martes, 30 de noviembre de 2010

Anuncio: Nuevos Sonidos

Me tomo unos minutos para hacer un rápido anuncio. En vista de que ya se acerca el segundo aniversario de este rincón abandonado de dios al que he llamado "Café de Desencuentro", y ya que ha llegado la hora de traer nuevos vientos a soplar por aquí, he decidido hacer a un lado la vieja lista musical que acompañaba las lecturas (y que podía ser detenida a voluntad por el lector) por una nueva, mucho más cómoda, que he obtenido de la página MixPod.com. Como siempre, la música que suena en el Café es el buen viejo jazz, pero ahora con algunas diferencias que hacen de los nuevos sonidos algo mejor que lo que fueron los viejos: ante todo, que ahora el lector no tiene que decidir si apaga o no la música, sino que puede encenderla a voluntad, cosa que no se siente súbitamente agredido por mis gustos musicales, y puede responder mejor a sus deseos e instintos del momento. Además, esta página trabaja directamente y mano a mano con Youtube, así que no sólo tiene una lista mucho más amplia de temas de la que escoger, sino que además permite reproducir videos (todo un plus). De más está decirlo que, de parecerme meritorio, cambiaré la música de fondo por otra, o para colgar videos, o lo que me venga en gana. Claro que tarde o temprano volveré al jazz, que tan buen soundtrack es para el desencuentro. Y, dicho esto, sólo que queda invitarlos a disfrutar cuando quieran de las maravillas que he escogido para acompañar las palabras que de tanto en tanto voy dejando por aquí. Eso es todo.

domingo, 28 de noviembre de 2010

Ha muerto un genio: adiós, Leslie Nielsen


Señores, todo lo que puedo pedir en este momento es algo de silencio, una copa (o una botella entera) bien en alto y, porque él mismo lo hubiera querido así, un chiste y una carcajada general. Acaba de morir uno de los grandes, un Genio de esos que nacen una vez cada mucho tiempo, una de esas estrellas de la pantalla de brillo verdaderamente original y único; y el suyo, dicho sea de paso, era el de las carcajadas más sanas y sonoras de la historia del cine, como no se las había oído desde los Hermanos Marx o los Tres Chiflados. Obviamente, sólo puedo estar hablando de una persona: el actor canadiense Leslie Nielsen, al que la muerte fue a buscar finalmente a sus ochenta y cuatro años, y nada me cuesta creer que, cuando la vio llegar, el actor la recibió con una broma en los labios.
De sobra sé cuán profundamente están sintiendo muchos esta noticia. Todos los que hayamos visto alguna vez Airplaine! o la saga de ¿Dónde está el policía? (The naked gun) sabemos muy bien qué es lo que se ha perdido: una forma única de entender la comedia, y mucho más aún de encarnarla. Y con una entrega tan absoluta que el total de películas en las que ha aparecido deben llegar a la centena. ¿Otros títulos que me gustaría recordar, como quien dice, al paso? Spy hard, Acusado sin razón, Drácula muerto pero feliz y aún Mr. Magoo
Realmente, cuesta creerlo. En lo que a mí se refiere, espero contar pronto con la presencia de algunos de mis amigos para mandarnos una maratón de sus películas, cervezas en mano. Ahora, todo lo que puedo saber con certeza es que, si existe una vida después de la muerte, dios y el diablo deben estarla pasando bomba con tremenda compañía. Botellas arriba, muchachos, y que queden bien vacías. ¡Salud!


Ser "contemporáneo"


A ver, a ver... un viejo tema al que ya es hora de volver. Porque lo cierto es que, a medida que avanza este siglo nuevo y extraño, uno casi se siente forzado a ponerse la pregunta en la cara y tratar de dar con algo que se parezca a una respuesta: ¿qué carajo es, al fin y al cabo, ser "contemporáneo"? O, si se quiere, qué demonios es eso de comprenderse a uno mismo como parte de este siglo XXI, tan preñado de placeres y temores fugaces. ¿Podemos dar algún paso en este sentido, y llevar la pregunta a algún lado? Bueno, al menos podemos hacer el intento. 
La gran duda que me asalta, llegado a este punto, es la de si soy el más indicado para tratar este asunto. Algunos podrían decir que no: mi relación con la tecnología es más bien errática, vivo exiliado del escaparate público del mundo virtual (no tengo Facebook ni parecidos, ni uso el Messenger), y apenas si puedo entenderme con mi celular y con el control remoto del TV. Es decir, que tengo un rinconcito de mi ser en el que sigo siendo un maravilloso habitante del siglo XX. Pero, por otro lado, también es cierto que en más de una ocasión he tratado cuestiones y problemas relativos a la contemporaneidad: además de las notas que he colgado en este mismo blog, he escrito algunos artículos para revistas, y pienso sobre todo en uno que escribí para El Grito sobre el cibersexo y sus implicancias en lo que se refiere a la nueva forma de concebir al otro. ¿Tengo o no el derecho? La verdad, yo creo que sí: al fin y al cabo, y por mucho que me guste pensar en mí mismo como un superviviente del siglo pasado, hay muchos ámbitos en los que esto no es aplicable, y vivo, para bien o para mal, en un mundo que ya no es ese. Así que vayamos a por ese hueso. 
A ver, ¿qué es ser "contemporáneo"? Por supuesto que hay muchas formas de responder a esta pregunta. Ahora que ha empezado la Era Google, ser contemporáneo implica, dirán muchos, la comprensión y la autocomprensión en función a este universo compartido que lleva el nombre de Internet, Ciberespacio, Mundo Virtual o lo que quieran. Uno interpreta a los otros (y a sí mismo) a menudo a través de perfiles públicos, ya sea de Facebook, de Twitter o de Blogger. Así, cada cual puede jugar, con todos los derechos del mundo sobre la mesa o el teclado, a representar a su propia caricatura. Si todos los rostros son máscaras, ahora la cuestión ha tomado otros colores: las nuevas máscaras son especialmente vívidas. 
Gajes del oficio, o de la Web 2.0, o de lo que quieran: lo cierto es que ahora todos tenemos derecho a montarnos un terrenito en el mundo virtual y, allí, construir con las herramientas que tengamos a mano. Ya se trate de una catedral o de una villa, de un burdel o de un laberinto, lo cierto es que todos podemos jugar  ser arquitectos o demiurgos, a dibujar nuestro propio rostro del modo que queramos y de tal forma que faltar a la realidad no sea otra cosa que generar una realidad. Y esto último es particularmente interesante, porque se trata de la pregunta por el referente. ¿Qué realidad debe fundarse sobre la otra? ¿La física o la virtual? ¿Cuál es la verdadera realidad? ¿O se trata de reparar en el diálogo entre una y otra, porque en realidad son una sola? Dejo estas preguntas en el aire, a ver quién dice qué cosa.
En todo caso, lo que yo entiendo por ser contemporáneo es algo que se desprende de toda esta gama de reflexiones. La contemporaneidad, según mi humilde parecer, no está determinada por los calendarios tal y como los disponen los historiadores, ni por las tecnologías existentes, ni por complejos estudios de progreso o involución social y política. Más bien, yo diría que la clave del ser o no ser contemporáneo ("posmoderno", si quieren) está en la forma en la que nos concebimos a nosotros mismos, a los otros y al mundo que nos rodea (y acúseseme de davidsoniano o gadameriano si se quiere, que lo reconozco abiertamente).En otras palabras, que no somos lo que somos en virtud de un principio absoluto determinado por el correr de los años y las tecnologías, sino de la forma en que interpretamos eso a lo que llamamos existencia, una palabrita que, a estas alturas, ya necesita una ampliación semántica. 
La contemporaneidad, pues, o el ser contemporáneo, estaría atada más bien a una forma de sensibilidad nacida en un ecosistema como este en el que vivimos. A medida que pasan los años, la noción que tenemos de lo que podamos llamar esferas privadas y públicas está cambiando muchísimo, y empiezan a confundir muchas de sus fronteras: la privacidad, hoy, es a menudo el sinónimo de un muro de Facebook, o un perfil de Msn, o una descripción de uno mismo en una sala de chat-sex. Esto afecta tanto a la forma en que vemos o interpretamos a los otros como a esa otra mediante la cual nos comprendemos a nosotros mismos, y todo esto en este ambiente compartido que tiene tales o cuales características. ¿Se entiende lo que trato de decir? 
En forma resumida, podríamos plantearlo así: que no se trata de enfocar el análisis en el medio, en la Web o lo que sea, sino que hay que partir de la forma en que las personas se interpretan a sí mismas y entre sí en relación con este medio ("mundo compartido", lo llamaría Davidson; "horizonte", lo llamaría Gadamer). Lo que es contemporáneo, así, no es nuestro mundo, sino la forma en que lo interpretamos y, sobre todo, la forma en que nos interpretamos dentro del mismo. De esa forma, creo yo, se puede atacar mejor la cuestión del "ser contemporáneo", que en cierto modo tanto nos atañe a todos nosotros. 
Escribiré este párrafo rápidamente, como un addendum: de lo antes dicho se desprendería una interesante consecuencia en el plano de la estética, y lo digo pensando sobre todo en obras que ya se han hecho llamar "posmodernas". En otras palabras, que lo que determina el goce y la interpretación estéticas es, desde ya, el planteamiento de una nueva forma de sensibilidad, que abra un nuevo concepto de lo que pudiera ser, en efecto, la estética. Piénsese si se quiere en obras como las de Fernández Mallo, César Gutiérrez o aún Houellebecq, que piden, precisamente, una nueva forma de leer y entender el fenómeno artístico. El diccionario y, por ende, las formas de sentir y entender están cambiando. 

Fuente de la imágen: diario ABC (abc.es). El autor es un tal Brookins.

sábado, 27 de noviembre de 2010

La del sábado: Nino Bravo - "Noelia"

Llega el sábado, y con él la hora de echar a rodar nuestra rockola desesperada y alegre. Y, el día de hoy, viene con fuerza, señores, porque de lo que se trata es del tema de un verdadero bravo (de acuerdo... el chiste es pésimo, pero no había forma de no hacerlo). Nino Bravo es, indudablemente, una de las mayores voces de la canción española, y aún del mundo. Sin ese falsete que arruina un poco a Raphael, y con mucha más potencia, lo más justo sería compararla con un ariete medieval, o algo así. Porque la pura verdad es que golpea, y toca nervios que ninguna otra voz es capaz de tocar. Y, de hecho, Noelia es una canción que sirve muy bien para demostrar cómo una buena voz puede prestar poesía a una letra, por más que no sea muy elaborada. ¿El resultado? Una canción que te pone los pelos de punta. Y una de las favoritas del repertorio de los delirios etílicos, además. Por eso y muchas cosas más, como dice el villancico, es que este sábado echamos a rodar este tema, que nunca sobra y que, si por mí fuera, repetiría hasta el hartazgo, o hasta que llegue la noche y los bares vuelvan a abrir sus puertas. Que la luna les sonría a todos, señores. 

David Doubilet: un genio submarino


A David Doubilet lo conocí mucho antes de saberlo. Las primeras veces que vi sus fotografías, yo era apenas un niño, y recuerdo haber pasado maravillado las páginas de las enciclopedias y de los números de National Geographic en los que aparecían sus extraordinarias imágenes de tortugas marinas. Y hace unos días, paseando por la Web, me encontré de nuevo con estas fotografías, sólo que esta vez tenían nombre y apellido. 
La fotografía subacuática es un arte difícil, pero que merece la pena. Segun lo que me han dicho algunos fotógrafos en persona, hay dificultades técnicas en lo que se refiere a encuadre y luz, que se suman a las muchas otras que ofrece, de por sí, la fotografía de naturaleza. Y, sin embargo, existen hombres como Doubilet, que son capaces de lograr un milagro. ¡Y de qué manera! No sólo se trata de la vida que sudan las criaturas que inmortaliza en imagen, sino también de los ángulos y perspectivas que logra imprimir a ésta, y que dotan a la fotografía de un verdadero movimiento. El resultado es acojonante: más que ante una fotografía, sentimos que estamos frente al vidrio de un acuario. Y no: no exagero. 
Tiburones, tortugas marinas, morenas, focas, pulpos, peces de todas las especies y tamaños, arrecifes de coral, medusas... el menú de David Doubilet es variado, y se especializa en los frutti di mare. Para conseguir un efecto especial y personal, sin embargo, él mismo metió la cuchara en los equipos con los que trabajaba, y desarrolló la "split lens camera" (o cámara de lente dividido, creo que le llaman en español), con la que pudo obtener dos puntos de enfoque distintos y, por ende, la posibilidad de tomar fotografías por encima y por debajo del agua al mismo tiempo. 
La lista de fotógrafos subacuáticos es muy larga, y no son pocos los buenos. Sin embargo, hablar de Doubilet implica llevar el asunto un poco más lejos, porque de lo que estamos hablando es de un verdadero genio, de alguien que sabe cómo hacer de una imagen una obra maestra. Yo he tenido la suerte de rescatarlo del baúl de mi infancia. Ahora, espero poder compartir esta belleza.


jueves, 25 de noviembre de 2010

Aerotica (llamémosle así)


Pronto, la canción que incluyó, con todo y una de las coreografías más seductoras que he visto en mi vida, Bob Fosse en esa obra maestra que es All that Jazz va a adquirir un sentido del todo nuevo. Y esto gracias al sentido común y paranoide del pueblo norteamericano, que siempre tiene algo con qué sorprendernos: recién leo en "Generaccion.com" que se está armando todo un debate en los aeropuertos de los EEUU, y por unos motivos que, obviamente, un servidor no puede dejar pasar de largo. 
No sé si será por verdadera paranoia o porque alguien se quiere pasar de vivo, pero las cosas están así: a raíz del 11-S (tan lejitos ya y sin embargo tan cercano), las políticas de seguridad en los aeropuertos de los Estados Unidos se esmeran más que nunca en asegurarse de cubrir todas las posibilidades para asegurar que la situación esté controlada y no haya peligro alguno para nadie. Y, por eso, ahora quieren poner en funcionamiento un nuevo aparato, un scanner de rayos X como ésos por los que pasa el equipaje de mano, pero que está diseñado especialmente para su uso en seres humanos. Y créanme: no son los huesos ni los riñones lo que nos quieren ver. Este aparato tiene la genial habilidad (que tantos de nosotros querríamos tener) de generar una imágen de cuerpo completo de las personas, pero prescindiendo de prendas y adornos. O, si les gusta el lenguaje técnico, en modas de Adán y Eva. Tal como lo oyen: ya ha aparecido el porno-escáner.
Como era de esperarse, a mucha gente no le ha gustado esto. Ya se están armando planes de protesta, boicot y revuelta, con invocaciones a los derechos humanos y todo ese tipo de cosas. Que bueno, ya saben: la seguridad ante todo (espero que se note el sarcasmo con el que subrayo este tipo de oraciones). ¿Durará mucho este tipo de medidas de seguridad? Vaya uno a saber... yo lo dudo sinceramente, pero quién sabe. 
A lo que nos enfrentamos aquí es a un viejo debate filosófico, social y moral que a mí siempre me ha llamado la atención: la división y limitación de los espacios privado y público. ¿Dónde termina uno, dónde comienza el otro? ¿En qué secciones se funden, y bajo qué condiciones? Porque si nos queremos poner serios, aquí hay un viejo tema hobbesiano y rousseauniano: el peso de los intereses del Estado (seguridad, digamos) e intereses de los individuos (pudor, digamos), o el espacio del Estado (lo público) frente al espacio del individuo (lo privado); y quedan de lado las obvias sonrisas de los que supervisan los escaneos, así como las fantasías que se van a llevar a casa. 
Como iba diciendo, hay algunos temas que poner a debatir con la aplicación de tecnologías como esta. Ciertamente, a ninguno de ls dos bandos le faltan buenos argumentos, así el uno peque de delirios de persecución y demás síntomas paranoides y el otro peque a su vez de exceso de pudor, inseguridad física o lo que sea (lo que está antes que los argumentos no puede quedar nunca fuera del debate). Por ende, tampoco puedo afirmar rotundamente si creo o no que este aparato permanecerá en funcionamiento por mucho tiempo. Lo que sí sé, es que yo mañana mismo mando mi currículum a todos los aeropuertos de Estados Unidos, a ver si me consigo un espacio detrás de esas pantallas maravillosas (no vaya a ser que las saquen de circulación, ¿no?). Una nueva extensión laboral del erotismo, en todo caso. Gajes del oficio, que le llaman... aunque nunca fueron tan dulces.

La fuente de la imágen es la misma que la de la noticia: http://www.generaccion.com/noticia/84870/ee-uu-se-prepara-boicot-pasajeros-por-pornoescaneres. Echenle un ojo.

miércoles, 24 de noviembre de 2010

La gloria de Fausto


La buena vieja literatura no parece cansarse de volver, una y otra vez, a la vieja historia del Fausto (que, en cierto modo, y como bien lo notó Goethe, no es una, sino muchas historias). Desde lo que las fuentes antiguas nos dicen de la existencia de un tal Simón Mago, que se autonominó mesías y fue gnóstico y viajero, pasando por personajes como Paracelso, hasta escritores tan vigentes como John Banville (que lo recrea en su novela Mefisto, un magistral experimento barroco y poético), la tentación, la duda, la sombra y el misterio se han repetido una y otra vez, y esto sin perder ni un ápice de originalidad. 
Sería muy interesante si alguien se decidiera a reunir, en un libro, las diferentes expresiones, vitales y artísticas, del tema de Fausto. Al fin y al cabo, se trata de una lista llena de nombres inabarcables que, por si fuera poco, se han decidido a tratar un tema también inabarcable: además de los mentados antes, están Marlowe y Flaubert, Klaus y Thomas Mann, Terry Gilliam, el grande entre grandes Goethe y, en cierto modo, también Byron y Nerval (que recogieron el aliento de ese tema que tan bien les iba). 
Y es que, como lo decía antes, el tema de Fausto es infinito. Y, efectivamente, cada uno de los autores que han vuelto a él lo han hecho para exprimir un jugo diferente. Por poner un par de ejemplos, tenemos a los Mann, que lo hicieron un símbolo de la historia alemana en general y de la del nazismo en particular; a Byron, que escribió su Caín bajo la influencia de Goethe y que retrató la condena humana desde sus raíces; al propio Goethe, que escribió un libro infinito en el que tal vez se encuentren todas las lecturas reunidas. El retrato final, creo yo, es siempre el de la condición humana en su sentido más crudo, real y llano. 
Y es que claro: ¿no podemos acaso reconocer nuestros propios temores, nuestra náusea, nuestro agotamiento resignado, nuestra sed de trascendencia y realización, en esas primeras palabras del doctor Fausto en la obra de Goethe? ¿Nunca hemos sentido esa sed de orden, de unidad del universo, que tan bien convierte en palabras Banville? ¿No ha habido algún momento en que el alma, si es que existe, nos parece un precio barato para pagar una ilusión? ¿Somos sordos acaso a la voz de Mefistófeles, que susurra en la sombra de nuestra soledad?
La historia de Fausto es, pues, la nuestra. Y tantas otras que, también, pueden formar parte de nuestro lento hundimiento en las arenas del tiempo. Como decía, esto lo sintió especialmente Goethe, que eligió el tema y los andares de Fausto como símbolo para reunir, en una sola obra, toda su concepción del universo a lo largo de sus días, invocando a las literaturas, los cultos y las diferentes filosofías del mundo que habían llegado a sus oídos. He escuchado a muchos decir que el Fausto de Goethe es un libro tedioso, y sin embargo yo no me cansaré de insistir en que se trata, más bien, de una de las obras más monumentales, completas, densas e infinitas de toda la historia de la literatura. 
Todavía no hemos agotado este drama. Tampoco creo que lo hagamos alguna vez (por suerte). Siempre habrá algun autor que se decida a volver a este viejo tema, a esta historia que es tan íntima para todo el mundo. Por no decir que su sombra puede reconocerce en tantas otras obras, consten o no de palabras. Y ni siquiera esto es del todo necesario: la tragedia de Fausto la seguimos representando y recreando todos nosotros, así no lo sepamos, mientras esperamos (con los ojos cerrados o abiertos) a que se cierre nuestro telón. De alguna forma, Mefistófeles le cumplió al doctor Fausto: digan lo que digan las páginas, ha alcanzado la gloria de la inmortalidad literaria, a la vez que la de seguir viviendo como un símbolo que cualquiera de nosotros puede reconocer como propio.  

sábado, 20 de noviembre de 2010

La del sábado: Rod Stewart - "Some guys have all the luck" + Bonus Track

Hoy, la agónica ciudad de Lima se retuerce bajo un sol de esos que hacen pensar que este año el verano se viene más decidido que el anterior. Y, como hay buen clima, como para cervezas y cevichito, pues vamos a ponernos algo alegre para acompañar nuestro sábado, ¿no? Pue bien: no me ha costado mucho decidirme por este maestro del escpectáculo, este verdadero "showman" que, por si fuera poco, hace unas canciones (y versiones) extraordinarias y muy, pero que muy divertidas, con voz lijosa y saxofonistas rubias. Rod Stewart es, de un tiempo a esta parte, el verdadero rey de ese género tan poco comprendido, a veces, pero a la vez tan genial que es el pop-rock, de paso que de la impostura más irreverentemente elegante que quepa imaginar. Claro que hasta ahora yo no dejo de preguntarme cómo un galán como este, que no parece haber sabido jamás lo que son las sábanas frías, tiene la concha de cantar una canción como Some guys have all the luck; aunque claro que, a fin de cuentas, lo que de verdad importa es que la canción le sale genial. La dejo, pues, sonando en la rockola de los sábados, en la versión en vivo de su actuación en el Royal Albert Hall de hace unos años, que incluye como "Bonus Track" esa vieja maravilla que es Addicted to love (esa sí que la canta con todo derecho, el muy cabrón). Y a ver qué nos cae encima cuando se levante la luna. 

Las musas y las botellas

 
Tiempos hubieron en que los poetas podían darse ciertos lujos retóricos sin caer, por ello, en la impostura. Los poemas de Homero, por ejemplo, arrancan con la invocación de las musas, a las que se solicita no que ayuden al poeta a maquinar o recitar los versos que hablan de la Furia de Aquiles o los Viajes de Odiseo, sino que se les dice que canten, que tomen el micrófono y salgan a ponerse de pie sobre el estrado del karaoke épico. En otras palabras, que la inspiración es, aquí, algo más que abrir una que otra puerta interior del poeta: más bien, implica que éste se deje poseer por algo que le viene de afuera. El genio no está en dentro, sino que viene de las fuerzas divinas y de las de la naturaleza, por así decirlo. 
Pero eso cambió rápido. De hecho, ya cuando Virgilio hace su llamado a las musas para cantar los viajes de Eneas y las guerras fundacionales de lo que serán Roma y el Imperio, nosotros lo aceptamos con escepticismo. Por aquellos tiempos, en Roma (y eso queda bastante claro en la Epístola a los Pisones de Horacio) se tenía muy en claro que la creación era un acto cuya responsabilidad recaía sobre el poeta. Lo demás, es poesía (retórica o no). ¿Alguno de ustedes imagina a Petronio invocando a las musas, acaso? Pues yo, la verdad, no. 
Pero demos el gran salto: hace ya mucho que las musas fueron dejadas atrás, y ni siquiera los devotos de la "inspiración" podrían decir que su arte viene de un súbito ingreso de fuerzas extra-humanas (el romanticismo se encargó de recalcar la idea del genio como algo individual, así sea reflejo o parte del Espíritu Absoluto). Hoy por hoy, tenemos que recurrir a otra clase de recursos. 
¿A lo que trato de ir? Pues a lo que dice el título, claro: que las musas están encerradas en botellas. La "etílica de la creación" es un viejo recurso estético, un buen latigazo que, más que inspiración, da el empujón que hacía falta para ponerse manos en la masa y hacer algo con la vida que va quedando: una obra de arte. Recuerdo que Faulkner decía que, para escribir, nada mejor que tener tabaco, algo de comida y whiskey. También Ribeyro decía que, si no contaba con ninguna otra cosa, podía escribir, pero que era mejor si tenía un cigarrillo y una copa de vino. O Francis Bacon, del que hablábamos hace poco, que hablaba sobre los muchos cuadros que pintó con la dulce compañía de una botellita (o borracho, aunque esto pasaba menos). Y la lista podría ser interminable: ¿cuántos autores guardan su deuda con estas musas de vidrio? O con el barman, claro está. 
¿Mi parecer? Yo no creo que la inspiración esté en ninguna parte ahí afuera. Ni siquiera creo en la inspiración. Creo que un trago es un buen acompañante para esas interminables cruzadas que son la creación, pero no que sean las respuestas a todos nuestros problemas. No recuerdo qué escritor recomendaba alguna vez, hablando de labores creativas, que "todo lo que se haga, es mejor hacerlo con un whiskey", o algo así. ¿Contra la inspiración? Bueno, pues contra el 99% de ella, al menos, yo sí. ¿Contra una copita en el desierto de la crisis? Jamás. Esas musas todavía tienen dos o tres cosas que decirnos. De lo que se trata es de no hacerles mucho caso.

jueves, 18 de noviembre de 2010

"El Grito" de ayer y el de hoy

 
¿Tarde como para venir a hablar de estas cosas? Bueno, supongo que una de las ventajas de dirigir un blog es, precisamente, que al final siempre llegas bien llegando a la hora que te venga en gana (y para hablar, dicho sea de paso, para lo que te venga en gana también, ¿no?). 
En fin, que lo que pasa es que desde hace ya unos buenos cuantos meses colaboro con una revista llamada "El Grito", que dirige Carlos García Montero y que cuenta con la colaboración de muchos renombrados intelectuales peruanos, de todas las edades y profesiones (sociólogos, filósofos, literatos, periodistas, advenedizos...). Y ayer, en la edición peruana de "Le Monde Diplomatique", apareció una nota de uno de los colaboradores de esta revista, en la que comenta el número anterior, cuyo tema fue la tecnología, pero entendiéndola como algo intrínseco a nuestra realidad como existentes, de nuestro Dasein, si quieren. El título, de hecho, fue "Nosotros somos la Máquina". (Pueden revisar la nota del susodicho, el filósofo Eduardo Marisca Álvarez, en esta dirección: http://www.eldiplo.com.pe/nosotros-somos-la-m%C3%A1quina).
Y ese número, que sigue hablando del hoy, pertenece al ayer (editorialmente hablando, claro). A estas alturas del año ya apareció el tercer número de "El Grito", en el que vuelvo a participar (con una nota sobre la obra de la artista plástica Sonia Cunliffe), que lleva por título "El sexo nuestro de cada día", aunque se concentra en el tema del género -yo, claro, hubiera preferido que tratase de sexo a secas y sin mayores preámbulos ni títulos que en fin... -. Este tercer número ya está a la venta, y por su tema imagino que interesará a muchos, porque tiene una lista de artículos que están muy pero que muy bien. 
Dejo, de paso y por si las dudas, la dirección de la página web de la revista: es elgritoperu.org. La cuarta entrega de esta revista (materialización del fenómeno revistero que está empezando, creo yo, a venirse con fuerza en el país, y hay que levantar una copa por ello) debería estar apareciendo en unos tres meses, o cosa así. A ver de qué vamos, ¿no?

miércoles, 17 de noviembre de 2010

¿Quién necesita a Willy Wonka?

No sé cómo no se le ocurrió a Roald Dahl que esta hubiera sido la continuación perfecta de su libro. A ver: Charlie es un pobre niño que no liga ni con su perro, y que lleva ya unos cuantos años sin ver más acción que la que puede arrancarle a su mano. Un día, escucha una noticia increíble: que un legendario y veterano follador, amo de uno de los más grandes imperios del porno, ha escondido diez billetes dorados en las revistas que publica regularmente, y que abrirán a los afortunados la mansión donde ocurre toda la magia. ¿El título? Qué se yo: Charlie y la fábrica de fantasías es una idea; otra, Charlie y la mansión del sexo. La película, obviamente, la tendría que rodar Playboy. 
Pero dejémonos de desvaríos, y pasemos a comentar la maravillosa realidad (pocas cosas me fascinan más que estas cuando a la realidad le entra por imitar a la literatura). Recién me entero (vía la siempre precisa "Orgasmatrix", of course) de que Hugh Hefner, "el abuelo más envidiado del planeta", según Orgasmatrix, ha llevado a la realidad la fantasía de Dahl, sólo que no exactamente para regalar chocolates (o, en todo caso, no los mismos chocolates): diez billetes dorados ocultos, cada uno en una de los 200.000 ejemplares de la última publicación de la revista "Playboy", serán ahora el sueño de millones de aspirantes a Charlie: los afortunados harán un tour privado por la legendaria Mansión Playboy, podrán conocer tanto a Hugh como a sus "conejitas" y, de paso, tendrán "la noche de sus vidas", según rezan los billetitos, donde se anuncia una tal "Midsummer night's dream party" de la que, lo tengo por seguro, todos querríamos participar. (Menudo nombre para la fiesta, dicho sea de paso. ¿Cómo sería si Shakespeare escribiera para Playboy? Hefner es un genio, por eso y muchas  cosas más, como dice el villancico).
Claro que, para todos nosotros, sólo queda imaginar este mágico recorrido por el Paraíso, mientras envidiamos con anticipación a los que ganarán el derecho a cruzar sus puertas. Tendré que insistir con la pregunta: ¿quién demonios necesita a Willy Wonka? ¡Si lo que hace falta son más Hefners! Obviamente, esta iniciativa va a ser un éxito: de sobra saben Hefner y su cuadrilla de marketing que todos los hombres del mundo sueñan con ser como el legendario Hugh. Y nada más que decir. ¿O sí? 

martes, 16 de noviembre de 2010

En el horizonte, "Yabo Torbo"

Planto la cara a la crueldad de las horas para dar un breve salto por estos lares. ¿Qué se le va a hacer? Para bien o para mal (aunque normalmente es lo último) uno tiene que sobrevivir e ir tirando, y ya que estamos en estas, pues por lo menos hay que sonreír, ¿no? Y no nos faltan los motivos para hacerlo (o, al menos, no me faltan a mí), ya que me entero por obra y gracia de mi tocayo de allende el Atlántico, Santi Guillén, primero por correo y luego por su blog, de que ya no queda mucho que esperar antes de que esté terminado su proyecto, al que se ha amarrado con demencial y degarrada fuerza estos últimos años, con la colaboración de David Gómez, que lleva por título Yabo Torbo
Yo aún no voy a desmedirme en palabras: prefiero resignarme a dar el anuncio y esperar a tener el tan ansiado disco entre mis manos. Luego ya hablaré largo y tendido (he escuchado dos canciones, y les puedo asegurar que lo que se viene es algo que vale la pena, pero es todo lo que diré por ahora). En cambio, lo que sí haré es recomendarles, a los interesados, que se den un paseo por el blog de Santi Guillén, yabotorbo.blogspot.com, y de paso dejaré colgados los videos "documentales" que hacen de background al lado musical del proyecto. (Colgué la primera parte hace un tiempo, cuando apareció, pero igual la repito). Y, hasta que el carteto toque a mi puerta, enhorabuena y buena suerte, Santi. Y, a todos mis lectores, les diré: "Atentos". 




sábado, 13 de noviembre de 2010

La del sábado: Frágil - "Av. Larco"

No había forma de continuar con nuestro round de los sábados sin traer a brillar por aquí esta canción, verdadero grito de batalla de las guerras nocturnas de la urbe amarga, de paso que uno de los mejores exponentes de lo que ha sido el rock progresivo en territorios hispanohablantes. Porque claro que, a los lectores de otras áreas del mundo mundial, el nombre de "Frágil" bien puede no significar mucho; pero tengo por seguro que, después de oír Av. Larco, su verdadero himno, ése que enloquece a las masas en los conciertos, bien podría pasar a significar algo, o mucho, o demasiado (como me pasa a mí). Dicho sea de paso, que he escrito alguna vez otra nota por estos lares, titulada "La experiencia Frágil", en la que presento y hablo de esta banda genial. Vale, pues ahora los traemos a la rockola resacosa para ir asfaltando el terreno de la noche que se nos avencina, ya habiendo quedado atrás otro "viernes sangriento". Dejo, además, una versión de concierto, en la que Frágil aparece con la compañía de la Orquesta Sinfónica de Lima (puedo decir, con cuánto orgullo, que estuve en uno de esos conciertos). Una canción para evocar a la luz de los postes, vaya a saber uno en qué estado. 

Teoría Crítica: aciertos y desencuentros


A principios del siglo pasado, apareció un grupo de pensadores (filósofos, psicólogos, sociólogos...) que postularon una nueva forma de hacer teoría, y la llamaron "teoría crítica": a diferencia (y contra) los métodos descriptivos de, digamos, un Heidegger, un Jaspers o aún un Sartre, estos pensaban que la teorización no debe limitarse a describir, sino también a cuestionar y, por ende, a transformar. El resultado, claro está, fue apabullante, y de hecho muchos de los puntos de estas toerías siguen en pie, pero, hay que decirlo, sobre todo por su lado descriptivo: es decir, el anánilis del rol de los contenidos de los discursos en la formación de conceptos más o menos aceptados a gran escala, o arraigados en eso que Jung llamó el "Inconsciente Colectivo". ¿Qué es el bien? Lo que el Estado nos hace entender, a cachitos y mediante métodos muy diversos, que es el Bien. ¿A qué debemos aspirar? Más o menos a lo que la publicidad y los discursos sociales y políticos nos dicen que hay que aspirar. Me refiero, por su puesto, a lo que queda después de hacer arqueología en los diferentes discursos (y hoy, con Internet y tanto mundo virtual, esto queda muy, pero muy vigente). 
En pocas palabras, que se repite un poco lo que decía Nietzsche en su Genealogía de la moral: que los conceptos (e interes) de muchos en realidad pueden ser los de unos pocos, llevados a todos los niveles mediante casi todas las expresiones humanas: la educación, las leyes, el derecho, la prensa, la propaganda, los comerciales, la publicidad, la televisión (sobre todo los programas infantiles: véase casi cualquier programa de Discovery Kids y arránquese los presupuestos morales que contienen acerca de lo que debe ser un "buen ciudadano", y todo eso), el sexo, las escuelas profesionales, etcétera, etcétera, etcétera. O, si quieren, se trata de que ya no estamos viviendo nuestras propias vidas. 
Obviamente, pintar así la situación es dar paso a una serie de grandes exageraciones. No es que las teorías críticas estén mal: como ya dije, son muy vigentes, y muy útiles para el estudio de los fenómenos sociales, comunicativos y discursivos en general. Pero suelen cometer un error, y es no poner bajo lupa crítica sus propios escritos. Claro: Foucault, en su dibujo de la dialéctiva de los discursos que va dibujando a su vez la historia de la humanidad, parece olvidar el detalle de que lo que él mismo está haciendo es un discurso, un nuevo postulado que, quizá (y yo lo pienso así) es sólo uno más de muchos posibles. Otros como Horkheimer o Merton no notan que sus ideas sociales son, también, el planteamiento de un nuevo status, que como tal es perfectamente criticable, una vez que ha aparecido una segunda teoría crítica que se la agarre con la suya. En este sentido, el espíritu autocrítico es una virtud, con la que muchos autores ciertamente contaron (Marcuse, Adorno o el propio Merton, por ejemplo), pero del que hicieron falta algunas otras dosis. 
Pero eso no es todo. Si se quiere llegar a un buen planteamiento, mucho más funcional y explicativo que el que se plantea normalmente, hay que abrir un poco más la descripción y sumar al análisis al interpretante. Después de todo, si algo se desprende de las teorías críticas (y, sobre todo, de las de Foucault, creo yo) es que los sujetos interpretantes sólo se dejan penetrar por los discursos, sin plantar la cara, como si fuesen recipientes más o menos vacíos, conteniendo sólo lo que resulta de otros discursos, o qué se yo. En otras palabras, que lo que hace falta es notar que, efectivamente, el individuo no es una mera "víctima" de los discursos (esos sodomitas...), sino que está, todo el tiempo, haciendo suyo, recreando y, en cierto modo, "particularizando" el mensaje. En estos términos, una teoría crítica más o menos libre de vicios tendría que tomar en consideración la posibilidad de una hermenéutica dialógica, que corra de dos partes y no de una sola (una hojeada a los libros de Gadamer y Davidson no estaría nada mal, ¿no?). 
¿Y todo esto por qué? Pues por lo mismo que dije un poco más arriba: la forma de hacer teoría de las corrientes críticas es algo que, hoy por hoy, no deberíamos dejar que se oxide. Su vigencia es notoria, y su necesidad quizá inesquivable. Pero, si queremos aplicar teorías, no está de más hacer primero un saneamiento, un aggiornamento y, además, hacerlas lo más abiertas y útiles posibles. Pero, en ningún modo, dejar que sean deshechadas. Aún no ha dicho nadie la última palabra; quizá se trate de empezar a entender que nadie lo hará nunca.

domingo, 7 de noviembre de 2010

Y arrancó la temporada

 
No se hacen una idea de con cuánta emoción lo digo, señores. Al fin, después de un año, la plaza de toros de Acho vuelve a ser el escenario de los domingos, y no hay resaca que sirva de excusa. Y si la novillada de hoy (de la que acabo de volver a casa) no fue el espectáculo del siglo, al menos tenemos mucho que esperar de las próximas fechas. Con los carteles que han preparado este año, van a sobrar los motivos para hacer más dura la resurrección de los lunes: vuelven Ponce, Perera y Manzanares, a Castella se le abre una posibilidad de redimirse de su faena del año pasado (que estuvo muy por debajo de las espectativas, la verdad), y se les une un nombre de los mayores, que es Morante de la Puebla, entre otros. Hay que decirlo: no hay un solo cartel que no sea prometedor. Tengo por seguro que el grito de "olé" va a sonar mucho, y siempre con la dulce compañía de una bota de vino alzada.
Y se viene también una buena fecha el 8 de diciembre, que es el día en el que los toreros aficionados toman posesión de la arena. Desde ya voy alzando una copa por los miembros de la ATA que van a participar (mi tío José Ignacio Bullard, Raulito Aramburú y Quique Sifuentes). Eso, eso... olé y olé. Y que viva la afición, carajo. 

sábado, 6 de noviembre de 2010

La del sábado: Boston - "Smokin"

De acuerdo, de acuerdo... admito que esta semana he dejado el rincón un poco abandonado, pero ya se imaginan que con una existencia que sacar adelante... pues así andan las cosas, ¿no? Pero ha llegado el día de nuestra rockola, y para este sábado resacoso he elegido una canción para romper con el estatismo: buenas distorsiones, pulso de rock n' roll y uno de los mejores solos que se han inmortalizado en un hammond B3. ¡Y bajo qué título! Smokin' es mi personal favorita del repertorio de Boston, esa banda que cada vez menos parecen escuchar pero que sigue teniendo todo lo necesario como para prender fuego a dos o tres ciudades. Y mientras me voy haciendo a la idea de las largas horas de burocrático papeleo que me esperan para recuperar mis documentos (nunca pierdan sus billeteras, muchachos) dejo correr los acordes, a ver si vamos entrando en calor para la noche que aguarda con un vaso lleno sobre el mostrador. 

martes, 2 de noviembre de 2010

Chavela celebra sus pecados


Que no los engañe el título: aquí nadie está frunciendo el ceño, ni mucho menos poniendo moralinas sobre la mesa. Esta celebración va muy en serio, y la recibo con un vaso bien en alto. Chavela Vargas, la grande, la única, la voz que más sentimientos arrastra del repertorio de voces femeninas ya no sólo de México, sino de toda la lengua hispana, no se deja detener por la edad (¿qué son, después de todo, 91 años?) ni por dios, ni por nadie, y ha lanzado, a estas alturas del camino, todavía un disco más: Mi culpa
Un título tremendo, dicho sea de paso, y que es casi un acto religioso, sólo que dedicado a deidades paganas. Mi culpa es algo más que otro disco de Chavela: es una firma sobre la carne todavía caliente, sobre la que se derrama unos chorros de tequila. Se trata de un canto a viva voz, y muy propio, ya que el disco ha sido dirigido por su autora, que ha sacado adelante todo el proyecto, incluída la selección de las canciones, de los músicos y de las voces que le hacen el dueto. 
Y sobre estos tres puntos todavía cabe decir algo más, ya que, según me entero, este disco contiene una selección de las canciones preferidas de la Vargas, que se ha acompañado de las voces de algunos de sus inseparables compañeros de años de parranda, música y botellas para terminar de hacer de Mi culpa una verdadera fiesta. Entre los invitados están las mexicanas Eugenia León y Lila Downs, además del infaltable Joaquín Sabina (con el que ya la hemos escuchado entonar algunos temas, desde Noche de bodas hasta las que compartieron en el escenario cuando el tributo a José Alfredo Jiménez). 
Como les decía, toda una ocasión para sacar las botellas de los armarios y de debajo de la cama, servir los vasos y las copas a rebosar, empuñar las guitarras y dejar a su libre albedrío a las gargantas y los corazones. Mi culpa es una verdadera excusa para celebrar, mientras el escenario le sigue tiñendo las canas a esta verdadera Maestra, a esta mujer que es, realmente, única en su especie (y todos nosotros lo sabemos muy bien). Olé, Chavela, ¡olé!

Y, porque no hay fiesta en la que deba faltar la música (y porque hay ocasiones que sólo se pueden acompañar con rancheras), dejo esta canción por la Vargas, que nunca es malo el momento para oírla. (Fuente de la noticia: 20minutos.es)



lunes, 1 de noviembre de 2010

Las memorias de Gore Vidal



 Al fin, al fin... después de tantos años de búsquedas, esperas y frustraciones (ocasionadas, claro está, por el vacío existencial de mis bolsillos) he puesto en mis estantes, a brillar entre mis libros, los dos tomos de memorias que ha escrito y publicado Gore Vidal (Palimpsesto: una memoria, de 1995, y Navegación a la vista, del 2006); dos libros que son, a su vez, un recorrido por el panorama cultural, intelectual, social y político de lo que ha venido siendo el mundo desde el siglo pasado, un anecdotario sarnoso  y lúcido por el que desfilan muchas de las figuras que han marcado la historia y la consciencia de todos (desde Tennessee Williams y Truman Capote hasta Marlon Brando, J. F. Kennedy, Federico Fellini, Anaïs Nin, entre muchísimos otros), una magistral fuente de humor y risas y, de paso, una invitación a echar un vistazo sobre el desarrollo poético, intelectual y literario del que es, ha sido y será no sólo uno de los críticos más mordaces de la sociedad y la cultura contemporáneas, sino también uno de los mejores escritores del siglo XX y de lo que va del XXI. 
Porque claro: hablamos de Gore Vidal, un hombre que parece habérselas ingeniado para estar en el centro del correr de la historia, o por lo menos de muchos de sus capítulos. De uno de los autores más fructíferos e infinitos de las últimas décadas, y que es capaz de pasar de un estilo y una estética a la otra sin traicionarse a sí mismo ni a su personalísimo estilo ni a su sensibilidad. Es decir, ¿quién podría creer que el autor de Duluth y Myra Breckinridge pudiera ser el mismo de la cultísima Julian, o de guiones cinematográficos como los de Calígula, Ben-hur o Súbitamente el último verano? Y, sin embargo, es así; y cuando uno llega a notar lo que unifica a estos libros, no le queda más que abrir mucho la boca y admirarse de que un genio tan múltiple como este exista. 
Los libros de memorias de Gore Vidal traen toda esta multiplicidad a una suerte de unidad, poniendo todo lo que ha hecho este sujeto en una perspectiva que le sirve para reflexionar y reconstruir el sentido de los años pasados (y todo lo que pasó con ellos). Desde mi punto de vista, se trata de lecturas obligatorias. Y, para los que no lo vean así, pueden tener por seguro que son dos libros que no van a dar nada de que arrepentirse, cuya prosa (ligera y precisa) se deja leer con facilidad, y que está cargada de humor (negro o no) desde el principio hasta el fin. 
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