jueves, 2 de septiembre de 2010

¿Teorías Regionales? (¿O la caza de fantasías inútiles?)

 
He oído (el mundo ha oído) muchas quejas absurdas. Y cuando uno está metido en una facultad de humanidades, y entre la literatura y la filosofía, pues se arriesga a escuchar montones de ellas. Y si, encima de todo, uno comete la desfachatez de ser latinoamericano (o, pero aún, pertenecer a uno de sus países, que no hay mayor pecado que ése), entonces puede darse por perdido. Pero tratemos de ser un poco más explicativos. 
Un problema fatal que corre como un virus entre mucha de nuestra buena gente (y de nuestros académicos) es cierto regionalismo inepto que enseguida se confunde con nacionalismo y que es muy, pero que muy distitnto a las formas más sanas de orgullo nacional. Toma, ahí va la primera cosa. ¿Qué coño (y uso esta palabra bien a conciencia) es el Orgullo Nacional, puesto así con mayúsculas? Pero empiezo a confundir las líneas; bien: resumiré con otra pregunta: ¿por qué demonios a tanta gente le parece tanto más importante señalar diferencias que reparar en semejanzas, fatales o no?
Un comentario con el que me he encontrado muchísimas veces a lo largo de los últimos años (aún dentro de alguna de mis clases) es el siguiente: "¿Por qué no existe una teoría -literaria o lo que fuese- netamente latinoamericana?" O, peor aún, su versión más acomplejada: "¿Por qué no existe una teoría netamente peruana?", que es pensar en las teorías más como en adornos para el árbol de navidad que como herramientas hermenéuticas de las que han de echar mano las diferentes disciplinas. Y todo porque a mucha gente le gusta decir que su árbol de navidad es más bonito que el del vecino. 
Ahora bien, hay dos formas de responder a estas tonterías (cómo, ¿de verdad es necesario responder a estas tonterías?). En primer lugar, que sí existen teorías que han sido redactadas, creadas o lo que fuere en territorios latinoamericanos, y aún peruanos. Pero esas parecen no contar, porque están contagiadas de "extranjerismo", o son apenas una "glosa" de teorías importadas. 
Bueno, pero... ¿cómo evitar el contagio? O mejor aún: ¿por qué evitarlo? Haber nacido en uno de los países de este lado del mundo implica precisamente una cosa: que nuestras venas han salido directamente de la licuadora cultural, donde ha caído de todo. Hacer un llamado a la "pureza teórica latinoamericana" es tan ridículo como quejarse de que nosotros imitemos a los europeos por el hecho de tener dos brazos. ¿Dónde está esa consabida pureza? ¿En el refrigerador? ¿En nuestros árboles genealógicos llenos de países extranjeros? Por favor... esa pureza no puede ser otra cosa que una bolsa de papel sobre el rostro. Porque veamos: Borges bromeaba diciendo que los peruanos descendían de los Incas, los mexicanos de los Aztecas y los argentinos... bueno, que descendían de los barcos. Pero esa broma se puede anchar: los peruanos, los mexicanos, y todos los demás que andamos aquí metidos entre estos dos océanos, tenemos barcos en nuestro historial. 
Y así no los tuviéramos, la queja no tendría sentido. Una teoría tiene que ser útil a la vista de ciertos objetivos; como decía, una herramienta hermenéutica que permita explicar problemas o generar otros nuevos. De cuando en cuando, "resolver" alguno, bien. Pero pensar que deba preferirse una teoría por motivos puramente geopolíticos es... bueno, absolutamente absurdo (por no decir que una tremenda cojudez).
Bien señores. Arrancamos setiembre sacando a la calle los trapos sucios. Pero ya había que decirlo: temas de país tendrían que limitarse a lo que les incumbe. Y por favor, no caigamos en esos Orgullos escritos con mayúscula, que ni tienen sentido, ni sirven para nada.

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