domingo, 30 de mayo de 2010

Vivir con las arañas


Como dormir la siesta (aunque yo nunca lo hago) con el Demonio. Pero esto es superstición de algunos. Vivir con las arañas es una maravilla: sobre todo cuando uno vive, como yo, rodeado de plantas en un segundo piso, en una habitación donde siempre hay polillas, moscas y zancudos (más alguna abeja ocasional) revoloteando en torno al fluorescente. Pero se las tienen que jugar, porque la población de arañas que comparten mi espacio de vida son una amenaza constante para todos estos bichos ruidosos: un rápido examen de las miles de telas de araña que hay por los rincones basta para demostrarlo.
Y no, no he llegado hoy al blog con la idea de hablarles de mi vida personal, sino usándola de excusa para hablar, sí, de las arañas. ¿Las arañas? Coño, que ya les dije que sí. Y ahora le paso la posta, por unos instantes, a Camilo José Cela, que tiene sus propias palabras al respecto:
"La araña, la delicada y maternal araña, debiera ser el animal totémico del escritor. Nadie más que la araña -y el escritor- es capaz de abrirse el vientre para que el hijo hambriento la devore. Nadie más que la araña, y el escritor, es capaz de morir en las redes en que, tejiéndolas, perdió lentamente la vida. Nadie más que la araña, y el escritor, derrama sus espaciosas horas, infinitas, con tanta aplicación y tanta monotonía".
Escribir algo mejor que esto es imposible. Y yo quiero firmar a favor de esta verdad, con todas mis arañas encima. Faulkner entendía algo similar: él decía que escribir era como hacer un pacto con el demonio, convertirse en Fausto. Se puede entender lo que trata de decir: la vida se va a ir entre páginas y páginas, en una búsqueda infinita cuyo fin no tiene sentido alguno ni siquiera como idea; porque, como él mismo lo decía, el escritor que llegue a estar satisfecho de su obra, no tendrá otra opción que lanzarse desde ella y suicidarse. Conseguir ese libro significa no tener otra cosa que hacer, perder ese algo de insatisfacción y crudeza que hace al corazón seguir palpitando en su sitio.
Pero volvamos a las arañas: tercas, ensimismadas. Pasan las horas de su vida construyendo telas y redes en las que ellas son el único habitante, y que se van poblando de carcasas vacías de los seres a los que han ido devorando. Solas entre los muertos, esperan a que llegue quien les de amor, y luego lo devoran, lo suman al inventario del cementerio en el que viven. Más adelante, cuando llegan las crías, puede pasar una de dos cosas: o, como dice Cela, los hijos devorarán a su madre, que se les entregará como primer alimento, sabiendo que ése era el fin de su existencia; o, dependiendo de la especie, la madre tratará de devorar a su prole, como lo hará el escritor insatisfecho, decidido a acabar con ese montón de homúnculos deformes a los que ha dado la vida sin saber por qué, y cuya imperfección le hace sentir culpable ante sus propios ojos. Él, que quería la Rosa, tiene un geranio marchito, que sólo puede echar a las llamas.
La araña, decíamos, es un ser solitario por naturaleza. Observa el mundo desde la tela que va construyendo y reparando, sabiendo lo estrecho que es, en el fondo, el universo. Pero hay, en cambio, miles de formas que intentar o combinar para llenar esos espacios vacíos y muertos. La vida no le puede interesar, porque es fértil por sí misma. Necesita aniquilar esas existencias para seguir viviendo ella misma, absorber sus jugos vitales para seguir respirando... y respirar sólo para seguir tejiendo redes que se llenarán de cadáveres.
De nuevo lo diré: firmo al pie de las palabras de Cela. Mientras afuera se asienta la noche y yo me vuelvo una vez más a mis propias páginas llenas de seres deformes y de redes que parecen a punto de romperse, releo sus palabras y levanto la mirada hacia mis compañeras de dormitorio. Hay que seguir tejiendo.

Imágen: La madre, escultura de bronce (si no me equivoco) que se encuentra en Bilbao, España, y que cae como un dedal a estas palabras. Fotografía de Sonia Cunliffe.

2 comentarios:

Ronald Adolfo Orellana. dijo...

Santiago:
Ahora me doy cuenta que también estoy rodeado de arañas en esta mi húmeda habitación. Por algo mi exnovia me vivía diciendo que limpiara las telas de araña de las paredes.
El símil entre el escritor y la araña es muy acertado, secundo al maestro Cela y a ti.
Desde hace un tiempo quiero invitarte a que formes parte de una red social en la que puedes compartir tus escritos con otras personas afines a estos temas; puedes participar en foros, en revistas, crear grupos de discusión, entre otras cosas.

Por favor escríbeme a mi correo:

orellana_sv_0@hotmail.com

De esta forma puedo enviarte la invitación para que participes.

Saludos Fraternos.

Santiago Bullard dijo...

Espero que no le hayas hecho caso. Y ya te envié el correo. Saludos.

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