miércoles, 5 de enero de 2011

"Yabo Torbo" según Achorock


Me acaban de confirmar (vía e-mail de Santi Guillén) que ya está volando a territorio peruano mi disco de Yabo Torbo, así que pronto podré hacer lo que corresponde: sentarme en mi habitación, bien armado con una botella de cerveza o whiskie y un paquete de cigarrillos a escuchármelo de arriba abajo, de pie y de cabeza. Después, les prometo una reseña; pero, por lo pronto, copio por aquí otra reseña del mismo disco, recién aparecida en el blog "Achorock". Sólo he escuchado dos canciones de la banda, pero por lo menos hasta donde he llegado firmo lo que ha sido escrito; y, de paso, me alimentan las ganas (y la maldita ansiedad) de que el disco en cuestión llegue a mi puerta. Ahí les dejo la nota en cuestión: 

"Murcia es una ciudad con una oferta musical amplísima. Una ciudad donde (desde siempre hasta hace relativamente poco), reinaban el rock y el blues sobre los demás estilos; y que ahora tiende amigablemente la mano también al indie y al gafapastismo más pasmoso. Pero etiquetas a parte, la verdad es que hay mucho donde perderse en cuanto a estilos musicales y bandas. Bandas que a veces nos dan gratas sorpresas, ya sea por su calidad o por su originalidad, o por las dos cosas juntas, como es el caso que hoy nos ocupa.
Yabo Torbo es un dúo de Rock que nos presenta un primer álbum lleno de canciones de calidad y que no tiene desperdicio alguno. El disco nos invita desde el primer momento de escucha a entrar en el mundo de locura e imaginación de un grupo original donde los haya y a darnos un paseo imaginario por la cabeza del vocalista-guitarrista Santi Guillén y del batería-percusionista David Gómez; únicos componentes de la banda.
Para comenzar, aclararé que este es un disco que hay que escuchar con la mente bien abierta, sin prejuicios, y olvidando un poco lo que hemos aprendido antes. Digo esto porque quizá lo que escuchéis no tenga mucho que ver con el típico grupo de Rock al uso que todos conocemos. Pero no nos equivoquemos: aquí lo que prima son las buenas guitarras y las buenas melodías. Que nadie piense en un álbum de pseudo-Rock ultramoderno lleno de loops y sintetizadores, porque los tiros no van por ahí. Es Rock, al fin y al cabo, que da un pasito adelante, pero sin olvidar los orígenes clásicos. De hecho, hay un aspecto del disco que es completamente básico y que yo diría que mira hacia el Rock más primigenio y directo, y es el hecho de que todos los temas vayan a guitarra, batería y voz, sin demasiados artificios añadidos ni florituras innecesarias. Es justo mencionar que casi no se echa en falta un bajo, otra guitarra u otros instrumentos. Han sabido ingeniárselas para que una guitarra y una batería den para mucho.
Nos encontramos ante una obra conceptual, ya que todos los temas giran en torno al tema común que es el resumen de distintas vivencias, historias, lugares y momentos de los últimos tres años de la vida de sus protagonistas. La verdad es que la cohesión entre los distintos cortes está más que conseguida no sólo en cuanto a temática, sino que musicalmente este disco también tiene esa sensación de unidad que debe tener toda Ópera-Rock. La manera de estructurar los temas también ayuda a crear ese ambiente de unión, ya que la colección de canciones se presenta con un prólogo llamado “La locura viene a cenar”, una especie de introducción con cierto aire western al principio, y concluye con el correspondiente epílogo “Entre la guerra y la locura”, un corte que sirve como despedida del álbum.
La verdad es que en el disco hay variedad y canciones para casi todos los gustos. En cuanto a las letras, son ingeniosas y muy personales, dado el tinte autobiográfico de toda la obra. La mayoría de los temas tienen algún tipo de introducción que nos hace mantener la atención en el concepto general del álbum, sin olvidarnos de lo importante de verdad: las canciones; y aquí hay de todo: temas más melancólicos y lentos, como “Subimos a un tejado a llorar”, “Querida Rutina”, con la colaboración del omnipresente Carlos Vudú haciendo una gran interpretación en las voces, o “Mi desván”, en la que Pedro A. Teruel (guitarra del Clan Jukebox de Carlos Vudú) hace un trabajo sobresaliente con su pedal steel. Hay algunos cortes que pueden parecer un tanto extraños en principio, como el epílogo que cierra el disco, o “Leviathan”, que es una preciosa interpretación hablada en francés por Estrella Talavera; pero repito,  no nos olvidemos que esto es un álbum conceptual, y hay temas que, sin llegar a entrar en la definición “normal” de canción, nos sirven para mantener la atención y la cabeza dentro del concepto que quieren transmitir los autores  del disco. También existe alguna canción que me trae un aire cercano a Coldplay, como por ejemplo “Hoy viviremos”. Los temas más marchosos y alegres del disco los encontramos en “Las niñas juegan a irse de compras” o “Funk #6”. Especial atención merece el tema que abre el álbum tras el prólogo: “Me dispongo a morir”. Una composición que recuerda por momentos al grupo Fuzz y que es de lo mejor que he oído en mucho tiempo.
Escuchando el disco me vienen a la cabeza personajes como Matthew Bellamy, Jack White o incluso Pink Floyd en algunos momentos atmosféricos. Al primero quizá me recuerdan no tanto musicalmente como en cuanto a concepto, porque no son sólo un puñado de buenas canciones bien tocadas, sino que esta obra te invita a disfrutarla desde dentro y explorar cada rincón de ella, y eso es algo que también ocurre con los discos de Muse. Digamos que es un disco que no sólo tienes que saber escuchar, sino también saber entender, (dada su condición de álbum conceptual). El segundo personaje aparece por la evidente coincidencia de formar parte también  de un dúo guitarra-voz y batería como son The White Stripes. Por esta razón aquí si que podrían aparecer aspectos musicales cercanos entre unos y otros.
El dúo se concibe no solamente como un grupo de música. Me explico,  la parte musical es tan sólo un modo de expresión (el más importante), de una obra más completa en la que entran otros campos como las artes plásticas y visuales. Prueba de ello es el libreto del disco, cuyas ilustraciones ha realizado el cantante, y que también forman parte del concepto y ayudan a adentrarse en el universo de Yabo Torbo.
Quizá haya a quien igual el álbum no le entre a la primera. Mi consejo es: dadle una oportunidad y escuchadlo un par de veces más. Y si podéis, cuando se presenten en directo, acercáos a verles. Seguro que merece la pena y no os dejan indiferentes. Las grandes obras a veces necesitan varias escuchas para captar su grandeza y esta es una de ellas.
Esta gente es un claro ejemplo de que en Murcia hay gente joven haciendo música original y con calidad de sobra. Estaremos atentos para ver lo que es capaz de ofrecernos este dúo en el futuro."

Hasta aquí las palabras ajenas. Las propias tendrán que esperar, ya se los dije, pero no por mucho. Entretanto, que el público español (que es el que tiene acceso al disco, después de todo) ande con los ojos (y los oídos) bien abiertos, que aquí hay algo bueno.

2 comentarios:

isaias dijo...

estimado santiago.

soy un joven de 30 años que va a empezar a estudiar filosofia. antes no lo habia podido hacer pr motivos muy fuertes. ahora tengo la oportunidad de hacer mi pasion. sin embargo, me pongo a pensar en que si no sera muy tarde para empezar, si mi edad no es un impedimento. se dice que para "el estudio no hay edad", pero creo que eso es solo una frase de simple consuelo. o me equivoco?

Santiago Bullard dijo...

¿Frase de consuelo? Nada de nada. Mucho menos para empezar con la filosofía, que tiene tantas puertas por donde entrar. Más bien, buena suerte con los estudios.

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