miércoles, 30 de noviembre de 2011

Asaltos a la Madrugada


Cuatro y media de la mañana... claro que, a estas alturas, ya da lo mismo. Una de las cosas que más me gustan de la madrugada es la manera en que el tiempo de disuelve: una hora tarda unos pocos minutos en consumirse, hasta que los relojes se atracan en un minuto más difícil que los demás y te quedas esperando una eternidad hasta que pase... Gajes del oficio, vamos. Los perros del amanecer, que decía Sabina (una de sus mejores letras, pienso yo), "cuando no salen trenes para el cielo".

Tampoco sabes muy bien qué día es realmente: ¿martes? Ha muerto ya. Pero todavía no ha nacido el miércoles, ni lo habrá hecho cuando el sol se levante del otro lado de la ciudad y el cielo se tiña de gris polvo, o gris cemento, o gris muerto. Dará lo mismo. Es cuando revivimos el momento más trágico de la vida de José Arcadio Buendía, ése en el que, en su primer (y eterno) desvelo descubre que no existe tal cosa como uno y otro día, porque se siguen continua e incansablemente, en una rueda terrible y absurda.

Cuando me desvelo, por algún motivo, me entran ganas de leer poesía. De cuando en cuando lo hago. Entonces vuelvo a verles el rostro a los viejos compañeros de naufragio: Byron, Rimbaud, Bukowski, Baudelaire, Cernuda, Eielson, Pavese... si tuviera un libro de Dylan Thomas también lo abriría, pero (siempre que reparo en ello me sorprende y me duele) no tengo ninguno. 

Un trago: whisky. No hay nada mejor para echarse a la garganta (a falta de un alma) cuando la noche se cierra sobre uno, o en ese momento en que empiezas a notar el aroma del amanecer (mezcla de garúa, neblina y smog). Pero esa es otra cosa que tendré que echar de menos, porque no hay nada que tomar en casa. Ni modo. 

Algo más que decir: la misteriosa presencia de la cama. Vaya dios, o el diablo, a saber por qué, pero en las madrugadas me vuelvo a ver la cama y veo un infierno, aunque sé que es en realidad un paraíso, una nube si quieren que me ponga cursi. Y yo, que lo sé, no me animo. ¿Será porque en el fondo detesto dormir? ¿Será por evitar las pesadillas? ¿Será por la terquedad de seguir gastando las horas de la única forma en que pueden ser gastadas, es decir, en vano? Preguntas que tendré que dejar a que se consuman, como siempre, entre las inclementes llamas del alba. Ya escucho el canto de las aves.  

Imágen: "Night Windows", del extraordinario Edward Hopper, cómo no.

viernes, 25 de noviembre de 2011

Gajes de Peruanismo #3

Demasiada inactividad, yo sé, yo sé... pero esto de deslomarse hasta exprimir por completo el tiempo que tiendo a usar para caer por aquí rendirá frutos, lo juro. Pero la peña merece más, así que ahí les va la tercera entrega (ésta es doble, como paga por tanto silencio):



Bueno, al menos podemos estar seguros de que en educación sexual no hay quien los supere...



Sobre todo, "rico", ¿no es cierto, Porky?

sábado, 19 de noviembre de 2011

Lázaro, levántate y bebe: Zaz - "Dans ma rue"

Seré claro y conciso: cuesta pensar en muchas cantantes del calibre de Zaz, que a estas alturas no solo ha reinventado la "chanson française", sino que además se ha ido insertando de a pocos, pero con fuerza, en la mente y el corazón de muchos (sí, sí... el corazón). Guapa, fresca, dueña de un estilo que derrocha naturalidad y no necesita maquillajes, estoy convencido de que en esta mujer está cifrada buena parte del futuro musical de Francia y del mundo. Y para este sábado de resaca compleja, qué mejor paliativo que Dans ma rue, esa canción que Edith Piaf hacía tan suya entre vodka y vodka, y que Zaz ha incluído entre las grandes joyas de su repertorio. Ponerla, al menos, cada uno o dos días se ha convertido en una necesidad para mí. Y mañana tocan pasodobles, porque hay toros. Se anuncian días interesantes... y con algo de suerte no sobreviviremos. Con una copa bien alta, como tiene que ser. 

 

miércoles, 16 de noviembre de 2011

Gajes de peruanismo #2


Bueno, para esas parejas que no se separan por nada, lo entiendo, pero... ¿y el resto? Al menos tienes a quién pedirle que te pase el papel, supongo...

sábado, 12 de noviembre de 2011

Lázaro, levántate y bebe: Traffic Sound - "Meshkalina"

Hoy no estamos como para andar con bromas: cansancio, una tarde entera sacrificada en aras al trabajo, agotamiento, una decena de colillas aplastadas en el cenicero, y todo esto sobre el marco general de una resaca de proporciones neronianas, más cruda de las que recuerdo haber tenido en los últimos tiempos. Pero ya saben, las cosas como son, y cojudeces las justas: puros gajes del oficio, que no sirven ni de cerca como excusa para arruinar una noche de sábado. Por eso, señores muy míos, hoy nos tomamos las cosas muy en serio, y lanzamos a rodar esta pieza clave de la historia del rock en el Perú, este pedazo de genialidad pura y dura: Meshkalina, de Traffic Sound, es uno de los mejores remedios que conozco para la resaca existencial, una buena forma de calmar a las fieras que determinan la crudeza de algunas noches cuando el cuerpo ha caído en tal estado que ya no queda manera de guardarle esperanza alguna. La movida recién empieza, y creo que con estos acordes le estamos dando una de las mejores overturas posibles. Con la copa siempre en alto. He dicho. 

 

viernes, 11 de noviembre de 2011

¿Acaso no siguen matando a los caballos?


Hoy terminé de leer una novela, que es extraordinaria desde su título: ¿Acaso no matan a los caballos?, del gran Horace McCoy. ¿De lo que va? Básicamente, es la historia de un hombre y una mujer (que, se nos revela desde el principio, él ha matado) que, frustrados ante su poco éxito en conquistar el Sueño Americano, deciden tomar parte en una de esas "maratones de baile", tan populares en los años 30 en los Estados Unidos, donde tienen que bailar eternamente, con escasos 10 minutos de descanso cada cierto tiempo, hasta que quede una sola pareja en pie, la ganadora. Y, claro está, sirve para reflejar una cultura en lo que todo lo que importa es, en todos los planos, el "show": los valores, la humanidad misma, reducida a la portada de una revista, a los aplausos, al sueño eternamente hecho pedazos mientras un mar de sonrisas sigue consumiendo. Hasta se dice que Sartre, el gran Jean-Paul Sartre, se quedó tan fascinado con este libro que llegó a decir que en Norteamérica también tenían existencialistas. 
Yo nunca he tomado partido por nada ni por nadie sobre terrenos (esperen, que me viene una arcada) políticos, pero no he podido dejar de pensar, mientras leía este crudo y duro reflejo de la realidad, en lo que pasa hoy en el mundo. La posmodernidad, dice Jameson, es la pérdida absoluta de la profundidad, la caída del tiempo ante el mero espacio, la supremacía de la imagen. Y las cosas, vistas así, no han cambiado mucho desde los tiempos en que se escribió esta novela, ¿no? 
El otro día, precisamente, estaba en el maravilloso Café Italiano de la avenida Larco, donde preparan el mejor espresso de Lima, y le comentaba a alguien que lo que más me gustaba de ese sitio era, precisamente, su estilo clásico, su tradicionalismo. Nada de colorinches, ni decoraciones anacrónicas, ni síntomas de sed posmoderna. Sólo un lugar sencillo. 
Ahora bien, sigo pensando y me digo: ¿acaso eso no sigue siendo, vista desde otro ángulo, una imagen? Claro que sí. Como también es cierto que yo puedo ir a sitios, sean bares o cafés, más "modernos" y pasarla de puta madre. Porque el quid de la cuestión no está sólo en el lugar, en las decoraciones, en los objetos. No, hace falta también un público que lo interprete, del modo que sea. ¿Conclusión? Pues nada: que da lo mismo. Francamente, no me molesta lo que piensen los demás, siempre que no vengan a meterme sus reflexiones en la taza de café, ni me las susurren a gritos en la barra de mis tabernas preferidas (osea, siempre que respeten la básica ley del "No me jodas"). 
Ahora bien, es interesante ver lo que pasa cuando llevamos esta cuestión, la de la posmodernidad o como quieran llamarle, a otros ámbitos. Si seguimos lo planteado por Jameson, y pensamos en lo que sucede, por ejemplo, en el mundo de la prensa... Yo jamás he trabajado en un periódico, pero sí en varias revistas, y sé que la imagen es, cuando no muy importante, sí lo más. Y ojo, que cuando hablo de "la imagen" me refiero no solo a las fotografías, sino al texto mismo, a los nombres que figuran en él, al formato general de la publicación. En fin, al todo compuesto, que es una de las piezas claves del éxito editorial de una revista. 
Y la prensa... pues tiene otra clase de consecuencias. ¿Qué es lo que busca el público? ¿Información o una "imagen"? ¿Un artículo de profundidad o una primera plana? Son preguntas que me hice hace unas horas, y que ni siquiera he intentado responder (por pereza, de un lado, y por mi profundo escepticismo del otro, de paso que por algo de indiferencia al respecto), pero que creo dignas de ser traídas a colación. Hoy, que el Internet nos permite construir una maravillosa maqueta, una imagen soñada o imaginada de lo que (creemos que) somos, ¿qué es eso a lo que llamamos, tan sencilla y superficialmente que ni pensamos en todo lo que implica, "realidad"? 
Lean ¿Acaso no matan a los caballos?, lean a Horace McCoy. Con un talento narrativo de primera línea ha conseguido reflejar no sólo la profunda desolación de los tiempos y la sociedad en los que le tocó en suerte vivir, sino también esa en la que todos, de una forma u otra, nos hundimos, a veces sin enterarnos. Gajes de la posmodernidad, que le llaman. 

martes, 8 de noviembre de 2011

Gajes de Peruanismo #1

Consciente del poco tiempo que tengo para escribir en estos últimos tiempos, he decidido abrir una nueva sección en el Café: Gajes de Peruanismo, en la que reflejar, en imágenes, algunos de los motivos que me hacen amar tanto a mi patria (y lo digo sin sarcasmo) en contraste a las intenciones "progresistas" de algunos que, como dije en mi nota sobre la avenida Abancay, creen que la utopía de país es una foto de postal, o (esta imagen ya la he usado antes también) una vedette en el panorama turístico internacional. ¿Que de qué va a ir esta nueva sección? Pues muy simple: me serviré de las extraordinarias imagenes que aparecen en la página "perufail" para ir esbozando, de a pocos, y agregando unos pocos comentarios, ese aspecto del país que tan caro me es: caos, desorden, confusión... pero también creatividad, astucia, criollada. Frenética agonía. Poesía de primera. (Espero que mi buen Jorge Chávez se anime a darme una mano con esta sección; sé que lo disfrutaría). Ahí les va la primera entrega: 




 Errores ortográficos aparte... verdades las justas, ¿no?

jueves, 3 de noviembre de 2011

A los que pregunten por la poesía...

Es respondiendo al post que mi querido Mr. Mierdas publicó hace poco que traigo mis huesos esta noche al Café. Y esto, porque los versos, esos maravillosos versos de Maiakovski, me han tocado en lo hondo, forzándome a poder un poco más que el agotamiento físico y la tendencia natural a la pereza de la que adolece mi mente. Y es que, si alguien pregunta por la poesía, merece una respuesta, sea de quien sea. Y, además, tengo un Poeta de los de verdad bajo la manga: nada más ni nada menos que el gran Jorge Eduardo Eielson.
Ya he escrito alguna vez sobre él, y no me molesta tener que repetir que, de entre todos los poetas que han nacido en el Perú, éste es mi favorito indiscutible, un autor que supo hacer del lenguaje un verdadero manantial: primero, para construir maravillosos versos de clave romántica; después, para hablar de lo ausente, del sinsentido de las palabras, del silencio y la ausencia; y, finalmente, para hacerlo acerca de lo que él intuía que estaba más allá del lenguaje mismo. Un genio indiscutible, de los que se han ganado el título con honores.
Y, claro está, estas líneas van con una copa en alto, por toda la "familia". Qué honor, carajo... 


ceremonia solitaria entre papeles y palabras


Completamente solo entre papeles
Repletos de palabras
Entre alimentos que se vuelven sueños
Uñas excrementos
Y alimentos que se vuelven llanto
Huesos pensamiento
Entre cortinas que se abren
Como amaneceres y cortinas que se cierran
Como cicatrices. Solo entre sombras
Semejantes a otras sombras
Sombras de objetos que no son objetos
Sino torbellinos
De materias que sollozan y que tosen
Y que nunca fallecen
Siempre entre sombras entre sombras solamente
Acariciando una pared cualquiera
Un puñado de tierra en el bolsillo
Células muertas que antes fueran padres y madres
Tíos hermanos amigos
Ahora convertidos en palabras
Completamente solo entre fragmentos
De personas que no son personas
Sino racimos de botones e intestinos
Persiguiendo el mundo entero
En el fondo de un tintero
Hasta llegar al fin de la escritura
En donde muere la palabra
Y se levanta soberana la sonrisa
De la nada la misteriosa pelota de papel
Que ahora aprieto nuevamente
En una mano



 



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