martes, 1 de marzo de 2011

Nothingnesses


Tras un breve silencio (¿qué quieren que les diga? He estado fuera de la ciudad por unos días), volvemos al Café justo a tiempo para recibir el mes de marzo. La ciudad lo ha celebrado cubriendo una de sus noches de verano con una gruesa neblina, que hace pensar más en Baker Street que en ninguna otra cosa. Yo, por mi lado, supongo que lo haré, como dice la canción, a mi manera. 
¿Y qué es lo que sucede? Pues algo muy sencillo: que me siento frente a la pantalla, pongo mis dedos sobre las teclas, enciendo la máquina de pensar en temas y de pronto... no se me ocurre nada. Dicho esto, calculo que los posibles lectores ya estarán diciéndose que es un buen momento para pasarse a cualquier otra página, revisar el correo, ver qué hay de nuevo en el Facebook o elegir su tube de porno favorito. Bien, bien... adelante. Yo, entretanto, me pondré a pensar en este asunto tan frustrante y sin embargo recurrente que es no tener absolutamente nada que decir, o pereza de decir algunas cosas que me tomarían más tiempo del que quisiera dedicarle a una publicación en el blog, sobre todo tomando en cuenta que tengo que guardar neuronas para escribir un par de artículos (ya lo saben: las cervezas no crecen en los árboles). 
Normalmente, cuando alguien se sienta a escribir por pura afición y se da cuenta de que nones, que su cabeza está tan vacía como la de Paris Hilton, pues se caga en ello y se pone a hacer cualquier otra cosa. Yo mismo lo he hecho miles de veces, y en esta misma página. ¿Eso qué significa? ¿Qué falta una brisa de inspiración que haga caer un buen tema sobre mi mano? ¡De eso nada! Temas los hay miles. Es más, con sólo levantar la cabeza podría ver que tengo al alcance de la mano una National Geographic de febrero del 82 en la que se lee, claramente y en letras grandes, el título de uno de los artículos: "NAPOELON". Ahí lo tengo: un tema perfecto, con uno de mis personajes históricos favoritos como protagonista, y con todo y una buena fuente de la que sacar un par de citas ilustrativas (tengo que prometerme escribir algo sobre él un día de estos...). ¿Pero lo hago? No. ¿Por qué? Vaya uno a saberlo. Por pereza, tal vez.  Es más: si quieren quiten ese miserable y mentiroso "tal vez". 
Pero lo digo desde ahora: este humilde servidor, que hace lo posible por entretener a su público, es un devoto seguidor de la Vírgen de la Pereza, que de vírgen no tiene nada, pero que seduce como si lo fuera. Maravilloso estado del ánimo y de la mente que nos permite dar vueltas y vueltas a nuestras ideas vacías, lo bastante como para que surja, de cuando en cuando, un bonito argumento, esa oración que faltaba en la novela o uno que otro verso. Subestimamos el ocio, hoy en día: oigan, que no todo es romperse lomo y culo para andar sobreviviendo por el mundo. Hay que darse un momento para rascarse los huevos, también. De hecho, creo que una de las tantas genialidades de Bertrand Russell fue ese famoso título de uno de sus libros de ensayos: Elogio de la ociosidad. Un dato curioso, al paso: ¿sabían que la palabra "escuela" proviene, etimológicamente hablando, de la palabra griega "sjolé", que significa "ocio"? Porque claro: los filósofos, por aquel entonces (y hasta ahora, en más de un caso) se dedicaban a eso, al ocio como profesión, echando las horas y los días al balde para dedicarse a la noble tarea de discutir los problemas más trascendentales y poco pragmáticos: el sentido de la vida, la verdad, el bien y el mal, el conocimiento... y el largo etcétera que todos ya conocen y/o imaginan. 
Así que aquí tienen mi contribución a la loa de la pereza: una nota más en el café en la que, bien visto el asunto, no he dicho nada. Bueno, tal vez un par de cosas, pero no muy importantes, y que todos pueden olvidar sin el menor riesgo (y con la mayor probabilidad). ¿Nada más que decir? Bueno, puesto que vengo diciendo naderías desde hace rato, digamos que no: nada más. Lo bueno de tener un blog, ¿no?
Pero para no desalentar a mis lectores, y ya que estuve fuera y no hubo tradición de los sábados, pues dejaré a rodar un temita, uno de los últimos éxitos de la formidable Orquesta Mondragón, y que es lo que muchos de ustedes querrán decirme hace rato, si es que siguieron leyendo: ¿Por qué no te callas? 
    

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