domingo, 4 de abril de 2010

"El Diablo está entre nosotros"


"Por más que se rían los periodistas", agregó el que hablaba, como esperando a que todos nos echemos una carcajadita. ¿Su nombre? Juan Luis Cipriani; ya lo saben, cardenal de la Iglesia Católica, el men del Opus Dei y del mundo del sacerdocio en el Perú, bla bla bla, bla bla bla. Palabras pronunciadas en ocasión de una misa por Semana Santa, para terror de los devotos a los que todo este discurso sobre el Diablo pueda sonar a novedad.
En la misma línea de ataque nos encontramos con otros enfurecidos acusantes: Gabriel Amroth (profesión: exorcista oficial del Vaticano) anunciando que no es nada más ni nada menos que el Diablo el que lleva todas las culpas de los sacerdotes acusados por pedofilia; y a la cabeza, Herr Ratzinger, alias "El Papa", apuntando con sus alabardas a los ateos, esos seres a los que encuentra como un problema en el Plan Divino, en el Humanismo (¿pero qué demonios entiende él por humanismo?) y a los que más que seguramente quiere ver pudriéndose en el Infierno del que él mismo mandó a reabrir las puertas, luego de que el establecimiento fuese clausurado por Juan Pablo II.
En semejante avalancha tribunal, yo no puedo dejar de preguntarme por cuán profundo puede ser el verdadero significado de estos ataques, con la frase de Cipriani a manera de proemio. De acuerdo con las perspectivas de Cipriani y de Amroth, el mundo está poblado de íncubos, súcubos y demás, que se escurren cada noche por entre las sábanas de los hombres para tentarlos, o susurran órdenes pecaminosas en sus oídos cuando nadie los ve. Ya sólo falta que uno de estos señores aparezca un día de éstos acusando a un bebé de ser el hijo de un íncubo, cosa que no sucede desde hace ya unos buenos cuantos siglos (¿XV? ¿XVI?); y no en vano se tomaron la labor los padres de la iglesia en traducir el significado de la palabra latina "incubus", que originalmente significaba "pesadilla" a secas, a una variante con mucho más contenido, relacionando las pesadillas a la labor de una clase particular de demonio, los íncubos, cuya variante femenina vendrían a ser los súcubos, y que atacan, precisamente, durante el sueño, no sólo en forma de malos sueños, sino también de terribles y, seguramente, muy agradables seducciones.
Venga, hombre: ¿dónde está de Diablo? Si es un ente en sí mismo, un agente del mal, que es lo que afirma la iglesia, entonces habría que pensar de qué lado es que está luchando realmente. ¿Del lado de los pobres ateos que sólo quieren llevar adelante una existencia por sí mismos, o de los sacerdotes pedófilos y de los obispos que contribuyen a la causa con su silencio? ¿De parte de los humanistas a los que Ratzinger ha tachado de inhumanos por su falta de creencias religiosas, o de la voz de la censura y la discriminación religiosa, que supone que todo aquel que ha errado el camino ha de ser corregido (entiéndase esta palabra en toda su profundidad) para que el Plan Divino (Opus Dei, Civitas Dei, o lo que quieran) pueda ser llevado a cabalidad, por el bien de una humanidad diezmada?
Este debate, en todo caso, lo estoy planteando desde los mismos términos en los que juega la Iglesia Católica y sus dirigentes y voceros. Yo, personalmente, no considero que el bien y el mal sean palabras de contenido ontológico, sino que más bien se ajustan a una serie de objetivos, finalidades y prejuicios culturales. ¿El Demonio? Por ahí anda, sí: cada uno sabe reconocer al suyo en el espejo. Aunque se rían los sacerdotes.
Algunos gnósticos pensaban que, tras su muerte, Jesús fue derrotado en los infiernos por Satanás, que ascendió al Trono en su lugar al tercer día, rigiendo desde entonces los destinos de la humanidad (bien visto el asunto, el dios anterior a la aparición del cristianismo era tan cruel y despiadado que no estaría de más preguntarse si, de haber sido realidad todo esto, no estamos mucho mejor con el Diablo que con dios). La Semana Santa vendría a ser, entonces, una celebración del triunfo del Demonio. Y, tomando en cuenta la calidad de los representantes del supuesto dios en la Tierra... bueno, ¿dónde está, al fin y al cabo, el Diablo? Seguramente entre nosotros.

Fuente de la imágen: bam-superstar.blogspot.com

2 comentarios:

Ronald Adolfo Orellana. dijo...

Santiago:
Yo soy ateo, eso me hace humanista; el que diga que un ateo es inhumano es un mentecato, un ignorante, un idiota, eso va para las personas que cuando les hablo de las convicciones que me hacen ser ateo, me miran como si tuviera una enfermedad contagiosa.

Santiago:
Saludos Fraternos para ti.

Santiago Bullard dijo...

En este caso el "mentecato, ignorante, idiota" en cuestión es Ratzinger en persona, ni más ni menos. Trata de darle una hojeada a su epístola "Caritas in veritate", donde lanza unas cuantas opiniones en torno a la materia, y a ver qué te parece. Escribí un comentario sobre esa misma epístola hace ya un tiempo; puedes darle una hojeada si te interesa (en la etiqueta "Benedicto XVI" aparece de hecho). Un abrazo.

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...