Este jueves, 5 de marzo, es el cumpleaños número 87 de Pier Paolo Pasolini, que en este año cumplirá, a su vez, 34 de muerto. Ante estas cercanías, pues, bien merece la pena volverse hacia lo que fueron la vida y obra de uno de los más curiosos y polémicos genios del siglo pasado.
Y es que, si tuviese que elegir una palabra para describir a Pasolini, ésta sería "Pasión", con todos los significados que ella acarrea. Pasión en cuanto vivía y creaba con una intensidad sin límites y una mirada lúcida y certera que lo abrazaba todo en una imágen precisa y magnífica; pasión en tanto que padecimiento, en carne viva, de todos los dolores que padece la raza humana, tanto en materia social y política como existencial (lo que le significó tantos problemas y enemigos, tanto dolor y tanta violencia... no en vano fue enemigo de todos los sectores políticos de Italia, ni militó en nombre de los más miserables, ni conoció la incomprensión, ni generó tanto asco, ni conoció la muerte bajo las ruedas de un coche una y otra vez).
Pero Pasolini es todo eso y algo más; un constante algo más, de hecho: más que su politicismo y su mirada dura, más que su homosexualidad, más que su muerte, más que la angustia existencial y hasta física (todos los sentidos de "Náusea") que nos genera. Sólo encuentro una forma de llamar a este "algo más" que incluye y trasciende todo lo que fue y es Pasolini: un ángel caído, que se lanzó a sí mismo al exilio para vivir y sufrir con los hombres, un humano más que humano.
Permítaseme graficar lo que digo. Hay una obra de Eduardo Adrianzén titulada Demonios en la Piel: la pasión según Pasolini, que trata de la vida y obra del cineasta y escritor italiano. En una escena, un joven aspirante a director le ruega aceptarlo como aprendiz y, ante la negativa de Pasolini, procede a sacarle en cara el ser un acomodado más, alguien incapaz de comprender la miseria y la esperanza de los miserables; luego, empieza a golpearlo, hasta dejarlo reducido en el suelo, mientras dos amigos suyos lo sujetan para que no termine de lincharlo. En ese momento, Pasolini se levanta muy serio; casi se llega a adivinar un fuego secreto en su mirada: él es Pier Paolo Pasolini, un ser infernal, casi el padre de la angustia, el hombre que dirigió Teorema y Mamma Roma, el que años después dirigiría Saló o las ciento veinte jornadas de Sodoma... Casi con el temple de un Dios infraterrenal, se acerca lentamente al joven, que ahora lo mira asustado, y se inclina hacia él... el público espera algo violento, algo oscuro y terrible... y, cuando la tensión amenaza con partir las cuerdas, Pasolini besa la frente del joven y se aleja...
Ese es el Pasolini del que hablo, el de una mitología de lo humano, el ángel que se corta las alas y se baña en el polvo... el que por amor a la humanidad canta con sordidez su condición de miseria y muerte, el profundo vacío de su existencia... y le besa en la frente.
Abrumador, grandioso y sucio: eso es Pasolini. Brillante como cineasta, poeta, ensayista y novelista, la fecha en que se celebra su nacimiento es una buena excusa para volvernos a su vasta y múltiple obra, que jamás correrá el riesgo de agotarse.
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Hace 9 horas
2 comentarios:
Me gustan los tintes de la pluma que aquí escribe... Si no te importa, seguiré el blog.
un saludo :P
Pues bienvenida. Para la todavía escasa comunidad, todo un gusto, jaja.
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