro, ¿no? "Todos los animales son iguales, pero algunos son más iguales que otros". En fin, que eso no lo dije argumentando a mi favor. Yo no soy idealista, reconozco las tachas y la sangre, y no trato de justificarme en los derechos universales. Es mi forma de pensar. Que hay otras posibles, es cierto, pero insisto en que la de los universales es, siempre, peligrosa. Míralo de esta forma: una sociedad formula una ética que ELLA considera universal; luego, observa que otras sociedades no practican esta ética que TIENEN QUE practicar (porque es un deber ser universal), luego son dignos de castigo. La ética, además, sigue siendo un discurso, y cumple (como diría Foucault) un rol en el juego de dominación y poder. En una ciudad, por ejemplo, la ética "garantiza" un determinado comportamiento que permitirá que la sociedad "funcione", pero ha de ser controlada para asegurar que esta ética se cumpla. De ahí el poder cedido a quienes castigan a los infractores. ¿Entiendes mi punto? Esto, aplicado a la interculturalidad, tiene consecuencias catastróficas.
En fin, que este debate marcha bien y me está gustando. De hecho, hasta me está dando buenas ideas para explayarme sobre los temas de ética, dominación y poderes en alguna otra nota. En fin, saludos, y un fuerte abrazo.

Santiago Bullard dijo...

Por cierto, ¿por qué te refieres a Mosterín como "profesor"? ¿Le conoces?

Anónimo dijo...

Hola de nuevo!
¿Cómo definimos la ética? Me parece una fabulosa pregunta que en nuestras sociedades postmodernas parece adquirir un matiz muy problemático. El término viene de atrás, de la Grecia antigua, donde se concebía la ética como lo que debe ser para todos los hombres. Claro, hay que tener en cuenta que los griegos solían ser muy egocéntricos y racistas. Ya en la Grecia antigua se daban claves para ser lo que "se debía ser". Estas claves eran: ser justo, moderado, prudente...y el objetivo de todo esto era ser feliz, pues "es mejor padecer injusticia que cometerla". Concebían que estos puntos valían para todos los hombres, no sólo para los griegos. Pero había un pequeño defecto, tal como debiera usted advertir claramente: esta "ética" estaba formulada por los griegos (o sus antecesores). Así, los griegos no podrían pretender que otros aceptaran las condiciones que ellos mismos habían impuesto.
Sin embargo aparece por la historia de la filosofía alemana Kant, el mismo que formula el imperativo categórico entremezclado estrechamente con la regla de oro de la conciencia moral: "no hagas a otro lo que no quisieras que a ti te hicieran". A primera vista (a priori), tanto uno como otro parecen inquebrantables: nadie quiere que se le haga daño, que se le humille, al menos sin una justificación (ya sea más racional o menos). Además tenemos una conciencia formada a través de nuestra experiencia, que nos indica que el otro está sufriendo cuando vemos en él vestigios de lo que a nosotros podría hacernos sufrir también. Sabemos que sufre, y en ese momento, quien no carece de conciencia moral, le compadece de alguna forma, ya que si yo no compadezco al otro que sufre, me estoy haciendo daño también a mi mismo: mi conciencia me está juzgando. A mi por lo menos sí me ocurre eso. Puede haber gente que tiene la capacidad de juicio moral limitada, erosionada con los años, y por eso podría estar leyendo estas líneas como si de un "cuento chino" se tratara, como una plena estupidez, y yo le entiendo.
La cuestión es: la regla de oro la ha hecho alguien, cierto es, y probablemente haya sido alguien occidental, casi con seguridad. Pero, dígame, ¿qué importa quien ha formulado la regla de oro si puede aplicarse a todo el mundo? ¿Cómo se concibe que haya alguien a quien le guste ser humillado, y por eso humille a los demás? Es muy contraintuitivo, y salvo que haya una religión o alguna costumbre que lo imponga de alguna forma u otra, no creo que sea lo habitual. Las sociedades primitivas, podría ponerme usted como ejemplo; en ellas puede que haya gente que le guste ser humillada porque, por ejemplo, no ha cumplido con alguna ley moral de su religión o alguna ley vigente en su sociedad. También puede decir usted: el sado-masoquismo. Respeto la cultura sádica. Y sin embargo, este par de ejemplos siguen hablando de..."mores", de la moral, que no puede ser universalizable jamás. ¿Por qué? Pues evidente: porque una religión convive con otras en el mundo, y estas pueden no estar de acuerdo en muchos puntos que la otra defiende. También, porque unas normas de una sociedad son totalmente distintas a otras de otras sociedades,y por eso, pueden no ser bien vistas. E incluso la cultura sádica nos está manifestando una costumbre, una cultura, que no puede ser universalizable, puesto que yo no puedo asimilar los ideales que defiende.

Anónimo dijo...

Entonces, según usted, ¿tendríamos aquí una contradicción? ¿Queda anulada la regla de oro como principio universal? Qué va, para nada.
Si el ser humano tiene conciencia moral, conoce la regla de oro, aunque no la haya oído mencionar. Así, el hombre de la tribu Masai sabe que humillar a otro hombre es ponerse en una situación controvertida, puesto que él mismo sabe lo que es ser humillado, por experiencia. Y esto se agiganta cuando el otro hombre que está siendo humillado resulta que no ha degradado a su verdugo en ningún momento antes.
¿No es esto real, cuando el hombre posee conciencia moral? ¿Acaso no sabemos que el animal sufre igual que nosotros, igual que cualquier otro hombre? ¿O el torero no posee conciencia moral, o quizá la tiene atrofiada? ¿No somos conscientes de que el maltrato al animal es un maltrato a uno mismo?
Si a mí me han clavado un bolígrafo en el costado, y sé que duele, ¿por qué me siento como si nada hubiera pasado cuando provoco la misma punzada al toro? ¿Acaso no tengo conciencia moral?
Las sociedades primitivas siempre tienden a preservar su comunidad, a contribuir a su propio crecimiento (véase Levi Strauss, "antropología cultural"), y cuando denotan cualquier desprecio por la vida no están sino aplicando sus leyes que nada tienen que ver con la universalidad de la ética. ¿Cómo se consigue la ley universal (ley en cuanto ley social)? Esta pregunta es toda una senda que nos conduce por caminos largos, y en ella nos sale revoloteando Habermas y su teoría de la "acción comunicativa" donde: un discurso racional argumentado con pretensión universal es la única fundamentación legítima que todos los ciudadanos deben dar a las normas que van a regir sus vidas.
Pero, claro, de nuevo nos acecha el relativismo: no hay normas universales. ¿Seguro? ¿Acaso no aceptamos la regla de oro como universal, aunque nunca la hayamos oído mencionar? Cuando yo te clavo el bolígrafo en el costado, sé que te duele, y por eso trato de justificarme: te lo clavo porque has actuado mal. Si no me justifico de alguna forma, mi conciencia me dice que algo estoy haciendo mal.
La pretensión de ser universal de la ética es lo único que nos queda para hablar de ella, pero el problema llega al aplicarla. ¿Cómo define usted la ética? La ética fundamenta las normas civiles, ¿no? Entonces, ¿cómo puede pretender usted que yo acepte una norma en cuya creación no he participado? Si las normas (el deber ser, tanto ético como civil) no tuviera un fundamento universal sino solo relativo, yo no tendría por qué aceptar lo que otros han fundamentado. Pero claro, cuando infrinjo una norma, me doy cuenta de que los demás se me echan encima, y mi conciencia me dice que algo estoy haciendo mal. Entonces, ¿seguro que no hay nada de universal en el deber ser?
Usted podría decir, bueno, pero un nativo de otra cultura primitiva puede ser "depositado" en medio de Nueva York y quedarse alucinado con las normas que existen de no-violencia, por ejemplo, puesto que no concibe que no se pueda pegar a otro, o que no se deba torturar un toro en la plaza...su conciencia no abarca la posibilidad de juicio moral en ese sentido. Aquí aparentemente la ética pega un trastabillazo. Mas nada más alejado de la realidad. Vamos a hablar con el nativo y a decirle: oiga, ¿y no cree que su postura es inadecuada? ¿No cree que si todos los habitantes de Nueva York nos diéramos de tortas cuando quisiéramos, no podríamos estar seguros de nadie? Es decir, ¿no sería esto muy adverso, si universalizáramos su postura? Pues claro que sí, su postura no puede universalizarse porque todos podríamos golpear cuando quisiésemos y a nadie le gusta que le golpeen, y menos sin motivo. Después de esto, sigue pensando que no hay nada de universal en la ética?

Anónimo dijo...

Por supuesto la incoherencia de los antitaurinos es toda una aberración, he de admitirlo: matar moscas sin conciencia alguna y luego defender la postura antitaurina no es coherente. No obstante, caballero Santiago, cuando estos antitaurinos matan una mosca, no están haciendo de ello un espectáculo, ni cobrando por ello a miles de personas que van a verlo. Es que la diferencia única entre estos dos actos es la humillación, el espectáculo. Yo soy carnívoro como el que más, me encanta la carne de cerdo y la de ternera, e incluso he probado el rabo de toro, pero aún no he visto que los carniceros que matan al pollo que me voy a comer cobren entradas para ver cómo le ponen banderillas y les torean. El toro no tiene que pasar necesariamente por esa etapa de sufrimiento para ser degustado. Puede añadir usted: ¿y la elaboración del foie-gras? Es lo mismo, aún no he visto que se haga espectáculo de la cruel elaboración del foie-gras, he ahí la gran diferencia.
En resumen: la ética tiene algo de universal, puesto que si no, ahora mismo, podría escribir este mensaje como me placiera, insultando, arremetiendo, etc., y sin embargo no lo hago porque sé que es otro igual que yo el que lo va a leer, y considero que le estaría dañando a usted y a mí mismo, si no me sometiera a unas pautas universales (o que todos quisiéramos que se nos aplicaran, al menos). He ahí la ética universal: no hagas al otro lo que no quieres que te hagan, o al menos justifícate. Eso es universal.
Dice usted: "Míralo de esta forma: una sociedad formula una ética que ELLA considera universal; luego, observa que otras sociedades no practican esta ética que TIENEN QUE practicar (porque es un deber ser universal), luego son dignos de castigo". No es así, ni mucho menos. Una sociedad formula una ética, cierto. Pero usted ahora procede a aplicarla cuando dice: "observa que otras sociedades..." Eso es aplicar, y ahí es donde está el problema. La aplicación no corresponde a la ética sino a las personas. ¿Y cómo se aplica? En la moral (ley, costumbres...). He ahí el problema, porque si un Estado defiende la violencia, no se corresponde con un Estado liberal. Y en el caso de los países "taurinos", se produce una enorme contradicción: protegemos tarántulas en los zoos pero defendemos la tortura de los toros, qué curioso.
Lo siento por haberme alargado :)
A Mosterín no le conozco en persona, pero le considero como un maestro más, ya que tengo referencias de él.
Un saludo Santiago, espero que no acabes de ética hasta los pelos. Hasta otra, y un abrazo.

Santiago Bullard dijo...

No hay problema con alargarse, hombre; y mucho menos con temas como este, que lo requieren. En cuanto a tener la ética hasta los pelos, pues no: lo que tengo hasta los pelos es el agotamiento, después de tan largo día. Pero voy a hacer mi mejor intento por responderte en forma ordenada y coherente, aunque me disculparás si me voy por alguna rama en algún momento.
Según lo que me escribes, la aparición de Kant en la historia de la filosofía fue el gran triunfo de la ética universal. He de advertirte, sin embargo, que soy de los que creen que Kant ha sido muy superado en muchos puntos. Los imperativos categóricos y las formas de sensibilidad (espacio y tiempo) sobre las que descansa la universalidad del conocimiento (incluído el ético) según Kant me parecen insostenibles. No creo en sus postulados del "noumenon", ni en dios, ni en ninguna de las bases de sus teorías. Pero dejemos de lado todo esto, y vayamos a lo que te interesa a tí, que es la "Ley de oro": no hacer el mal si no quieres que te lo hagan a tí, hacer del hombre un fin y no un medio, y toda la nota.
Bien, yo puedo estar de acuerdo con ello. ¿Por qué no? Yo no defiendo como propias las creencias que me son ajenas: no creo en Alá, en el Samsara hindú, en el atman, en el sacrificio humano, en la superioridad aria, en la Torá, en el imperativo categórico, en Zeuz, ni siquiera en dios. Creo que existe un código ético que regula el comportamiento moral de los hombres (aquí agrego "de una determinada sociedad"). En otras palabras, no defiendo la verdad de las creencias que me son ajenas. Pero no por ello dejo de afirmar (también desde mi cultura) su derecho a la existencia, ni el que ellas entiendan el mundo desde un enfoque distinto al mío, que después de todo es distinto también al de otros miembros de mi misma comunidad epistémica (si no, no estaríamos escribiendo estos comentarios). Y digo que desde mi cultura, porque sé que, para otras, este respetar la cultura ajena es incompatible con sus creencias. ¿Qué puedo hacer por ello? Pues nada. No me siento comprometido, ni creo que la filosofía tenga que estarlo, a dar resultados para los problemas de la humanidad: ellos seguirán existiendo como lo han hecho siempre, nos guste o no.
¿Es mejor un universo donde se aplique la misma moral a todo el mundo? Visto desde nuestro balcón de occidente, es probable. Pero si hacemos un esfuerzo por entender (lo que significa interpretar) el pensamiento ajeno, tendremos que reconocer que esto no tiene por qué ser así. Una cultura es un circuito de creencias, con su propia semántica y lógica internas. Pensemos en el pensamiento hinduista (que no es lo mismo que decir "hindú" a secas): muchos proyectos de desarrollo económico y social han fracasado en la India, uno de los países con mayor índice de pobreza del mundo. Millones y millones de dólares echados al agua, ¿y por qué? Por no reparar en un detalle cultural: el alto índice de población hinduísta, a la que la religión les dice que su condición de existente (esto traducido a términos occidentales, claro) ha sido determinado por una vida anterior, lo que genera un compromiso espiritual con su condición económica. O, en otras palabras, que por sus propias creencias el hinduísta se negará a mejorar su estado de vida, económico y social. Para ellos, una moral como la nuestra es incomprensible en más de un punto, empezando por el hecho de que sus creencias no los llevan a buscar la felicidad, sino que se sienten realizados en la resignación, pues se preparan para una vida futura más cercana a la Totalidad, a la Unidad (y no en los términos en que Hegel lo entendía). Para el budhismo esto cobra un significado aún más radical, pues en la mayor parte de sus secularizaciones (como el budhismo zen, por ejemplo) lo que se busca no es la felicidad, ni el bien común, ni la justicia para con el otro, sino el abandono de sí mismos, ese Nirvana que es el Ser dejando de ser.

Santiago Bullard dijo...

Has tocado un tema muy interesante, de paso, que es el del sado-masoquismo. O, yo preferiría, el sadismo y el masoquismo. En estas formas de concebir la realidad, hay una ética que, normalmente, es la otra cara de la que el común de las gentes entiende. El mismo Marqués de Sade es un buen ejemplo, con sus largos tratados sobre la anti-ética, o "ética natural", que prima en los seres humanos por su propia condición como seres que pertenecen a la naturaleza, que buscan realizarse bajo lo que Freud y Marcuse llamaron el "Principio del Placer". Otra forma de entender las cosas. Nuestra ética, contaminada por los prejuicios de la religión (y esto ya estaba en Kant) habla de sadismo y masoquismo, entre otros "ismos" interesantes, como "perversiones". El sólo nombre ya es un juicio valorativo, una forma de censura, un discurso de poder que nos dice lo que está bien y lo que está mal. ¿Yo estoy de acuerdo? Bueno, quizá en algunos puntos sí y en otros no; tema para otro debate. No me voy a ir por esta rama.
A ver, palabras tuyas: "La cuestión es: la regla de oro la ha hecho alguien, cierto es, y probablemente haya sido alguien occidental, casi con seguridad. Pero, dígame, ¿qué importa quien ha formulado la regla de oro si puede aplicarse a todo el mundo? ¿Cómo se concibe que haya alguien a quien le guste ser humillado, y por eso humille a los demás?". Aquí hay un par de falacias. En primer lugar, ¿por qué la regla de oro puede aplicarse a todo el mundo? Ya trataba de demostrar lo contrario: no hay nada que justifique el que pueda hacerse tal cosa, excepto el hecho de que esta oración se formula DESDE una postura ética determinada. La otra pregunta es un callejón sin salida innecesario, y que no necesariamente dice algo: implica que a todos los que humillan les gusta ser humillados, y esto lo hubiera negado el propio Darwin, apelando a la selección natural. De hecho, los seres humanos tienden a ser mucho más sencillos: muchos gustan de humillar, mas no de ser humillados, y no se sienten obligados a sentir culpa alguna. Es más, probablemente ni siquiera consideren como "humillación" mucho de lo que hacen y que otros, en cambio, sí considerarían humillación. Como dice la canción: "Palabras, palabras, palabras...". Y eso es mucho, porque las palabras que utilicemos para describir el mundo van a determinar nuestra forma de pensarlo, interpretarlo, concebirlo, manejarlo... La palabra "ética", por ejemplo, que es occidental hasta la médula, y configura nuestra forma de concebir los códigos de comportamiento, pero que no basta para aprehender todo lo que implican otros códigos ajenos (sobre este tema de la comparación de definiciones, con sus posibilidades de traducción y sus limitaciones, te recomiendo las obras en general de D. Davidson y las de Quine, además de las de Gadamer, y otro par de libros: "Sobre la certeza", de Wittgenstein, y, para un exámen particular de la relación intercultural, el libro que mencioné antes de Raimon Panikkar, "La experiencia filosófica de la India").

Santiago Bullard dijo...

Otra línea argumentativa con la que no estoy de acuerdo es la siguiente: "Si el ser humano tiene conciencia moral, conoce la regla de oro, aunque no la haya oído mencionar". Pregúntate que es lo que podemos entender, aquí, como conciencia moral; yo te respondería: una construcción histórica que compromete a la regla de oro. La ética contemporánea es un resultado histórico del que Kant es inseparable: no es necesario haberlo leído, o conocer su famosa regla, para poder comprenderla, porque forma parte de nuestro vocabulario colectivo, ha sido interiorizada por nuestra cultura. Forma parte de ella. Además, ¿qué es tener conciencia moral, en términos de interculturalidad? Es tener conciencia de los códigos que rigen la comunidad epistémica a la que pertenecemos, occidental o no. O, llevado a otro caso, si se trata de la mía o de la de mi vecino: podemos compartir algunos puntos, pero no todo, o seríamos la misma persona en muchos sentidos.
Respecto a tu ejemplo del nativo en Nueva York, me gustaría comentarte una anécdota. Cuando Darwin pasó por Tierra de Fuego, recogió a unos niños de una tribu fueguina y los llevó a Inglaterra a bordo del "Beagle". Allá, fueron "educados": aprendieron el idioma, la forma de pensar, las costumbres y la ética inglesas. Luego, los enviaron de vuelta a casa, para que "aleccionaran" a su gente. Pero el tiro les salió por la culata: los muchachos, ni bien estuvieron entre su gente, echaron todo lo aprendido al agua y regresaron a sus viejas costumbres y creencias, sin pena ni dificultades.
Bien, has expuesto un punto interesante respecto a la tauromaquia, que ya tocó antes Savater, y que es el de la crueldad como espectáculo. Y, a diferencia de Savater, yo no voy a contradecirla, porque es la pura verdad. En el plano del derecho abstracto de los animales, creo que matar una mosca es tan grave como matar a un toro. Pero en lo práctico, es cierto que son dos cosas distintas. Entre los romanos también se pagaba por ver sufrir y morir a los hombres, y eso fue abolido luego, cuando la ética cristiana se impuso sobre la pagana. En otras palabras, cuando el sentido entero de la práctica cambió, porque cambiaron los términos. Del mismo modo, el antitaurino no entiende el corpus de definiciones y creencias, el montón de significados implícito en la Fiesta Brava: allí hay una forma de respeto al animal, que ciertamente es construída por el hombre, pero que está allí. Hay quienes consideran que es igualmente digno pagar por ver a dos hombres agarrándose a golpes, como en el box, y nadie les dice nada. Quizá porque hay un consentimiento de ambos luchadores. Pero el toro no puede consentir, porque no es humano. Se lo fuerza a defenderse, a atacar, a plantarse en un duelo a muerte con el torero. Pero eso tiene, también, un sentido, que el toro puede no entender (hasta donde sabemos, no lo hace).

Santiago Bullard dijo...

¿Esto es injusto? Desde el enfoque antitaurino, sí. Para el aficionado a la Fiesta, no: para él, se trata de entender en carne propia la densidad y la pasión del duelo que se está llevando a cabo, más allá de la belleza del gesto. El respeto al toro se entiende en términos muy distintos: la piedad es darle una muerte rápida, a menor sufrimiento mejor. ¿Por qué es tan importante el debate sobre la ética? Porque aquí juegan dos éticas distintas, que no se entienden, pero que conviven. Para entender la Fiesta hay que hacerlo desde dentro, desde su sistema de creencias y significados. En un plano ideal, puede estar equivocada. Pero yo no creo en éticas ideales, ya lo dije, ni pongo al ser humano al centro de la balanza. El torero que muere, sabe que no tiene derecho a lamentarse. Gajes ya no sólo del oficio, sino también de su noción de la existencia. Este punto me lo vas a contradecir, lo tengo por seguro, porque desde tu enfoque está lleno de contradicciones y sinsentidos. Y yo leeré todas tus críticas con gusto, puedes tenerlo tú por seguro también. Entiendo que no todo el mundo sea aficionado, pero espero que los opositores entiendan, también, el que haya aficionados. Por eso, no se trata de "incoherencia", sino de una coherencia distinta, articulada en otros términos, en otras creencias. Pero el debate (o el diálogo) sigue abierto. Una vez más, tendría que argumentar trayendo a colación la tradición, la construcción histórica de la afición a la Fiesta Brava y aún, como hizo Vargas Llosa, algunos elementos existencialistas que el hombre ve reflejados en ese duelo silencioso entre el hombre y el toro. Pero me disculparás por la retirada, que empiezo a ver doble, y se me cruzan las líneas y las letras (ya dije que ha sido un día largo). Saludos, hombre, y ojalá pudiéramos tener esta conversación en un bar, con un par de cañas de por medio, como tendría que ser.

Anónimo dijo...

Lo que me tranquiliza es que, si seguimos en el camino de la logica y la compasion, las palabras de Mosterin se cumpliran: "No sabemos cuándo acabará esta discusión, pero sí cómo acabará. A la larga, la crueldad es indefendible. Todos los buenos argumentos y todos los buenos sentimientos apuntan al triunfo de la compasión."

No serian necesarias las interminables discusiones, que como vemos, muchas veces se van por las ramas, si se aplicara un codigo de definiciones. Y es justamente en esto que Mosterin es especialista. La filosofia de la ciencia no es charlataneria, se basa en la logica matematica. No hay eso de "yo no creo en" o "para entender la Fiesta hay que hacerlo desde dentro", o cosas como la "coherencia distinta" u "otra creencia".
Por eso es bueno escuchar los argumentos de Mosterin otra vez:
http://www.youtube.com/watch?v=uPDvC46C4NA&feature=related

http://www.youtube.com/watch?v=uPDvC46C4NA&feature=related

Son razonamientos sencillos y humanos, dichos por este filosofo tan brillante, que ha dedicado la mayor parte de su vida a la Logica y Filosofia de la Ciencia (para la eliminacion de las ambigüedades entre ciencia y filosofia) las cuales permiten dar luz a posibles dilemas como estos mediante el razonamiento analitico. Por eso, Mosterin, sabiendo bien lo que dice, sentencia que "Todos los buenos argumentos y todos los buenos sentimientos apuntan al triunfo de la compasión."
V.

Santiago Bullard dijo...

En algo estoy de acuerdo, y es en que nuestro debate no tiene un fin posible. Al fin y al cabo, no intento convencer a nadie, porque no creo que ese sea el rol de la filosofía. Pero sí señaralé que toda crítica está permitida, y los títulos y hazañas de Mosterín no son justificaciones ni, mucho menos, argumentos. Después de todo, mi crítica y mi enfoque tienen una base igualmente sólida, si es que vamos a invocar a los Grandes: Davidson, Gadamer, Quine, Wittgenstein, Kuhn, Rorty... Y es más, y esto sólo si es que se me llama a hacer alarde de estas cosas: que todos estos nombres tienen mucho más peso que el de Mosterín, puestos a hablar de autoridades, además tomando en cuenta que algunos de ellos (Kuhn, sobre todo) fueron también filósofos de la ciencia.
Mi enfoque seguirá siendo el mismo. ¿Que la crueldad y la violencia no tienen lugar? Creo que podemos llamar a casi cualquier gobierno para invalidar esa afirmación; o, en todo caso, a sus servicios de inteligencia. La postura de Mosterín es, abierta o secretamente, utopista, y yo no creo en ninguna utopía, así me guste. Soy un pobre resignado.
En todo caso, mis argumentos han sido expuestos largamente en los comentarios anteriores y en la nota original. Seguiré contestando todo lo que se me escriba, claro está, pero que eso quede en claro. Pero que quede muy en claro, Javicho, que este debate ha sido un verdadero gusto. Siempre es bueno encontrar gente dispuesta al diálogo, a la argumentación. Ya te lo dije: esto deberíamos conversarlo un día con unas cañas de por medio.
Saludos.

Marco dijo...

Muy a mi pesar llego tarde a esta interesante discusión entre ustedes. No obstante, como la polémica ha vuelto a surgir hace poco a razón de la reacción de los aficionados asistentes a las que podrían ser la últimas corridas en Cataluña, no puedo evitar opinar, aunque sea tarde, al respecto.

Actualmente los argumentos más utilizados para justificar el objeto de la discusión, sobre todo por los intelectuales, giran principalmente en torno a tres cuestiones: el respeto a la libertad individual, la existencia de multitud de ocasiones donde la crueldad es patente y la incoherencia de los abolicionistas. Otra cuestion antaño utilizada como argumento taurino es la negación del sufrimiento del animal, ya en desuso general por una concluyente refutación pero aún sostenida por algunas personas torpes.

Respecto a la primera, la libertad sin una regulación que delimite las interacciones entre componentes y las prácticas de una sociedad (moral) puede ser fatal para la misma. La ética constituye una herramienta para el análisis que aporta razones por las que justificamos la eliminación o la promoción de un aspecto concreto de nuestra libertad de comportamiento o nuestras libres interacciones con el resto de individuos. Es universal no por nuestra pretensión de universalizarla ni por nuestras definiciones sino por ser una formalización que busca la consecución de principios codificados en nuestra naturaleza humana -como la aversión al sufrimiento propio y ajeno- y por tanto universalmente aplicable a todos nosotros. La ética como cualquier método de análisis solo puede ser universal. Lo que puede ser subjetivo son las distintas teorías éticas fundadas como el utilitarismo o el contractualismo entre otras.
Por otra parte aquellos que niegan la universalización de la ética caen en el mismo error que denuncian pues defienden un respeto universal hacia todas las costumbres.

El segundo punto es menos interesante y más trivial. Se suele preguntar a aquellos que hacen pública su crítica hacia las corridas: ¿qué prefieres vivir con plena comodidad durante cuatro años y sufrir durante 20 minutos o vivir en un habitáculo pequeño y oscuro toda la vida para ser sacrificado de una forma tan o más cruel que en la plaza?. A simple vista podría pensar que me están engañando y que me están ocultando otras posibles alternativas pero si me obligan a elegir me decanto por la primera evidentemente. Es algo en que el toro estaría probablemente deacuerdo si pudiese, pero la verdad es que actualmente las granjas de toda Europa están obligadas por ley a mantener a sus reses en unas condiciones que aseguren su bienestar, a tener una libertad de movimiento, recreo y a ser transportadas con los mejores cuidados y en las mejores condiciones. En el matadero están prohibidos todos los métodos de sacrificio tradicionalmente usados, se obliga a la utilización de métodos que eviten el sufrimiento del animal. Si me ofrecen esta tercera posibilidad en la pregunta ya no sería tan obvia la elección primera. La crítica de gran parte de los antitaurinos no es tanto por la muerte del animal, aunque también tiene cierta enjundia esta cuestión, sino por el sufrimiento que supone para el toro.
Como Mosterín, opino que las corridas de toros no es el problema más grave que actualmente tenemos que afrontar en la relación entre el ser humanoo y el resto de los animales o con el medio ambiente, pero sí es el más fácil de solucionar.

Por último, la coherencia es una característica de la persona que argumenta pero no es criterio que valida o refuta la argumentación en sí misma. He comido carne y langostas y he matado moscas y mosquitos pero esto no valida inmediatamente la argumentación de los aficionados. Como apunta el filósofo Pablo de Lora en su intervención en el Parlament: el torturador que dice que la tortura está mal, está diciendo la verdad.
La coherencia al igual que la belleza del marco matemático de una teoría física no valida nada, pero puede ser algo cuya busqueda es conveniente.

Gracias por su tiempo.
Marco.

Santiago Bullard dijo...

Como he dicho antes, da gusto discutir de estos temas con gente dispuesta a hacerlo como debe hacerse. No tengo mucho tiempo, pero un comentario como este merece otro comentario.

Hablas de los argumentos para justificar las corridas. El tercero, la incoherencia de los abolicionistas, es el más fácilmente descartable, porque la incoherencia de uno no prueba la coherencia del otro (no, al menos, en el plano lógico).

Ahora bien, sigo en mis trece respecto a la no-universalidad de la ética. Tampoco creo que sea subjetiva, ojo: yo creo que, en todo caso, es intersubjetiva, y se define en base a relaciones dentro de un grupo, en contraste con otro (dicho, obviamente, a grandes rasgos). Claro que lo último que dices también es muy cierto: que caemos en el error que denunciamos al defender un respeto universal de las costumbres. Pero, desgraciadamente, a eso nos condiciona en buena parte nuestro lenguaje, así como nuestra tradición filosófica. Aquí, solo me resigno.

Ahora bien, hay un filósofo, Hauser, que propone que ciertos criterios morales son universales sobre una base neurológica y evolucionista, pero que es criticable, porque aquello de lo que habla son solo comportamientos, no hechos morales "per se".

En fin, que esta discusión da para rato, y siempre sería preferible en una mesa con dos cervezas de por medio. Lo que más me jode a mí, en el fondo, creo que es el hecho de que las corridas no se prohiban sobre fundamentos como estos (a los que, en ultima instancia, solo echan mano como fachada retórica), sino más bien por causas políticas. En fin.

De nuevo, disculpa la brevedad, pero ando metido en unas agendas de infierno. Un saludo, y gracias por comentar.

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