domingo, 30 de octubre de 2011

Lázaro, levántate y bebe: Arturo Sandoval - "Mam-Bop"

De acuerdo, de acuerdo... hoy es domingo, así que a don Lázaro lo estamos levantando a destiempo, pero no importa. Ayer hemos cedido el espacio a otros temas, y con Abancay en la palestra nuestra rockola sabatina ha tenido que esperar, así que hoy nos reivindicamos invocando a sonar a uno de los más grandes jazzeros, a un hombre capaz de arrancarle a una trompeta un sonido único, personalísimo, y extraordinario. Nada más que Arturo Sandoval, mis queridos parroquianos, para que después no se ande diciendo que sirvo cualquier cosa: sólo lo mejor de lo mejor, ya lo ven. Como para animar esta tarde de domingo al ritmo de Mam-Bop, y así olvidar por unos momentos que estamos agonizando bajo el sol del peor día de la semana. A todo esto, parece que ya se asienta el verano, así que nos cae bien el temita para, de paso, darle un recibimiento, ¿no? Y el que se sienta con ganas de echar unos pasitos de baile, pues que no se quede con las ganas. Ojalá tuviera una copa a la mano, para levantarla... en fin, que Sandoval es Sandoval, y esta canción una buena overtura para dar inicio a una semana que, espero, empezará a verse distinta a las demás. A su salud, mis "beloved" parroquianos, a su salud...  


sábado, 29 de octubre de 2011

Abancay forever.

Recuerdo que hubo una época en la que yo frecuentaba mucho el Parque Universitario, en el Centro. Iba allí por lo menos unas dos veces por mes, para tomar un bus en una agencia de la zona que me llevara a Barranca, la playa en la que mi novia de entonces tenía una casa. Y para qué mentirles, siempre me gustó ese rincón de la ciudad, lleno de pequeños negocios, entre galerías, ambulantes y el legendario "Hueco", cuna de buena parte de la piratería local. Y es que la avenida que atraviesa esa plaza no es otra que la Abancay.
Seamos claros: la avenida Abancay es espantosa: sucia, algo maloliente, llena de ambulantes y de puestuchos que venden de todo... el más gris de los rostros de la ciudad. En otras palabras, una maravilla. Y lo digo sin sarcasmo: ese caos urbano, vital en cada uno de los gritos que atraviesan sus aceras y en cada uno de los bocinazos de los micros que recorren la avenida, ese tráfico eterno, la forma en que bulle el concreto como sangre en las venas... es, precisamente, un fiel reflejo de la ciudad en la que vivo, la ciudad a la que amo.
Hace poco me enteré del proyecto de la alcaldía para "limpiar" la avenida Abancay, extirpando a todos los ambulantes de la zona y poniendo un poco de "orden" en ese desastre. A muchos les sorprenderá que lo diga, pero la pura verdad es que me sentí indignado. ¿Por qué hacerle algo así a esta avenida? ¿Es que acaso no notan que en eso es que radica, precisamente, su belleza? Informalidad, caos, ruido, suciedad... ¿tan mal suena?
Se suele decir que lo que se está gestando en estos días en nuestro país es una verdadera identidad nacional, algo que nos permita sentirnos orgullosos de llamarnos peruanos. Solo que claro: creo que están muy equivocados si se piensan que el camino para conseguirlo es tapar las arrugas y aumentar los gastos en maquillaje. En otras palabras, que mientras nos juran y perjuran que si la gastronomía peruana, que si Machu Picchu, que si Vargas Llosa y todo eso, como si viviéramos en una tarjeta postal, la verdadera vida sigue haciéndose presente todo el tiempo, dando la contra a estas utopías de agencia de turismo. Volvamos, por ejemplo, a nuestra ciudad, que es, en más de un noventa por ciento, todo lo contrario a lo que muchos quieren creer: caos, resaca, informalidad y smog. ¿No será que, en lugar de tanta cirugía plástica, lo que necesitamos es mirarnos en un espejo y aprender a querernos un poco?
El "saneamiento" de la avenida Abancay, al que no me queda más que resignarme con pena, es mucho más que eso: es, en buena medida, un símbolo de la neurosis que afecta a nuestra ciudad, a una masa de gente que no puede vvir en paz sabiendo lo que es en el fondo. Hay desesperación por el cambio, pero tengan por seguro que no va a llegar por ese camino. Nada desaparece, sólo se transforma, reza el viejo atomismo griego (y, de paso, la física moderna). Y eso es, exactamente, lo que sospecho va a seguir sucediendo: al final, la ciudad podrá más que los sueños absurdos de sus habitantes, y volveremos al mismo caos primero. Y así seguirá, hasta que aprendamos a aceptarlo, a vivir con él y, por qué no, a quererlo, a reconocernos en él. Tal vez entonces sí podamos ver nuevas rutas por donde ir. Esta copa, la levanto por mi vieja avenida Abancay. Con nostalgia.

martes, 25 de octubre de 2011

Un poco de música... maestro

Estos últimos tiempos ando algo complicado de horarios, entre el trabajo, la universidad y parecidos, así que las agendas no me han dado mucho tiempo para dedicarme al viejo Café. Pero, para que no se ande diciendo por ahí que no paso un trapo por la barra, ni quito las telarañas del techo, ni lavo los vasos, ni nada, pues los dejo con una canción, más la promesa de traer algún texto digno lo antes que pueda (que haré lo posible porque sea esta semana). Ya lo saben, los gajes del oficio...

(Ya ven que no es cualquier cosa... y encima el título cae a pelo a la ocasión)



sábado, 22 de octubre de 2011

Lázaro, levántate y bebe: Miguel Ríos - "Blues del autobús"

Bueno, este sábado me agarra sin mucho tiempo, pero paso brevemente por aquí para enchufar la rockola y dejarla sonando. Esta canción, el "Blues del autobús", que escribió Sabina para Miguel Ríos, siempre me ha parecido extraordinaria, inspiradora... además de tener uno de los mejores títulos de la historia del rock en español. Pero no he elegido una versión cualquiera, no: se trata de una en vivo, en la que Sabina y Ríos la hacen suyo sobre un escenario. También con Víctor Manuel, pero de ese... mejor no decir nada, que todo ya está muy bien con los otros dos. Fin de semana... todavía tenemos tiempo para morir.



martes, 18 de octubre de 2011

Bichos asesinos 2 - Total, ¿abajo o arriba?


Cuando uno piensa detenidamente en las clásicas estrategias de reciclaje a las que recurre (tan típicas de las segundas partes que les inventan a las películas que han tenido éxito), uno tendría que admitir que Tremors 2 es una mierda y punto. Por eso, resulta fascinante que esto no sea así (no al menos del todo, o no mientras no le exijamos a una película que va de disparos y bichos antropófagos que tenga los brillos de Trouffault o Marco Ferreri).
Guiada por un guión ágil, que lleva de una situación a la siguiente a muy buen ritmo, la segunda película de los Grapoides lleva la emoción a otro nivel: si en la primera regía ante todo el suspenso de unas orugas enormes que acechaban desde debajo de la tierra, ahora la trama evoluciona al miedo crudo y directo, cuando los bichos salen de las profundidades en su versión de bolsillo, pero igualmente mortíferas. Claro que hay un par de detalles que no terminan de quedar claros (¿qué son los mini-grapoides? ¿las crías de los grandotes, su versión post-metamorfosis o su siguiente paso en el camino de la evolución? ¿y por qué de pronto se parecen más a reptiles que a bichos?), pero tal vez eso sea lo de menos. Es una de las cosas que me gustan del cine de acción en general (que no es todo, vamos): que puede sentarte a disfrutarlo y echarte unas risas sin necesidad de romperte la cabeza, a menos que quieras hacerlo. Por lo demás, el único personaje de la primera que se hace extrañar es el de Kevin Bacon.
En términos generales, pues, diré que se trata de una película divertida, perfecta para un domingo por la noche, a la que no es necesario (ni pertinente) exigirle más de lo que nos dá. De acuerdo con que no es, ni de lejos, una pieza maestra del cine, pero no sólo de piezas maestras se vive.
Ahora, que sé que hay otras dos películas de la serie de Tremors, pero no las he visto, y no sé si llegue a hacerlo (uno nunca sabe). En la tercera, el protagonismo recae sobre el loquito de las armas y las explosiones, que tal vez sea el personaje más memorable -o en todo caso divertido- del reparto; y la cuarta, que tal vez haya sido excesiva (cosa que no afirmaré, porque no la he visto), se traslada a los tiempos del viejo oeste. ¿Exceso de los productores gringos? Supongo que sí, pero al menos no es algo a lo que no estemos acostumbrados.

sábado, 15 de octubre de 2011

Lázaro, levántate y bebe: Keb' Mo' - "It hurts me too"

Todo esto está muy mal. He dejado de lado por mucho tiempo mi misión, esa que yo mismo cargué sobre mis hombros, que es la de dar al limbo de los sábados, entre la resaca y la nueva noche, una música digna para la resurrección. Pero volvemos a la carga, señores, y con fuerzas redobladas, más que dispuestos a echarnos abajo lo que nos quede de vida o de tarde entre la música y las copas. Y, también, con algunos cambios. Porque soy el primero en reconocer que "La del sábado" es una mierda de nombre para tan ilustre sección, un título que adopté sólo por respeto a mis limitaciones. Por eso, y gracias a que tuve una iluminación (etílica, por supuesto; mucho más profunda que la de un Budha cualquiera), nuestra sección sabatina, la rockola de las resacas, pasará a llamarse ahora como debió llamarse desde un principio: "Lázaro, levántate y bebe". Creo que refleja a la perfección lo que se propone este ritual de los fines de semana. Y, para celebrar la re-inauguración, he decidido traer a sonar un clásico de clásicos, que ya ha sonado por aquí antes, pero eso no importa: "It hurts me too" es un blues tan extraordinario que sería capaz de invocarlo mil y una veces más. Esta vez, además, en una versión distinta a la anterior, la del extraordinario bluesman Keb' Mo', maestro guitarrista y extraordinario cantante. Levantando mucho esa copa, como tiene que ser, y más que dispuesto a enterrarme, vivo o muerto, en la noche que pronto caerá sobre las calles barranquinas. Siempre estamos parados al final del camino. 

 

jueves, 13 de octubre de 2011

Primer encuentro con Bowles

Hoy empecé a leer (después de mucho tiempo sin abrir una novela) El cielo protector, de Paul Bowles. Lo compré hace apenas unas semanas, intrigado por este autor tan sonado, del que había leído tantas cosas en las memorias de Gore Vidal; y, como me pasa con cada libro que compro, no muy seguro de cuándo lo leería (porque nunca he sido de los que hacen colas de libros prestablecidos).
Y no me he quedado desilusionado, para nada: bastó con leer la primera página para que la maravillosa prosa de Bowles se me clavara en el lado derecho del vientre, con esa extraordinaria descripción de las trabas por las que pasa un hombre, el personaje de la novela, al despertarse, desde el surgimiento de la nada, pasando por la confusión y el reconocimiento de la (reconfortante) tristeza hasta el momento en el que los sonidos que lo rodean van adquiriendo corporeidad, que es cuando el mundo vuelve a tener sonido, color, algo que se parece al sentido, pero no lo es.
No voy a mentir: sólo he leído las primeras ochentaipocas páginas de la novela, pero de un tirón, fascinado por el brillo de un escritor tan extraordinario. Bowles, que además fue un gran músico, y que ha dejado tras de sí una larga lista de lecturas prometedoras. Este primer encuentro ha sido definitivo; ahora, además, me gusta saber que, cuando vuelva a encontrar su nombre en las páginas de otro, sea Gore Vidal o cualquiera, Bowles no será más un desconocido escritor y músico del que oí hablar alguna vez, sino un amigo cercano, alguien al que puedo admirar (y querer) abierta y sinceramente. 
Por ahora, vivo el gozo de saber que tengo todo un libro por delante para continuar disfrutando de su grata compañía. Dejo su nombre sonando por aquí, con la esperanza de que algún otro lector caiga en la tentación de sus párrafos, y a la expectativa de que el futuro, si llega, traiga otro montón de sus páginas. Y lo digo con una copa en alto, como tiene que ser.   

lunes, 10 de octubre de 2011

"Bragas Bravas": Sexualmente hablando...

La semana pasada, recibí un correo de mi buena amiga Marlene Vega, en el que me decía que tenía una "propuesta indecente" para mí. Se trataba de una invitación a participar como invitado en la primera transmisión de su programa en LaMula, "Bragas Bravas" (recuerdo que, cuando todavía pensaban en un nombre, yo les recomendé "Sin bragas y a lo loco"), ideado como un espacio abierto de discusión y comentario de temas relacionados a sexo, sexualidad y similares. Osea, una propuesta que no podía rechazar. 
Es más: recuerdo una noche ya algo lejana, en ese templo de todos los adictos al pecado que es La Noche de Barranco, en que nació este proyecto. Ya desde entonces, Marlene me dijo que, si llegaba a concretarse, esperaba que pudiera participar. Y bueno, lo hice. El tema de la primera transmisión fue "Las primeras veces", y la pura verdad es que nos la hemos pasado de puta madre. Desgraciadamente, no encuentro la forma de copiar el video, así que tendré que contentarme con dejar el link, para los más valientes. Y con una copa en alto por "Bragas Bravas", cómo no.  

viernes, 7 de octubre de 2011

"La náusea"


Hay libros que pasan como si nunca hubieran estado: te echas unas risas, te interesas, y luego dejas que todo pase, sin muertes ni daños colaterales. Pero hay otros que, cuando aparecen, se nos clavan con fuerza en el páncreas, nos atormentan, nos obligan a recordarlos, a volver una y otra vez a ellos para que recordemos quién carajo somos. Hoy, quiero hablar de uno de ésos, aunque lo haya hecho muchas veces: La náusea, del maestro Jean-Paul Sartre.
Mucha gente piensa que Sartre ha muerto, y que sus libros ya pueden ser enterrados y en paz. Pero se equivocan, presas de la confusión, pensando que se trata de un autor "pasado y superado", cuando la pura verdad es que lo que tienen es pavor, miedo de encontrarse con el propio rostro sobre aquellas páginas.
Lo he dicho en otras ocasiones, pero no me molesta repetirme: La náusea cambió por completo lo que hasta aquel momento yo pensaba que podía llamar mi vida. Antoine de Roquentin se convirtió en un reflejo tan sólido y sórdido de mis propios pasos, respiraciones y temores, que más de una vez me sorprendí temblando. Caí en una crisis existencial tremenda, en la que terminé por curarme de cualquier instinto suicida que pudiera haberme quedado de mis años de adolescente, pues me dí cuenta de que, tal y como están las cosas, hasta el suicidio es el colmo del absurdo.
Pero dejemos de hablar de mí. El otro día volví a abrir este libro, me paseé por algunas de sus páginas, volví a escuchar aquella voz, la de Roquentin, que de alguna forma es la mía y la de todos los hombres (pero por separado, de cada uno de ellos, y no de todos). Sigue pareciéndome una obra extraordinaria, de las que sólo puede hacer un verdadero genio. Es lo que siempre me gustó de Sartre: su solidez, su fineza intelectual, su potencia, su ínfimo tremendismo. Un autor en el que es imposible separar al escritor y al filósofo, y hasta nos sentimos agradecidos por eso.
Claro que, como decía antes, no es tan sencillo como parece. Sartre es muy duro, y para salir con vida de uno de sus libros (bueno, no estará de más recordar que a la publicación de La náusea   le siguió una fuerte ola de suicidios) hay que tener entereza y algo de valor, de paso que ironía suficiente como para reírse de uno mismo (es una costumbre muy sana). El tipo de autor que es valioso, precisamente, porque nos dice lo que nadie quiere saber, aunque en el fondo todos lo sepamos. Demasiado.
En  fin, que es un libro que recomiendo enormemente. Un solo consejo: antes de empezar con la lectura, alejen cualquier objeto punzante, así como pastillas y armas de fuego. Sólo por si las dudas.

miércoles, 5 de octubre de 2011

La invención de Lumiere

Pensar que un día como éste, sólo que en 1864, nació Louis Jean, el segundo de los hermanos Lumiere que inventarían el proyector cinematográfico y fundarían el séptimo arte... No es que tenga mucho que decir, porque nunca supe mucho de ellos (aunque tal vez debería), pero de todos modos me parece una buena oportunidad para hacer algo de memoria. Y ya que todos hemos oído la famosa historia de cómo los asistentes a la primera proyección comercial de una filmación salieron despavoridos de la sala ni bien vieron que un tren iba hacia ellos, me he dicho: "Bueno, pongamos esa cinta en algún lado". Yo la ví hace unos años, y claro, ya no da miedo ni nada (¿qué nos va a asustar a nosotros, que tenemos que convivir con engendros de la talla de un Justin Bieber, que dicho de paso viene a Lima? Puaj...), pero es ilustrativa. Carajo, cómo cambian las cosas. Lo que hace el tiempo. Olé, Lumiere, y gracias.


domingo, 2 de octubre de 2011

Bichos asesinos 1 - Hay algo ahí abajo

Bichos... para algunos, animalejos desagradables cuya existencia debe ser moderada (o erradicada) a punta de veneno o siguiendo la vieja política del pisotón y punto. Esto, por lo menos, es lo que piensan los que siguen a ojos cerrados la filosofía según la cual el reino animal se reparte entre dos polos, en uno de cuyos extremos estaríamos nosotros, mientras en el otro quedan los seres "inferiores", es decir, obviamente, los que menos se nos parecen (no es difícil seguir la línea de la lógica de la estupidez humana, vamos). No es que podamos culpar a nadie: nuestra historia biológica y genética nos ha preparado para empatizar mejor con los animales que más se nos parecen, empezando por los monos y siguiendo en esa línea por los demás mamíferos, y después aves, reptiles, anfibios, peces... hasta llegar al otro extremo, donde se encuentran los "bichos": insectos, arácnidos, crustáceos y demás (amebas y similares creo que ni entran en este panorama).
Pero no todos piensan así, tampoco. Hay quienes ven en los bichos lo que hay: pura testosterona evolutiva, por así decirlo. Son máquinas de supervivencia, con una capacidad adaptativa con la que nosotros no podríamos ni soñar, eficientes, funcionales, envidiables. Hasta hay casos extraordinarios, que se pueden ver en las especies que viven organizadas en grupos, donde los bichos llegan a formar estructuras y comportamientos sociales. Por poner un ejemplo rápido, el de las abejas, que no necesitan un cerebro (porque no lo tienen) para implementar una política de castigo sobre los miembros transgresores de la colmena: si una abeja se emborracha, por ejemplo, recibe un escarmiento; y si vuelve a caer en el vicio, le arrancan las patas y la dejan a que espere a la muerte en el abandono. Tan sencillo como eso.
Tal vez esos dos factores (el que sean tan distintos y "temibles", por un lado, y su eficacia y habilidad de supervivencia del otro) los que han puesto a los bichos en la mira de los productores de Hollywood por tantos años. En los últimos días, me he dedicado a volver a ver algunos clásicos del género "bichos" del séptimo arte, y me gustaría por tanto aprovechar la oportunidad de colar por aquí algunos comentarios al respecto de dichas películas.
La primera es imaginable: Tremors, la que preparó las mentes de todos, ni bien arrancados los noventa, para la ola de bichejos que se nos venía encima. Solo que claro: estos no iban a contentarse con colarse en el tarro de las galletas, sino que nos querían a nosotros como plato fuerte en su menú. En este caso, unas enormes orugas subterráneas que arrasan con todo, arrastrando a sus bocas llenas de lenguas a cuanto ser comestible estuviese a su alcance, y poniendo en riesgo a los habitantes (menos de diez, si no me equivoco) de un lugar que lleva el curioso e improbable nombre de "Perfection". Pero no hay de qué preocuparse, porque ahí están Fred Ward y Kevin Bacon para asegurarse de que no quede ninguna con vida, apoyados por cerca por un loquito de las armas y las explosiones llamado Burt, que debe ser uno de los personajes más memorables del repertorio de Michael Groose, de paso que el mejor de esta película.
Lo curioso (y problemático) de estos gusanos hambrientos de carne humana es que no son como las lombrices comunes -además, claro está, del hecho de que las lombrices comunes no tratan de comernos- porque parecen capaces de pensar y aprender de lo vivido. No parece muy fácil dar muerte a un animal que no cae dos veces en el mismo truco, y que encima es capaz de tender una que otra trampa. Puestas así las cosas, lo que yo me pregunto es: ¿dónde carajo estaban escondidos antes esos gusanos para que nadie los viera?
Siempre he sido enemigo de hacer resúmenes (hay que tener talento para eso, y yo no lo tengo), así que pasaré a una consideración general, y es que la película es de puta madre. Se llega a lamentar que uno o dos personajes en particular no mueran para el final de la peli, pero supongo que eso es algo que tendremos que perdonarle a los guionistas. Lo demás, animales enormes, disparos, algo de romance idiota, explosiones, bichos que revientan, personajes que se hacen los bacanes... es todo lo necesario para sobrevivir a una tarde de domingo, mientras tratamos de hacernos a la idea de lo jodidas que van a estar las cosas el día que nos toque vérnoslas cara a cara con un gusano al que no podamos asestar un pisotazo (sin perder la pierna). Cosa que se pondrá un poco más difícil en la segunda parte, cuando nuestros buenos "grapoides" -así les llaman- den un paso más en su plan de caza, y nos presenten a su versión "de bolsillo". Pero eso lo dejaremos para la siguiente entrega, si les parece bien.    
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