miércoles, 29 de diciembre de 2010

"El arte de amar" de Ovidio


A nadie que lo haya leído puede sorprenderle el que yo afirme que debo algunas de las horas de más grata lectura a Ovidio. Y digo esto porque probablemente haya muchos otros que piensen que un autor tan antiguo sólo puede ser una linda pieza de museo. Pues no, señores: pocas prosas guardan tanta calidez, buen humor y sanísimas sarna y sorna como las de El arte de amar de Publio Ovidio Nasón. De las que podríamos repetir lo que ya se ha dicho: que son una suerte de "manual" de conquistas, algo así como un libro de seducción para dummies, sólo que escrito por una de las mejores plumas de la literatura universal. 
Muy distinto al tono solemne de sus Metamorfosis, el Arte de amar de Ovidio está escrito en un tono liviano, que mezcla la chacarronería más picaresca y la retórica más desenfadada con momentos de elevada poesía. En otras palabras, y para los que les gusta usar este tipo de términos, que se dan la mano lo apolíneo y lo dionisíaco, las letras de la luz y las rondas de la cantina (aunque sin llegar a ese tipo de delirium tremens del que fue un verdadero genio Petronio). O, en otras palabras, que me parece sinceramente fascinante la forma en que las tácticas de la seducción y las observaciones sobre el erotismo se mezclan con la reflexión filosófica y la pregunta por el sentido de la existencia, y de tal forma que no hay nada forzoso en la lectura: más bien, todo fluye naturalmente, sin contratiempos y, pueden creerme, sin un solo bostezo. 
Ya he escrito en otras ocasiones sobre Ovidio por estos lares. Pero es que no me canso, ni me cansaré nunca, de invocar su presencia a que baile y beba en esta barra. Además, con el motivo de comentar uno de los libros que no sólo se cuenta entre los más importantes de su obra, sino que de paso ha influído enormemente en la literatura posterior durante siglos. Sobre todo cuando se trataba de autores que querían hablar sobre el amor y, más precisamente, sobre la seducción: no sólo Boccaccio, sino también todo el Siglo de Oro español, libertinos como Nicolás Fernández de Moratín (cuyo Arte de las putas tiene una deuda enorme con este libro), y aún románticos y post-románticos, desde Goethe o Nerval hasta Baudelaire. 
¿Algún pasaje en particular que me interese recordar ahora? El problema es que son muchísimos... los hay muy divertidos (algo peligrosos de llevar a la práctica), como cuando Ovidio aconseja servirse del vino como una herramienta, no sólo para ayudarse a seducir a una dama, sino también para emborrachar a su novio, cosa que el amante seductor pueda pasar a primer plano. Recuerdo, también, su larga reflexión sobre las puertas (que llegan a convertirse en una metáfora). O esos momentos en los que reflexiona sobre la vida que se va gastando, dejando reducido a espino esa flor cuyos pétalos caen sobre una copa de vino.
No sé si habré convencido a alguien, pero de todos modos lo repetiré: el de vetar a un autor tan genial como éste sólo por ser antiguo es un error en el que no vale la pena caer. ¿Por qué perderse de una lectura tan fascinante, profunda, divertida y jocosa como ésta sólo por un tabú sin sentido? Afortunadamente para nosotros, Ovidio sigue allí, y sus páginas no parecen haber envejecido ni un poco desde el día en que fueron escritas.

2 comentarios:

LucLam dijo...

Leí "Arte de amar" en una edición que incluía "Amores" en mis años de universidad (uffff hace mucho ya de eso) y he de reconocer que me resultó entretenido y sorprendente comprobar lo poco que hemos inventado en el arte de la seducción a pesar de la distancia en tiempo y espacio con Ovidio :)

Un saludo!

Santiago Bullard dijo...

Lo mismo habría que decir sobre las borracheras y Petronio, jaja. Saludos.

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