Bichos... para algunos, animalejos desagradables cuya existencia debe ser moderada (o erradicada) a punta de veneno o siguiendo la vieja política del pisotón y punto. Esto, por lo menos, es lo que piensan los que siguen a ojos cerrados la filosofía según la cual el reino animal se reparte entre dos polos, en uno de cuyos extremos estaríamos nosotros, mientras en el otro quedan los seres "inferiores", es decir, obviamente, los que menos se nos parecen (no es difícil seguir la línea de la lógica de la estupidez humana, vamos). No es que podamos culpar a nadie: nuestra historia biológica y genética nos ha preparado para empatizar mejor con los animales que más se nos parecen, empezando por los monos y siguiendo en esa línea por los demás mamíferos, y después aves, reptiles, anfibios, peces... hasta llegar al otro extremo, donde se encuentran los "bichos": insectos, arácnidos, crustáceos y demás (amebas y similares creo que ni entran en este panorama).
Pero no todos piensan así, tampoco. Hay quienes ven en los bichos lo que hay: pura testosterona evolutiva, por así decirlo. Son máquinas de supervivencia, con una capacidad adaptativa con la que nosotros no podríamos ni soñar, eficientes, funcionales, envidiables. Hasta hay casos extraordinarios, que se pueden ver en las especies que viven organizadas en grupos, donde los bichos llegan a formar estructuras y comportamientos sociales. Por poner un ejemplo rápido, el de las abejas, que no necesitan un cerebro (porque no lo tienen) para implementar una política de castigo sobre los miembros transgresores de la colmena: si una abeja se emborracha, por ejemplo, recibe un escarmiento; y si vuelve a caer en el vicio, le arrancan las patas y la dejan a que espere a la muerte en el abandono. Tan sencillo como eso.
Tal vez esos dos factores (el que sean tan distintos y "temibles", por un lado, y su eficacia y habilidad de supervivencia del otro) los que han puesto a los bichos en la mira de los productores de Hollywood por tantos años. En los últimos días, me he dedicado a volver a ver algunos clásicos del género "bichos" del séptimo arte, y me gustaría por tanto aprovechar la oportunidad de colar por aquí algunos comentarios al respecto de dichas películas.
La primera es imaginable: Tremors, la que preparó las mentes de todos, ni bien arrancados los noventa, para la ola de bichejos que se nos venía encima. Solo que claro: estos no iban a contentarse con colarse en el tarro de las galletas, sino que nos querían a nosotros como plato fuerte en su menú. En este caso, unas enormes orugas subterráneas que arrasan con todo, arrastrando a sus bocas llenas de lenguas a cuanto ser comestible estuviese a su alcance, y poniendo en riesgo a los habitantes (menos de diez, si no me equivoco) de un lugar que lleva el curioso e improbable nombre de "Perfection". Pero no hay de qué preocuparse, porque ahí están Fred Ward y Kevin Bacon para asegurarse de que no quede ninguna con vida, apoyados por cerca por un loquito de las armas y las explosiones llamado Burt, que debe ser uno de los personajes más memorables del repertorio de Michael Groose, de paso que el mejor de esta película.
Lo curioso (y problemático) de estos gusanos hambrientos de carne humana es que no son como las lombrices comunes -además, claro está, del hecho de que las lombrices comunes no tratan de comernos- porque parecen capaces de pensar y aprender de lo vivido. No parece muy fácil dar muerte a un animal que no cae dos veces en el mismo truco, y que encima es capaz de tender una que otra trampa. Puestas así las cosas, lo que yo me pregunto es: ¿dónde carajo estaban escondidos antes esos gusanos para que nadie los viera?
Siempre he sido enemigo de hacer resúmenes (hay que tener talento para eso, y yo no lo tengo), así que pasaré a una consideración general, y es que la película es de puta madre. Se llega a lamentar que uno o dos personajes en particular no mueran para el final de la peli, pero supongo que eso es algo que tendremos que perdonarle a los guionistas. Lo demás, animales enormes, disparos, algo de romance idiota, explosiones, bichos que revientan, personajes que se hacen los bacanes... es todo lo necesario para sobrevivir a una tarde de domingo, mientras tratamos de hacernos a la idea de lo jodidas que van a estar las cosas el día que nos toque vérnoslas cara a cara con un gusano al que no podamos asestar un pisotazo (sin perder la pierna). Cosa que se pondrá un poco más difícil en la segunda parte, cuando nuestros buenos "grapoides" -así les llaman- den un paso más en su plan de caza, y nos presenten a su versión "de bolsillo". Pero eso lo dejaremos para la siguiente entrega, si les parece bien.